Capitulo 30

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Sebastián había llegado de sorpresa a la casa de Samantha, le había comprado una caja de Donas y un vaso de café, quería agradecerle cada día por el resto de su vida y esa era su dulce manera de hacerlo.

– ¡Samantha! – gritó su nombre frente a la puerta, al tener las manos ocupadas no podía tocar el timbre – ¿Samantha, estás ahí? – volvió a gritar – ¿No estará en casa? – susurró para sí mismo acercando su mirada a la manija – oh, dejó la puerta abierta – rió – ¡Samantha, voy a entrar!

Samantha abrió sus ojos de golpe y se sentó rápidamente en la cama al escuchar el grito del chico. Miró hacia abajo y en ese momento recordó todo lo que había sucedido la noche anterior.

– Rocio – le susurró rápidamente mientras la movía un poco – Rocio, despierta – insistió.

– ¿Uh? – preguntó somnolienta. Samantha sentía que no podía estar más sonrojada, no tenía su ropa puesta y Rocio tampoco, simplemente cubiertas por la manta, lo que significaba que sí Sebastián entraba a la habitación... sería una escena difícil de olvidar.

– Sebastián está en la casa – susurró un poco alto. Rocio abrió sus ojos lentamente.

– ¿Cómo que está en la casa? – preguntó sin entender – ¿No cerraste la puerta? – Samantha mordió su labio nerviosa.

– De hecho, no acostumbro a cerrar la puerta por las noches... siempre guardaba la esperanza de que alguien entrara y todo saliera mal – respondió sinceramente. Rocio ya no sentía sueño – pero eso era antes de conocerte, obviamente – rió para no preocuparla.

– Pero cuando vas a trabajar cierras con llave – dijo confundida. Samantha asintió.

– La idea era morir, no que me robaran – respondió en tono obvio – tengo pocas cosas pero todas muy costosas, Rocio – la mayor la miraba sin comprender, anotando mentalmente que debían hablar sobre eso.

– ¿Una blusa? – preguntó al verla en el suelo – oh, no – susurró asustado dejando rápidamente la caja de donas y el vaso de café sobre la pequeña mesa a un lado de la puerta – ¡¿Samantha, estás bien?! – preguntó nervioso caminando hacia las escaleras, pensó que habían entrado a dañarla.

– ¡Rápido! – le decía Samantha ansiosa mientras que abotonaba su pijama – ¡Eres demasiado lenta! – Rocio rió irónica y prefirió guardarse sus comentarios.

– Ya está – respondió completamente cambiada – ¿Quién es la lenta ahora? – preguntó sarcástica.

– En todas mis historias sigues siendo tú – sonrió sarcástica mientras terminaba por ponerse su pantalón corto. Rocio no pudo evitar reír, su novia era una magnifica escritora.

– ¡Suéltala! – fue lo que dijo Sebastián al abrir la puerta de golpe, terminándola por desprender, solo para encontrarse a la pareja desordenadamente cambiada, cada una de pie a un lado de la cama.

– ¡Mi puerta! – jadeó Samantha dolida acercándose a ella. Rocio hizo un gesto.

– ¿No estás en problemas? – preguntó el chico confundido mientras veía a su amiga arrodillarse frente a la puerta que estaba a punto de caer al suelo.

– Sus bisagras... – susurró detallando el daño – ¿Cómo pudiste? – preguntó dirigiendo su mirada a él.

– Pensé que estabas en problemas – respondió sinceramente – la puerta de entrada estaba abierta y tu blusa en el suelo, con todo lo que ha estado sucediendo pensé en lo peor – las mejillas de Samantha no podían retomar su color, del mismo modo su ceño fruncido no podía suavizarse – pero no te preocupes, puedo repararla – sonrió. 

Paper Hearts || Factor RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora