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—¡Tía viniste! ¡Ay! Me duelen… —habló la niña con una sonrisa forzada

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—¡Tía viniste! ¡Ay! Me duelen… —habló la niña con una sonrisa forzada.

Coraline tenía mejillas y cuello inflamados, trataba de comer una sopa pero se notaba lo mucho que le costaba. Intentó levantarse para saludar a April, pero al hacerlo sus pequeños pies dolieron

—¡Hola mi niña! Vine a revisarte… estás como una ardilla, creo que tienes paperas o puede ser una reacción alérgica —April la observó conservando distancia, tal vez era algo contagiable y no quería tomar el riesgo.

—Paperas… ¿Qué es eso tía? —preguntó con curiosidad mientras observaba a la muchacha.

Le causaba ternura cada vez que la niña realizaba preguntas. Parecía que en ese momento la curiosidad de un gato dominaba su cuerpo.

«Tiene 6 años.» recordó. «Es obvio que no sabe que son.»

—Son como unas bolsitas llenas de saliva, estas sirven para crear toda la saliva que tenemos en la boca. A veces, cuando olemos o vemos alguna comida o golosina que nos gusta o se nos antoja mucho, estas bolsitas sueltan toda la saliva que tienen guardada para poder saborear aquello que tenemos enfrente —le explicó lo más simple posible. Con temor de que no la entendiera.

La niña tal vez no la fuera a entender así que April era lo más concisa en el tema y señalaba cada parte de la que hablaba.

—Oh… ¿y que las causa?

—A veces, los adultos se contagian de un virus, sin que se den cuenta.
Entonces cuando el adulto estornuda cerca de un niño, la saliva que sale está contaminada por ese virus y como ya fue expulsado, comienza a buscar otro lugar donde pueda vivir y que tenga saliva —mencionó April mientras le daba un vistazo al rostro de la infante.

April se detuvo un momento para agarrar aire y siguió explicando.

—Por eso es importante pedirle a un adulto cada vez que estornude que se cubra la cara con la parte interna del codo para evitar que el virus se propague.

Trataba de dar la información de una manera que fuera fácil para la nena entender, pero a April le costaba encontrar palabras que fueran comprensibles para Coraline, no era maestra, pero no le gustaba dejar con dudas a sus pacientes.

—Pero también pasa cuando probamos algún alimento con una cuchara o cubierto que ya fue utilizado por alguien con el virus en su cuerpo, pues podría tener el virus y cuando tú usas ese cubierto, te contagias solita.

Cuando April se puso una mascarilla seguido de guantes se aproximó a la niña. No quería que lo que tuviera fuera a empeorar o a pasarse a ella y luego contagiar a alguien más. De pequeña nunca le dio así que la posibilidad de que le diera ahora era alta.

—¿Qué fue lo que comiste? —preguntó con notable preocupación y obvio no recibió respuesta. Más que un simple encogimiento de hombros.

«Hay qué llevarla al hospital.» pensó con temor. «Le diré a Juan Carlos.»

Lo que no dicen del amor PGP2024Where stories live. Discover now