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CAPÍTULO DOCE
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KIRA TENÍA NUEVE CUANDO CONOCIÓ A SU PRIMER PIRATA. Capitán Barba Azul era su nombre y no había ni una pizca de azul cerca de su cara. Kira estaba cubierta de sangre y escapaba de un carro que tan amablemente y sin saberlo la había llevado a una ciudad costera en Ravka Oriental. Desorientada y buscando una vía de escape, se topó con el capitán en el puerto.
Barba Azul fue fácilmente comprado por las joyas que ella le ofreció y por cómo casi mata a uno de sus hombres, que había intentado tocar su cabello dorado. La metió furtivamente en el barco Queen's Lady, el barco que partía hacia Ketterdam, el barco cuyo capitán estaba en deuda con el pirata. Barba Azul le había advertido que un barco pirata no era lugar para una niña y le había dado una salida de Ravka.
Fuera de Ravka. Porque se suponía que ella no debía regresar.
Ella misma lo había dicho. Muchas veces. Casi no aceptó el trabajo de Sun Summoner. Que se joda Kaz Brekker si ponía un pie en Os Alta, recordó haber pensado. Y ahora... ella ahora regresaba voluntariamente a Ravka por segunda vez en poco tiempo.
Para salvar el maldito país de todos modos.
—A mí también me gustaría salir de Ravka, pequeña Maldito Oro —le había dicho Barba Azul. Maldito oro. Así la llamaría ella, por sus rizos dorados y su hombro manchado de sangre.
Lo último que supo de él fue que Barba Azul había muerto a manos del Crimson Mirage, el barco fantasma del océano. La que vieron los marineros antes de que saquearan sus barcos, la que aparecía al amanecer y al anochecer para hundirlos en la desgracia.
Kira sacudió la cabeza con el ceño fruncido. Estaba regresando a Ravka y en lugar de pensar en todo lo que podría salir mal, en lugar de temer al Redil que se extendía más allá de ellos, Kira estaba pensando en barcos fantasmas y viejos conocidos. Además, ¿por qué debería tener miedo?
