11. Un inesperado pero muy grato encuentro

1 0 0
                                    


El agua recorría mi espalda y mis brazos. Helada pero a la vez refrescante. Sentada en la arena, frustrada, comencé a darme una charla auto-motivacional. Recordé que todo esto era como un juego, como jugar ajedrez. No sabía cómo, pero quería conseguir más información. Tenía que comunicarme con David, era mi única opción. Yo era la princesa Leia y él era Obi Wan Kenobi, que pena que no tuviese un droide R2—D2.

Y en eso, como muchas cosas raras en este mundo, que cuando las quieres o las piensas generosamente, aparecen, vino un muchacho de ojos grandes y azabaches, pelo oscuro y ondeado, como el mío. Tenía un caminar ligero, pero claramente extraviado. Estaba bien bronceado, se parecía a Tarzán hasta en la ropa. Tenía una cara bastante conocida pero no podía precisar de dónde. Por la familiaridad de su rostro lo recibí con alegría.

— ¿Hola, tú conoces a David?— lo dije con una voz llena de esperanza, como si fuese una niña, llena de ilusión. Esperaba un signo o una señal como respuesta. No la recibí.

— ¿Yo?— me preguntó.

¡Me podía comunicar con él! ¡Qué alegría! Pero, vaya que no tenía mucha suerte con la gente/seres que se cruzaban en mi camino en este lugar. Todos parecían como estar o ser de otro mundo. Pareciese que todos estaban aquí de pasada. ¿Dónde estaban los locales, los nativos, así, esas personas que conocen su tierra? Extrañamente, hasta la voz del muchacho me parecía conocida.

—Vaya que no estamos muy brillantes hoy— le dije. El estrés me hacía poco gentil.

—Nadie me había hablado en mucho tiempo...— Me dijo con voz de incrédulo y ojos soñadores.

— ¿Quién es David?— preguntó luego.

Señalé a David.

Me sonrío. Y aunque ahora me miraba fijamente, a su voz no se le iba el tono de soñador.

— ¿Eres nueva por aquí no?—.

—Sí, ¿cómo sabes?—.

—Porque yo y David somos completamente distintos, tú y yo somos iguales—.

— Mmm, bueno si tú lo dices — mi voz rebosaba sarcasmo y mal humor. Sin embargo él pareció poco afectado por mis comentarios.

— Y ¿qué somos tú y yo, exactamente, que no es David?— volví a preguntar. Pero esa pregunta no estaba bien. Luego agregué: —y... mmm... lo que realmente quiero saber es qué es David—.

—No sé. Solo sé que tú y yo somos iguales. Aquí todos vienen solos. Bien raro que se conozcan—.

—Mmm, ya.... entonces, yo soy la que sabe más aquí: tú y yo somos humanos—.

— ¿Qué es eso?— contestó.

— ¿Me estas bromeando?—. Fantástico, hablaba con alguien que no tenía conciencia de su propio ser.

—Humanos. Eso es lo que somos tú y yo—.

—Se nota que eres nueva por aquí— volvió a decir.

— ¿Por qué?—.

—Por qué buscas respuestas. . . llega un momento aquí que la gente no busca respuestas... no sé porque... solo pasa, se confunden y se duermen y desaparecen. Lo he visto muchas veces—. Y esta vez habló con tristeza.

Nos sentamos en la arena, como dos viejos amigos. Yo me agarraba el cabello para tratar de mantener la calma. No quería más tormentas ni tinieblas en esta estúpida isla, perdón, en esta maravillosa isla. Hay que mantener una mente positiva y como en todo, comencé por lo pequeño. Noté con incredulidad, que mi pelo estaba más fuerte, más oscuro, más brillante, más largo, más ondeado, más todo. Por segunda vez, noté mis piernas. No solo ya no había ningún indicio de la mordedura, sino, estaban más fuertes, como si hubiera estado yendo al gimnasio todos los días por el último año. Vi bien a mi nuevo compañero. Se notaba de buen físico y de excelente salud.

Entre el Silencio y las LágrimasWhere stories live. Discover now