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Al otro día, el 27 de febrero, un lindo amanecer hizo acto de presencia

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Al otro día, el 27 de febrero, un lindo amanecer hizo acto de presencia. La cuenta regresiva había comenzado, ya casi se acercaba la primavera, Alexia no es que se hallara emocionada por ese hecho, pero no tenía de otro que aguantar hasta que volviera el invierno.

Los abrigos de lana eran fastidiosos. Lo aceptaba, pero detestaba la primavera. Le gustaba que con el clima helado no sudaba y no tenía que andar bañándose casi cada rato. Cómo ya no haría frío, sus labios dejarían de agrietarse y eso sería una ventaja, pero de igual manera deseaba que el invierno durara todo un año.

Desde la madrugada, 3 AM, para ser exactos, se encontraba despierta, aún metida entre sus sábanas por la flojera de levantarse. Aunque sabía que debía ir a la biblioteca para ayudar a la señora Gilderberg no le gustaba quedar mal ante cualquier compromiso. Ese era su trabajo los fines de semana y no lo podía perder.

¡Pipi! ¡Pipi! Sonó el despertador de Alexia. Anunciando el comienzo de la alborada. Se escuchó una y otra vez, pero parecía que ella no tenía la más mínima intención de despertar.

«Ya empezó con su sonido estresante, ¿tan rápido amaneció? Pensé que tardaría más.» meditó. «No dormí nada. ¡¿Dónde se apaga?!»

«¡¿Por qué mierda lo compré?! Esa maldita alarma me está hartando…» se cuestionó Alexia aún con los ojos cerrados. «Cómo quisiera que no me tocara trabajar, pero no fui la elegida.»

Su despertador siguió haciendo aquel bullicio. Se repetiría hasta que Alexia se dignara a abrir los ojos, o que encontrase el botón de apagado. ¡Pipi, pipi! Se oyó por última vez antes de ser golpeado.

—¡Sí, sí! ¡Ya te oí despertador! Qué puntual. Agradece que sigas funcionando, eres un fastidioso… me duele la cabeza —dijo con aparente mal humor aprisionando su rostro con la almohada.

A los segundos con pereza dejó la comodidad de su cama y comenzó a hacer su rutina de estiramiento. Luego se dirigió al baño, debía si o si darse una ducha, o si no, no sería capaz de salir.

—Debo ir a la biblioteca… Luego voy corriendo a la casa de Juan Carlos para ir a cuidar a Coraline…

El agua se hallaba a una temperatura perfecta. Ni demasiado fría ni para desplumar aves. Con paciencia se acercó a la tina y la puso a llenar mientras ella se desvestía.

Al pasar al frente de su espejo, sintió frustración, le daba repulsión de solo ver su reflejo. Tenía muchas cicatrices, desde hace años Alexia había pensado en cubrirlas con tatuajes, pero en ese tiempo, que mantenía una amistad con Justin. La hizo desistir de la idea durante años.

Porque en realidad no se los estaría haciendo por gusto. Si no por la necesidad de volverlas “invisibles” al ojo humano. Aquellas heridas ocasionadas por el maltrato de su familia. Las que muchas veces dieron como resultado qué sus relaciones amorosas durarán hasta el momento que las chicas se enteraban de que su piel había sido marcada por el maltrato.

Lo que no dicen del amor PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora