Capítulo seis.

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No sabía cuánto tiempo había pasado desde que llegamos al parque

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No sabía cuánto tiempo había pasado desde que llegamos al parque. ¿Cuatro horas?. Aunque no dudaba que fueran más. "El tiempo pasa volando cuando te la pasas bien", esa frase no había tenido tanto sentido en mi vida como hoy.

Había pasado incontables momentos con mi hermano, cada uno mejor que el otro. Pero nunca hubo un tercero. Siempre él y yo. No digo que esté mal, me parece perfecto. Pero se siente bien estar con otros seres humanos. Personas distintas, que estén fuera de tu entorno habitual....

—¡Alegre, muévete!.—gritó Alejandro, riendo.

Mierda.

Intenté correr, pero ya era muy tarde. Charlie y Marquitos me habían empujado y había caído en la fuente. Otra vez.

—Seréis....—empecé a decir.

—¿Estás bien?.—pregunta Alejandro, extendiendo una mano hacia mí.

—Sí.—tomé su mano y me ayudó a levantarme—Ash, tengo el culo empapado.

Alejandro apartó la mirada y tragó saliva con dificultad, o eso creí haber visto. Justo en ese momento, me di cuenta de lo pésimo que habían sonado esas palabras.

—¿Jugamos al pilla pilla?—pregunté, con las mejillas encendidas.

Alejandro sonrió, elevando una de sus cejas.

—Te pillé.—reí, tocando el hombro de Alejandro y echando a correr con las fuerzas que me quedaban.

—Eso es jugar sucio, chica del suéter.—le oí susurrar, pero él también sonreía.

—No seas mal perdedor, Alejandrito.

Sonrió ante el diminutivo de su nombre.

Sin embargo, algo captó mi atención: Los niños seguían jugando en la fuente con Bobby. No me siguieron el juego, y no puedo dejarlos solos. Alejandro pareció darse cuenta porque agregó ante mi confusión:

—Déjalos que jueguen.—comenzó a caminar hacia mí, sin apartar sus ojos de los míos.

Intenté pasar corriendo por su lado, pero bloqueo el camino con un débil movimiento. Así que opté por la mejor opción: correr lejos de ahí. Lejos de él.

Alejandro me siguió de cerca, sin mucho esfuerzo, y dándole miradas fugaces a los niños.

Me escabullí entre unos árboles y me quedé detrás de uno para recuperar el aliento.

—Respiras muy fuerte.—dijo él, sobresaltadome.

Para cuando pude reaccionar, Alejandro ya estaba en enfrente de mí; con sus manos a ambos lados de mi cabeza, manteniéndome ahí, atrapada.

Su colonia se olía más fuerte ahora, sus ojos parecían aún más oscuros, y su sonrisa más brillante y arrogante.

Se inclinó hacia adelante para susurrar en mi oído:

—Te pillé.—su voz se oía entrecortada y un poco más ronca.

Algo en mi interior hizo click al escuchar su voz. Sin embargo, no lograba entender la reacción de mi cuerpo. Ya lo había oído hablar otras veces, entonces..... ¿Por qué ahora sentía que sus palabras queman en mi interior?.

Mi mente y cordura se perdieron en su suave aliento sobre la piel desnuda de mi cuello. Y, por primera vez en mi vida, sentí mi cuerpo desconectar de mi asfixiante realidad.

De pronto, tuve la necesidad de parar de hacerme la fuerte. Quise dejarme llevar por el calor agradable que comenzaba a apoderarse de mi pecho. Así que allí, en medio de aquel parque, me permití a mi misma hacer aquello que tanto amaba: arriesgarme.

Cerré mis ojos, y cuando los volví a abrir, estaban llenos de lágrimas que había acumulado por años.

Me quebré delante de un desconocido, le mostré mi parte débil y rota a alguien que había conocido hacia dos días. Y se sintió bien. Joder, se sentía demasiado bien.

—Mierda. Mierda. ¿Hice algo mal?.—la cara de Alejandro era digna de enmarcar.

Me odié a mi misma por no admitir el vacío que sentí cuando se alejó de mí, preocupado.

—¡No, no hiciste nada!—intenté explicar, pero él no se volvió a acercar.

—No quería incomodarte, Alegre.—dijo, alejándose un poco más.

—Lo sé.—susurré.

El silencio se apoderó de nosotros, hasta que Alejandro carraspeó. Parecía nervioso.

—Volvamos con los niños.—propuso y yo asentí.

Podía notar su incomodidad al estar cerca de mí y el miedo de hacer algo incorrecto, y eso provocaba unas inmensas ganas de gritarle: «No te alejes, fue mi culpa.» o «Quédate un poco más a mi lado, imbécil.»

Ya la cagaste. Eres como Draco Malfoy, haces dos cosas bien y treinta mal.

No te metas con Draco, conciencia.

—Oye... Alejandro, lo que pasó.....—comencé a hablar cuando nos juntamos con mis primos, pero él me interrumpió.

—No tienes que explicar nada, Alegre.

—Pero...quiero hacerlo.

¿Por qué ese chico hacía que toda mi fuerza y firmeza desapareciera?.

—Talvéz en otro momento.-sonrió, dándome un margen de tiempo para aclarar mis ideas.—Ahora debo irme, mi hermana espera en casa.

¡No! ¡No te vallas!.

—Está bien.—fue lo que salió de mis labios.

Se despidió haciendo un gesto con la mano. Pero antes de alejarse por completo, susurro de forma que solo yo podía oírlo:

—Y deja de llorar, chica del suéter.

Claro, el imbécil tenía que arruinar la magia del momento con el estúpido apodo.

¿Qué magia, Alegre? Esto no es Hogwarts, ilusa.

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Si publiqué capitulo hoy es gracias a una amiga de la escuela, beso en la pata, anabelfg9.

(Iba a dejar la historia, pero me animé a continuarla, ¡Pronto capítulo siete!)

Cambios.Where stories live. Discover now