XXIII. Especial

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Parecía una de las películas que solía ver con Surprise los viernes por la noche. Todo parecía una comedia romántica, donde los dos jóvenes protagonistas, totalmente enamorados, viajan en un coche antiguo por casi una hora hasta llegar a destino.

El automóvil de Freen era bastante moderno y el viaje tardó casi dos horas, un poco menos que aquella otra vez. Exceptuando esos detalles, todo los demás era compatible. Ella llevaba una falda color rosa y una camiseta blanca, bajo un abrigo negro que decidió se quitaría al bajar. De manera rara e increíble, en ese lugar el frío de Seúl no llegaba y, por el contrario, un ambiente cálido las envolvía.

La morena a su lado fue vestida para la ocasión, conociendo de memoria esos cambios de temperatura. Llevaba un vestido amarillo de verano y floreado que, mientras la esperaba contra su coche al salir de casa, voleaba con el viento cual capullo en su transformación. Le parecía tan femenino y dulce como iracunda, implacable a la hora de haberlo elegido.

Freen descendió la velocidad y atravesó el portón grande de entrada, deteniéndose bajo el frondoso árbol a un costado. Cuando apagó el motor, ambas mantuvieron sus miradas al frente, sin gesticulación y casi serias, analizando a dónde y por qué estaban ahora.

Becky se aclaró ligeramente la garganta y abrió la puerta. Abandonó el auto y le dió una mirada a su alrededor: todo estaba justo como lo habían dejado semanas atrás. La cabaña de Nam a las afueras del pueblo conservaba su toque campal, tranquilo mientras las hojas de los árboles soplaban con levedad.

Intentó quitarse el abrigo, afuera el sol no era igual de soportable que dentro pero un abrazó la aprisionó por la espalda y le impidió moverse. Sonrió, el mentón de Freen descansó en su hombro y su respiración serena rozó su cuello. Pasaron segundos, en que decidió permanecer callada pero no alborotarla y la porrista se separó, tomando su mano y comenzando a caminar.

- ¿Por qué aquí hace calor? Estamos en otoño- inquirió confundida-

- Es por esa razón que la familia de Nam adquirió el lugar. Es como mágico...especial. Algunos especialistas dicen que es por la corteza terrestre y otros que solo por el lugar dónde está. Pero lo cierto es que a los dueños les gusta-

- Oh...eso tiene sentido- musitó y Freen volteó a verla velozmente antes de abrir la puerta - la otra vez, la neblina del río parecía de frío, pero cuando lo tocas es tibio, como un jacuzzi. Es impresionante, no creí que esas cosas existieran. Es decir, he leído sobre casos algo paranormales, como la montaña ardiente en Australia, donde el fuego nunca se apaga o Silent Hills, donde la neblina continúa esparciéndose después de tantos años, pero esto es...genial- exclamó con rapidez y deteniéndose en medio del living-

- Armstrong leyendo sobre cosas extra normales? - bromeó Freen - Creí que eras más de hechos confirmados-

- En realidad es paranormal, Freen y...- se detuvo y emitió un grito de miedo, cuando la puerta metros tras ella se cerró con violencia y se abrazó a la morena. La oyó reír mientras le acariciaba el cabello y caminaron de esa manera hasta pasar las llaves en la cerradura y la cadena del pestillo-

- Tranquila, fue la brisa-

- No había viento cuando llegamos- susurró apretándose más contra ella-

- Le ha pasado antes a Nam y nos iremos en unas horas, Bec. Todo está bien-

- Estoy asustada-

- No puedes estar asustada en una cita- la rubia alzó la vista y el pulgar de Freen se arrastró a lo largo de su labio, antes de sellarlos con los suyos suavemente. La calma regresó a ella y sonrió apenada, asintiendo antes de reiniciar la caminata-

Bajo sus EncantosWhere stories live. Discover now