XXVI. Hormonas de San Valentín

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¿Por qué la gente no puede detenerse después del primer beso? ¿Por qué un beso enamora y aumenta los sentimientos? ¿Cuál es la diferencia entre un beso y una sonrisa? ¿Por qué un beso culmina en el amor cuando la sonrisa hizo todo el camino? ¿Por qué la fuerza sobrenatural, exagerada y libre de un beso lo excusa todo?

Es increíble que, en un acto tan tímido, nuestros monstruos más vergonzosos desaparezcan y se alimenten día a día de lo mismo, de la sensación con la que fueron creados y mueran cuando nosotros lo decidimos. Siendo posiblemente el único momento en que jugamos a ser Dios para establecerlo y luego tomarlo en destrucción.

Es el camino de ida que emprendes y del que por seguro no regresas, en el que irónicamente el cansancio físico no existe ni tu mente se agobia. El camino transita por otro lado y quizá te pise el órgano que necesitas. O tal vez tu corazón lo pise a él y el final feliz de los eternos cuentos de amor ocurra.

Entonces ¿por qué la gente no puede detenerse después del primer beso? Simple: porque no quiere, porque no puede y porque el camino está siendo atravesado y, dejarlo a la mitad, sería como pagar un boleto y cederle el lugar a alguien que no lo merece. Convirtiéndose en la acción más tonta, ingenua y de la que no hay regreso porque ¿Qué sucedería si observáramos todo desde fuera de ese estación y a nuestra viaje ser usurpado por alguien más? Las millas que recorrió después de la partida no se devolverían para nuestro turno.

Freen no supo cuánto tiempo llevaba así, abrazada a la cintura de su novia y recibiendo un beso que no podían romper. Podía sentir el cosquilleo en su estómago, el frío en su espalda y las palpitaciones aceleradas que Becky iniciaba, detenía y volvía a marchar con cada movimiento de la mano tras su cuello.

Le había dicho que la quería, porque la quería y, como cada cosa que sucedía cuando con ella estaba, la inconsciencia le ganaba y revelaba sus sentimientos. Su boca no se equivocaba cuando le hablaba y le soltaba la mano a las agresiones que alguna vez le dedicó, asegurándole ahora sin miedo que las cosas habían cambiado.

El paisaje se había transformado. Ya no oía los fuegos artificiales sobre ella ni los vecinos con sus alaridos por las copas de más ¿Cuánto tiempo llevaban besándose entonces? No lo sabía porque no estaba contándolo y no le interesaba saberlo. A cambio, pequeñas gotas heladas caían sobre su cabeza, sobre su nariz y estaban generándole temblor en las manos de Becky.

La apretó más contra ella, sintiéndola pasionalmente de su pertenencia y la lengua de la diva ingresando a su boca le devolvió el mismo pensamiento, le entregó la misma seguridad y le ordenó continuar bajo ese mando. Se sentía como días atrás, en el centro comercial y sobre las escaleras mecánicas donde, si ella no saltaba, alguien más lo haría por ella. Allí era un simple motor que a veces dejaba de funcionar. Ahora era Becky y que, totalmente diferente, jamás se detenía.

- Chicas- escuchó metros más atrás. Era Marco o Jun, tal vez, con un pequeño temblor por el frío en su voz - está nevando. Vengan a tomar algo caliente-

Ninguna hizo caso a sus palabras y ella rodeó la cintura de su novia con un brazo, dejando la otra mano en su mejilla y transmitiéndolo que no quería seguirlo. Pasaron segundos, en que la rubia se sostenía también tirando de su abrigo y tampoco rompía el contacto; por lo que, con un notable suspiro, el hombre que las llamó se adentró y cerró la puerta.

Abrió los ojos, aún cegados por el momento y volvió a cerrarlo, confirmando como, efectivamente, a pesar de la oscuridad, la duda de avanzar se esfumaba.

Con un desliz tibio y delicado, Becky soltó su cuello y rozó sus labios, antes de separarse finalmente.

- Esa es...una buena respuesta. Mejor que las mías en clases de matemática- bromeó y la rubia rio contra su pecho. Ella bajó su mirada y cuando recibió la de Becky, pasó su pulgar por sobre su labio inferior; que temblaba y sus dientes comenzaban a chocar en consecuencia de la nieve - tienes frío- la rubia negó ligeramente y ella sonrió, aun mintiendo se veía dulce, abrazable y besable por mucho que esas palabras no existirían, pero como con ciertas canciones, Becky hacía que cualquier cosa sonara bien - sí, tienes frío-

Bajo sus EncantosWhere stories live. Discover now