Capítulo siete.

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Alejandro

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Alejandro.

Las cosas han mejorado desde que llegué a este barrio. Necesitábamos cambiar de ambiente para poder salir del pozo.

Aunque a mí nunca me importó podrirme en aquella casa, fundirme con el polvo y volverme nada, dejar que mi cuerpo se desintegrara envuelto en las sábanas de mamá y papá. Talvéz podría haberlo hecho, habría sido más fácil que seguir viviendo.

Pero ellos no se lo merecían, ni mis primos, ni mi hermana. Los únicos que me quedan.

—Tengo hambre.—se quejó Elsa, mi hermana menor.

—A mi me apetece pizza de pepperoni.—comentó Pol, el mayor de los gemelos (por diez segundos).

—Eso, ¡Viva la comida chatarra!.—animó Gregory, su hermano, que miraba su teléfono distraídamente.

—Piedra papel o tijera, el que pierda baja a comprar la cena.—dije.

—Eso rimó.—comentó Gregory con una sonrisa.

—Me apunto.—dice Pol.

spoiler: perdí todas las rondas.

—Alejandro, la mía que sea extra-queso.—grita Pol antes de que salga de la casa, con una sonrisa burlona en el rostro.

Busco en Google cuál es la pizzería más cercana, que resulta ser "Pizzas rápidas", que está a menos de cinco cuadras de la casa.

Pues como las pizzas sean igual de mierdas que el nombre del local...

El camino se me hace más largo de lo que pensaba, así que me permití reflexionar sobre el caos que había sido mi vida en estos últimos seis meses. Todo por culpa de ese estúpido piloto. De solo pensarlo la sangre comenzaba a espandirse con rabia por mis venas.

Los primeros meses, no podía alejar la tristeza, era como si se hubiera aderado a mi cuerpo y mente. Pero con el tiempo...solo se quedó una rabia profunda que me calcome el alma.

Rabia porque nos dejaron solos.

Rabia por todo lo que mi hermana sufrió.

Rabia porque no es justo.

Rabia porque me destruyeron.

Aprendí a vivir así, camuflado la rabia con sonrisas forzadas. Haciendo bromas para que no notarán mis grietas e inseguridades. Fui obligado a madurar a la fuerza, para poder ser el padre y el tío que Erza y mis primos se merecen.

Aprendí a hacerlos felices para que no se rompieran como yo lo hice.

Dejando de lado los pensamientos depresivos que llevan meses torturandome, abrí la puerta del establecimiento, al que por fin había llegado. Estaba algo polvoriento y descuidado; lo que me hizo dudar en si comprar o no las pizzas aquí.

Claro, que toda duda salió volando por la ventana—que era inexistente en aquel sitio—en cuanto vi a la dependienta.

Alegre.

El día había pasado tan lento que comenzaba a desesperarme. Los clientes no dejaban de llegar y estaba yo sola atendiendo la barra; Nolan también estaba exhausto, necesitábamos un descanso urgentemente. Pero nuestros turnos de trabajo parecía no terminar nunca.

Cuando el reloj marcaba la una de la tarde, por fin pudimos tomarnos un descanso. O eso pensé, solo que hoy la suerte no estaba de mi parte.

La puerta volvió a abrirse justo en el momento que iba a sentarme. Volteé de mala gana hacia ella, encontrándome con el protagonista del sueño que tuve anoche. Aunque pensándolo bien, si salió él, solo pudo ser la peor de mis pesadillas.

—¿No se supone que un sitio donde se vende comida debe estar limpio?.—pasó la punta de uno de sus dedos por la mesa que tenía en frente.

—Vete a la mierda, Alejandro.—dije, intentando quitarme lo de encima.

—¿Le hablas así a todos tus clientes o tienes un trato especial para mí?.—preguntó, caminando hacia mí.

—Aceptaste, es un trato especial para los imbéciles.—espeté de forma brusca, pero el insistió en colmar mi paciencia.

Pero eso solo aumentó su sonrisa burlona. Ash, a veces lo odiaba tanto.

—Ponme una pizza familiar.—pidió, sin borrar su expresión de diversión.

Sin embargo, pude notar el brillo de nostalgia que le pasó por sus oscuros ojos cuando pronunció la palabra "familiar". Lo observé unos segundos más antes de darle la orden del pedido al pobre Nolan.

Decidí no comentar nada sobre el asunto, a fin de cuentas, el me había respetado con lo que me pasó ayer en el parque.

Deberías pedirle perdón.

Aunque me jodiera admitirlo, esta vez, mi conciencia tenía razón. Desde que Alejandro llegó, no se había acercado a mí ni una sola vez. Incluso se había asegurado de apollarse en la parte de la barra que quedaba más alejada de mí. La verdad no parecía molesto, pero me obligué a mi misma a explicar el malentendido.

—No fue tu culpa.—dije, buscando su mirada.

El pareció confundido, así que seguí hablando:

—Ayer, en el parque, cuando me eché a llorar. No fue tu culpa.

—¿Qué quieres decir?.—preguntó, hundiendo las cejas.

—No me sentí incómoda, fue todo lo contrario. Pero....no estoy acostumbrada a pasármela bien con otra persona que no sea mi hermano o Hanni.—expliqué, cavisbaja.

—Entiendo.—dijo al final, parecía mucho más aliviado.

Nos adentramos en un silencio incómodo hasta que Nolan avisó que ya estaba lista la pizza.

—¿A que hora termina tu turno?.—preguntó antes de irse.

Miré el reloj de la pared y contesté en un suspiro agotado:

—Dentro de cinco minutos.

El sonrió y se dejó caer en una de las sillas de la pizzería, provocando que mi seño se uniera en confusión.

—¿Qué haces?.—pregunté.

—Esperarte.—contestó, encogiéndose de hombros.

—¿Eh?.

—Te voy a acompañar a casa, chica del suéter.—su blanca sonrisa volvió a aparecer.

—No hace falta.—negué con la cabeza.

¡Seguro que me había sonrojado!.

—Quiero hacerlo.

Mi corazón dio un vuelco de la....¿emoción?.

¿Estaba emocionada porque Alejandro que iba llevar a casa?. Debía estar delirando. ¿Sería el calor? Sí, definitivamente era eso.

—¿Por qué pones esa cara, Alegre?—hizo una pequeña pausa, buscando las palabras adecuadas—¿Te asusta pensar que puedas pasartela mejor conmigo que con tu hermano?.—se impulsó hacia delante en la silla, retando me.

—A mi no me asusta nada, Alejandro.—dije sin apartar mis ojos de los suyos.

No mientas, Alegre. Si que te asusta algo. Te aterra la idea de enamorarte de él.

Eso no es cier....

—Vamos, entonces.—se levantó y señaló la puerta con su cabeza.

No dudé en tomar mis cosas y ponerme a su lado.

—Vamos.—asentí, segura de que ni él ni nadie, me asustaba.

Si él sería mi primera aventura, ¡A la mierda! Yo la viviría con ganas.

Cambios.Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum