— Mi rey. — Se inclinó levemente al frente, empuñando su espalda, aporreando el piso con la fina punta de hierro.
Jimin se giró para verla, era de noche y su piel blanca resplandecía, bajo la luz de la luna que se filtraba por el gran ventanal que tenía a su costado.
— Pueden marcharse. — Los guardias abandonaron el salón, dejando un suave eco al cerrar la pesada puerta de madera. — No soy tu rey.
Ella permaneció con la mirada gacha, inmóvil. Jimin se relamió los labios y luego sonrió, apenado.
— No tienes que ser formal conmigo. — Ella frunció el ceño, levantando la mirada.
— Pero señor... — Jimin la interrumpió.
— Soy Jimin. — Ella se mordió el labio, enderezando la espalda. — Park Jimin si quieres tardarte más en decirlo.
Rio suavemente, viendo cómo las mejillas de su compañera se teñían de un suave rojo.
— Tenemos algunos problemas con el pueblo lindante a las fronteras. — Jimin asintió, caminando hacia uno de los candelabros que colgaban de las vigas de madera del techo.
— ¿Qué ocurre? — Ella se quitó la pechera de hierro que le aprisionaba las costillas.
— Varios campesinos han sido heridos con trampas para osos en sus propias fincas. — Lo vio encender los velones con una cerilla. — Hoy en la mañana encontraron una mujer embarazada colgada de un árbol cerca al pueblo.
Jimin la miró, con el ceño fruncido. Ella tragó saliva.
— Podría ser... — Jimin volvió a interrumpirla.
— ¿Una declaración de guerra? — Ella se mantuvo en silencio, mirándole. — Puede serlo.
— ¿Cuáles son sus órdenes? — Jimin terminó de encender el último velón del salón, ella comenzó a sentir la calidez de las llamas en sus brazos. — Señor...
— Jimin. — La corrigió con suavidad, mirándola con ternura.
— Debemos... — Volvió a interrumpirla.
— Tranquilízate. — Ella casi frunció el ceño de nuevo. — Entiendo la severidad del caso, pero comienzas a sudar. — Le acercó un pañuelo. — Aquí estás a salvo.
Ella suspiró, dejando caer su espada.
— Todo esto es... — Jimin recogió su espada del suelo, tomándola con cuidado. — es horrible.
— Tú decidiste servir a la nación. — Ella asintió.
— No es una queja.
Jimin sonrió, reposando la espada sobre una larga mesa de vidrio grueso que tenía en una de las esquinas del salón.
— Debes relajarte. — Jimin volvió a acercarse. — Las cosas que ves allá afuera pueden abrumarte, te cargan de energía. — Sintió las manos de Jimin sobre sus hombros. — Evita llevarlas contigo a donde vas.
Reprimió un suspiro cuando Jimin comenzó a masajearle con suavidad los hombros, pasando los pulgares por su nuca.
— Lo siento yo... — Se apresuró en decir, pero Jimin la cayó de nuevo.
— Relájate. — Susurró.
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One shots -Jimin- (Primera parte)
FanfictionDiviértete imaginando fantasiosas escenas junto a Park Jimin. ¡Bienvenid@s! # 1 K-pop.