Capítulo catorce.

97 55 9
                                    

Las caminatas nocturnas siempre ayudan a calmar los pensamientos; o al menos eso era lo que mamá solía decirnos a mi hermano y a mi cuando éramos pequeños

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las caminatas nocturnas siempre ayudan a calmar los pensamientos; o al menos eso era lo que mamá solía decirnos a mi hermano y a mi cuando éramos pequeños. En ese momento no lo entendíamos, como la mayoría de las cosas, pero esos pequeños han crecido, provocando que sus problemas también comenzaran a agrandarse.

Resumiendo: ser adulto es una mierda colosal.

Así que ahí estaba yo, caminando en medio de un parque desolado, a las once de la noche y con un frío de cojones. ¿Bonito, verdad?. Con las manos congeladas, saqué mi teléfono y teclee un saludo rápido, toqué enviar y crucé los dedos porque la respuesta no tardara en llegar. Y sí que lo hizo, unos cinco minutos.

Alegre: ¿Estás despierto?.

Alejandro: No. Es Mía la que está escribiendo.

Alegre: Brandon pensaba que ya me había vuelto loca por cantarle a un cactus, imagínate cómo se va a poner cuando se entere que estoy manteniendo una conversación por WhatsApp con una gata.

Alejandro: ¿Le cantas a los cactus?.

Alejandro: Eres más rara de lo que pensaba, chica del suéter.

Alegre: Uy, te atrapé. Mía nunca me llamaría por ese estúpido apodo.

De pronto, mi cuerpo chocó contra alguien. Intenté mantener el equilibrio, pero fue inútil, acabé cayendo de bruces al suelo.

—¿Estás bien?.—preguntó ese alguien.

Subí la cabeza hacia el culpable de la caída, y no pude evitar echarme a reír. Alejandro seguía de pie frente a mí, con su teléfono en la mano y mi chat aún abierto.

—¿Se puede saber de que te ríes? Venga, levántate.—extendió su mano hacia mí y yo la tomé.

—Es que esto es tan ridículo, que terminó por hacerme gracia.—comencé a explicar, con una sonrisa juguetona en mis labios—¿No te das cuenta? Nos encontramos en todos lados. ¿No me estarás siguiendo, verdad?.

Él soltó una risa ronca antes de hablar, dejándome sin aliento.

—No, chica del suéter, no te estoy siguiendo.—me miró directamente a los ojos—Talvéz el destino está empeñado en que nuestros caminos se enreden, ya sea con un suéter de perro en mi cara o contigo revolcada por el suelo.

—El destino nos odia, entonces.—bromee.

—No digas eso.—pidió, aún sonriendo.

—¿Por qué?.

—Porque no es cierto.

No supe que responder, de igual forma no fue necesario, ya que el siguió hablando.

—Te vez demasiado guapa, y no podré aguantar las ganas que tengo de acercarme a ti.—susurró con voz suave.... seductora.

Aparté la mirada, agradeciendo le a Dumbledore por la oscuridad que nos rodeaba y que no le permitía a Alejandro ver lo sonrojada que estaba.

Cambios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora