CAPITULO 40

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Christian

Al salir de la clínica sentí que dejaba mi vida allí con ella y con su mirada de desprecio. Me dejé llevar por la ira y terminé perdiendo. Deben entender que las cosas se pueden arreglar de otras maneras sin tener que manchar sus manos.

¿Me pegunto cuantas veces habrán hecho lo mismo? Se veía tan natural en ellos, como si no fuera nada.

Ana no me contesta y no quiere saber nada de mí. He pasado todo el día llamándola y simplemente no me quiere escuchar. ¿Pero qué va a escuchar? ¿Una patética disculpa de mi parte para con ella y Michael?

Debo reconocer que yo hubiera hecho lo mismo si Mia hubiese estado en el lugar de la pequeña Lucy, o peor aún, si ese imbécil le hubiese tocado tan solo un cabello a mi Ana.

Necesitaba ir a la oficina, pero no tuve cabeza para llegar siquiera, y ahora estoy aquí pidiendo al cielo para que Ana venga a casa, que regrese a mí. No quiero volver a mi mundo de mierda, sólo la quiero y la deseo a ella, la necesito a mi lado para que todo en mi vida esté en orden. No puedo permitir que se aleje de mí, gracias a ella soy mejor persona. O por lo menos eso quiero creer.

Lo que sí sé, es que mi vida se renueva cada vez que me adentro en esos bellos ojos azules.

Lo único que puedo hacer por ahora es dejarla pensar y enterarme bien de lo que en realidad ha pasado para buscar la manera de que Ana me perdone. Ese imbécil de Adam, hasta muerto nos jode la vida, y se merece lo que le han hecho, una basura como esa no se merece menos.

Taylor se está demorando, ya que Sophie enfermó y dejé que se quedara un rato con ella. Igual mi equivocación ya está hecha.

El sonido de la puerta me distrae y paso mis manos por mi cabeza tratando de calmar mi molestia. Hago pasar a Taylor y su mirada como siempre, es impasible. Le señalo la silla frente a mi escritorio y lo hace con cautela, ya le deben de haber dicho que sé lo que han hecho. Lanzo el periódico sobre el escritorio y lo observa sin ninguna emoción en el rostro.

—Si sabes que te puedo despedir por esto, ¿cierto?

—Lo sé, señor.

—¿Por qué lo has hecho?

—Para cuidar a la señorita Ana. —Me cruzo de brazos y prosigue al ver que no digo nada—. Adam dijo, mientras los policías se lo llevaban, que unas rejas no lo iban a detener. Michael se preocupó cuando se lo dije para que no bajaran la guardia. Habló con la señorita Ana y ella le dio luz verde para que actuara a conveniencia. Pero evidentemente, ella sabía lo que haría el chico.

»Sólo queríamos detener todo esto de una vez por todas. Esos niños han sufrido mucho por culpa de ese imbécil. —Suspiro sabiendo que está en lo cierto, pero a pesar de todo, sabe que no estoy de acuerdo con ese tipo de soluciones—. Me disculpo con usted por actuar sin su consentimiento, pero no me arrepiento de haber ayudado en que eso sucediera. Si me va a despedir, está en todo su derecho. No pienso objetar su decisión.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Fue la condición que nos dio la señorita. Ella no quería involucrarlo y así no meterlo en problemas. De eso me aseguré.

—¿Y cómo saben que esto no les traerá problemas? Porque estoy seguro de que más personas saben lo que han hecho.

—Sólo una. Un exmilitar compañero mío y de Sarah. Ayudó a Michael a entrar y salir de la cárcel. El chico le dio una buena cantidad de dinero y esta mañana se ha ido del país con su familia.

Al parecer tienen todo calculado, pero odio no tener el control de la situación.

—¿Algo más señor? —Niego sumido en mis pensamientos y se levanta—. Solo permítame unas palabras. Esos chicos han sufrido mucho por culpa de ese sujeto, y a pesar de la difícil vida que tuvieron, son excelentes personas y usted lo sabe. No los juzgue por hacer lo único que saben hacer, que es cuidarse entre ellos a cualquier costo... Reuniré mis cosas y me retiraré. Con su permiso.

Dicho esto, se va.

Debo reconocer que sus palabras son ciertas. Ellos crecieron en ese mundo de lucha, dolor y venganza, no se puede esperar que hagan algo diferente si ven amenazadas a las personas que aman.

Me sirvo otro trago de whiskey y vuelvo a mi silla.

No puedo esperar que Ana piense igual que yo y menos, habiendo sido criada por ese monstruo, y aun así, no puede tener un corazón más hermoso. Decido ir a buscarla, ya es más de medianoche y sigue ignorando mis llamadas, pero no puedo esperar a que amanezca.

Cuando voy saliendo, veo a Taylor y a Gail, quien llora mientras lo abraza. Taylor sostiene un bolso donde supongo lleva su ropa. Creo que estaría cometiendo otro error dejándolo ir también.

—Taylor, llévame con Ana.

Me mira perplejo con el ceño fruncido y Gail sonríe secando sus lágrimas.

¿Cómo puede pensar que voy a prescindir de él, si es el mejor trabajador que tengo y si ha hecho lo que ha hecho, ha sido por cuidar a mi mujer?

Doy la vuelta sin esperar respuesta y me dirijo a mi habitación para cambiarme lo más rápido posible. Me coloco un jean, camiseta negra y americana negra. Algo rápido para salir enseguida. Cuando salgo del edificio, Taylor ya me está esperando con la puerta del SUV abierta.

—Gracias, señor —dice y cierra la puerta para dirigirse al asiento del piloto.

El camino es silencioso y lo agradezco, aunque tanto pensar consume mi cabeza. Llegamos a la casa de Ana y todo está oscuro y silencioso. Bajo del auto sin esperar y me acerco a la puerta, pero alguien llama nuestra atención.

—Lo siento, señor Grey, pero no tiene autorización para estar aquí.

Levanto las cejas escéptico.

—¿Quién es usted?

—Simmons, señor.

—¿Y sabe quién soy? —El sujeto asiente y bufo—. Entonces sabe que es mi mujer quien vive aquí.

—Lo sé, señor, pero la señorita dejó instrucciones de no dar paso a nadie.

—Yo no soy nadie.

Lo miro amenazante y Taylor sostiene mi brazo cuando avanzo hacia el imbécil que se interpone. Simmons levanta un radio y habla.

—Lo siento, señor. La señorita no le permite el paso.

—Claro que lo hará.

Sigo mi camino a la puerta y él me sujeta el brazo. Lanzo un golpe a su rostro y cae desubicado. Camino hacia él y Taylor me sujeta diciendo que él sólo hace su trabajo, pero me importa una mierda. Nadie me va a decir que no puedo ver a mi mujer.

—Ya basta. —Me detengo al escuchar la voz de Michael. Lo veo en el umbral de la puerta pareciendo fastidiado—. Mi hermana ha dicho que no desea hablar con usted, señor Grey. Respete su decisión. —Me da la espalda, pero se devuelve antes de que abra mi boca—. La puede buscar mañana en el hospital, cuando esté con la guardia baja. —Me guiña un ojo y vuelve a la casa.

Lo llamo para que vuelva, pero me ignora y vuelve a desaparecer. A pesar de todo lo que le dije y le recriminé, me habla como si no hubiera pasado nada. Debo reconocer que es un buen muchacho.

—Vamos, señor. —Taylor me llama y sin rechistar hago lo que dice.

Ana es muy testaruda y sé que no me permitirá verla, pero mañana lo haré. No pienso dormir una noche, más que ésta, separado de ella. Su lugar es conmigo y no importa qué, nunca permitiré que se aleje de mí.

Demasiado pasé en ese mes en que la mantuve lejos de mí, no pienso volver a pasar por lo mismo. Ya no más.

Mi "Hermana" AnastasiaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang