CAPITULO 29

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Christian

Estamos en una cárcel de mediana seguridad en las afueras de Atlanta, esperando a que nos permitan ver al padre biológico de Ana. Mi pobre niña está bastante tensa y no deja de moverse de un lado a otro. No me imagino lo difícil que debe ser para ella tener que ver cara a cara a la persona que más daño le ha hecho en la vida, y no solo a ella, sino también a las personas más cercanas a Ana y mucho más.

De sólo pensar estar en su lugar y de estar a punto de ver a la puta adicta o a su proxeneta de mierda, me estremezco. Realmente mi chica es muy fuerte y la admiro por ello. Yo no sería capaz de enfrentar algo así, nunca.

—Tranquilízate un poco, nena —le digo solo para darle algo de ánimo.

—No puedo...

No deja de mover sus pies. La abrazo y le doy un suave beso en la cabeza mientras acaricio su espalda, solo deseo que se calme para que se centre. En ese momento llegan dos guardias con un sujeto vestido de azul y con esposas en las manos, cabello negro y ojos azules iguales a los de Ana. Lo hacen sentar y sujetan las esposas a otras en la mesa. Puede tener poco más de cuarenta años, pero se ve bastante demacrado y falto de vitalidad... de ganas de vivir.

Nos sentamos frente a él y mira fijamente a mi niña, pero ninguno se decide a decir algo. Luego de un rato, decido romper el silencio.

—Buenas, señor Jensen.

Me mira por primera vez y me da una medio sonrisa antes de volver a ver otra vez a Ana.

—Hola hija...

—No soy tu hija.

La frialdad en sus palabras es impresionante. Es mejor que yo.

—Sé que te fallé cuando las abandoné, pero yo quería cambiar y volver con ustedes... —Parece triste y sincero—. Tu madre no me lo permitió.

—¿Y por eso la mataste? —espeta destellando ira.

—¡¿Que yo hice que?! —murmura exaltado—. Se supone que tuvo un accidente.

—Que tu provocaste... —espeta Ana levantando la voz.

—¡Anastasia, no! Yo sería incapaz de...

—No vine a hablar de eso —lo interrumpe y saca el aire de sus pulmones de manera exagerada—. ¿Dónde puedo encontrar a Adam?

—¿De donde conoces a ese maldito bastardo, Anastasia?

Parece preocupado y eso no me gusta.

—¿Dónde lo puedo encontrar? —dice apretando los dientes—. Dime.

—¿Para que lo quieres encontrar? —pregunta frunciendo el ceño.

—No te interesa.

—¿Esa niña de color era tu amiga?

—¿Como lo sabes?

—¿Tienes algo que ver con ese sujeto? —Mi niña no contesta y el hombre me mira antes de continuar—. Oh, Anastasia. ¿En qué te metiste, niña? Ese sujeto no está bien de la cabeza. Entonces fue eso.

—¿Fue qué? —pregunto.

—Cuando me detuvieron, me dijo que me iba a quitar todo, hasta mi familia. Nunca soportó que Carla me eligiera a mí... —Tapa su rostro con sus manos como entendiendo algo—. ¡ES UN MALDITO! —grita mientras golpea la mesa.

Los guardias se acercan, pero les pido que lo dejen un momento. Miro a Ana, tiene su bello rostro bañado en lágrimas. Veo que su respiración se vuelve agitada y me mira tratando de decirme algo.

—Christian... —Empieza a temblar.

—Lo sé, nena. Lo vamos a encontrar.

La abrazo y entierra su rostro en mi cuello. Empuño mis puños tratando de contenerme. Necesito mantener calmado por ella. Me necesita y no puedo descontrolarme.

Steve también llora, pero en silencio. Ese Adam es un hijo de puta. Es quien ha sido el culpable de todo lo que ha sufrido mi niña, haciéndola creer que fue su padre para manipularla a su antojo.

—Todo es mi culpa. Yo confié en él. —Llora y sus manos empiezan a temblar—. Lucy murió por mi culpa.

—No lo es, hija. Yo fui quien dejo que entrara a nuestras vidas y fui yo quien decidió irse para seguirlo.

—¿Dónde lo encuentro, Steve?

La mira y parece que la súplica de su hija tiene efecto en él. Ni yo podría negarle algo a esta mujer. Steve, nos dicta un número y nos dice que esa persona nos ayudará en lo que necesitemos, y que sabe dónde encontrar a ese bastardo.

—Anastasia, hija... Perdóname. —Lo mira confusa y con lágrimas en sus ojos, en unos minutos todo lo que creía de este señor, ha cambiado—. Señor Grey, no deje que ese hombre se le acerque.

—La cuidaré.

Así sea con mi propia vida.

Los guardias se acercan y se llevan a Steve, no sin antes decirle a su hija que la ama y que lo perdone. La abrazo y la saco de ese deprimente lugar. Ana no deja de llorar y me preocupa que voy a tener que llamar a algún doctor para que le dé algo para que se tranquilice.

—¿Cómo les fue? —pregunta Sarah, quien nos espera afuera junto a Ethan.

Ana se lanza a los brazos de Sarah y caen de rodillas. Les cuento lo poco que hablamos y veo como Sarah también llora y Ethan golpea las llantas del auto.

—Debemos regresar a Seattle. ¡Ya! No podemos dejar a los demás expuestos tanto tiempo —dice Sarah reincorporándose junto con Ana.

Anastasia vuelve a mí y ahora parece estar más calmada, ya empezaba a preocuparme. Subimos al SUV y partimos rumbo al aeropuerto donde está el jet de ellos.

Por suerte salimos rápido de Atlanta y podremos estar con nuestra familia lo antes posible y daremos con el paradero del bastardo de Adam. Tenemos que quitarnos ese dolor de cabeza de una vez por todas.

—Estaremos en casa esta noche —dice Ethan sentándose al lado de Sarah y abrazándola.

Ana no ha dicho ni una palabra desde que salimos de la cárcel, su cuerpo aún tiembla. Desabrocho nuestros cinturones y la siento en mi regazo, ella esconde su rostro en mi cuello y siento sus lágrimas bajar por mi pecho mientras su cuerpo se estremece en mis manos. Daría lo que fuera para hacer desaparecer su dolor.

Sarah me indica que la lleve a descansar atrás en el dormitorio y eso hago sin dudar, nos acostamos y se aferra a mí como si fuera su tabla de salvación, la abrazo y siento como su cuerpo se relaja quedándose dormida.

Me pregunto, ¿qué gana ese maldito sujeto arruinando la vida de Ana?, ¿por qué hacerle algo así a una niña de cinco años? Dinero no es...

Conociendo a Anastasia, va a querer ir ella misma a por ese sujeto, pero no voy a permitir que ponga su vida en riesgo, no otra vez. No puedo perder a mi nena... Ella es todo para mí, la quiero para siempre a mi lado...

Para siempre mía.

—Christian —habla dormida y beso su cabeza.

—Te amo, Anastasia. —Me aferro a su pequeño cuerpo—. Te amo, preciosa.

Mi "Hermana" AnastasiaWhere stories live. Discover now