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April llegó a su casa, a altas horas de la noche

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April llegó a su casa, a altas horas de la noche. Pues había rechazado la oferta de su hermano de llevarla a la ciudad.

«Total, ella no iba a estar con nosotros.» Recordó April.

—Espera… ¿Por qué querría irme con Alexia? En definitiva, no estoy bien.

Al llegar, abrió la puerta para ingresar a su casa. La hora de dormir de su mejor amigo y no quería perturbar su descanso.

Afuera el cielo se enfureció más cuando ingresó a su hogar. A pesar de que aún el invierno se encontraba presente, ya comenzaban las lluvias anunciando que la primavera estaba por venir.

—Fue un día difícil —susurró yendo a su habitación.

Al entrar en su cuarto se dirigió al baño, no podía meterse a la cama sin primero darse una ducha. No tardaría demasiado. Quería descansar, así que solo llenó la tina con un poco de agua tibia y se quitó cada una de sus prendas y procedió a bañarse.

En el momento que sumergió su cuerpo en la bañera. Los pensamientos invadieron su mente.

«¿Por qué me puse nerviosa con ella?» Meditó. «A mí no me gustan las mujeres, ¿cierto?»

Para April era como si hubiera metido la pierna hasta el fondo, aunque no podía negar que de cierta manera le gustó estar con ella.

—por ejemplo hoy, me contó cosas que yo no sabía… eran bastante interesantes.

Por inercia, una sonrisa se escapó de sus labios.

«¿Por qué sonrío cuando la tengo presente en mi mente?» Pensó. «¿Qué es esto que siento?»

Cada vez que Alexia vagaba en sus pensamientos, su corazón palpitaba de una forma que parecía que se saldría de su pecho. Tanto así que se asustó.

—Juro que no soy así, no sé qué me pasa, ellos no me enseñaron esto…

La mente y corazón de April peleaban por quién dominaría en ese instante y como era de esperarse, el cerebro ganó el juego.

Los recuerdos lastimaban, pero más lo habían hecho las acciones que se tomaron en aquel entonces.

—Tal vez tendría que ir a ver a un psicólogo… Eugenio me dijo que acudiera a uno si llegaba a tener estas confusiones. Que no eran normales.

Las palabras de su madre resonaron en su mente: «Tú no te puedes enfermar de eso tan feo».

—Ella no me lastimaba, pero él… me mostraba lo mal que estaba, por solo sacar el tema… creían que yo me volvería lesbiana o algo por el estilo.

«Aunque les agradezco mucho el haberme extraído de ese orfanato, a pesar de eso siento que deba quererlos…» Consideró.

En la soledad de su habitación, su mente viajó hasta su infancia, con solo 8 años, April ya había pasado por más de 10 orfanatos.

Lo que no dicen del amor PGP2024Where stories live. Discover now