Capítulo catorce

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Rachel-Rebekha

Me mantengo los siguientes tres días como un león en su jaula caminando de un lado a otro. No he visto más a Luca desde la última vez que nos besamos y eso, eso me tiene alterada. No debería haber dejado que me besara y me tocara en la forma que lo hizo, pero yo lo quería en el fondo lo quería.

Los días se vuelven aburridos.

—Estoy harta de estar aquí  —me quejo con Daltón, el apuesto guardaespaldas que Lucas ha designado a que sea como un chicle pegado a mi ropa— estiy harta de tomar café como si fuese parte de la alta alcurnia y todas esas ridiculeces de los millonarios mafiosos.

Camino hacia la casa y el sólo hecho de llevar zapatos de tacón todo el tiempo me molesta. Estoy furiosa y por ello me detengo a medio camino y me las quito tomándolas con mis manos, los hombres que custodian la casa me miran con curiosidad y voy directo a la fuente y lanzo los tacones allí.

Llevo las manos a mi cabello y lo suelto deshaciendo los ridículos peinados que me hacen por la mañana como si yo fuese la maldita primera dama. Me quito las prendas, zarcillos, collares y las tiro también.

—¿Acaso esa es una pataleta?— la voz de Lucas hace que enderece la espalda y voltee a mirarlo con la rabia dirigida a él.

—Nada de esto estuviese pasando si nunca hubiese conocido a Marcos.

—Si— pronuncia alzando una ceja—pero estarías siendo violada en estos instantes por algunos de los clientes que frecuentaban aquel lugar de dónde te sacó.

—Dejame ir, no lo soporto. No quiero vivir encerrada en esta enorme casa— la señalo— no diré nada— intento persuadirlo y sus ojos me estudian con detenimiento — déjame ir con mi hermano y nunca más sabrás de mi.

—No te dejaré ir— es lo que dice— si lo hago corres el riesgo de ser buscada por mis enemigos o quizás por el amante de Rebekah.

Frunzo el ceño.

¿Amante? No sabía que tenía un amante.

—De igual manera hiciste un trato conmigo.

—No lo hice contigo, imbécil, lo hice con Marcos y es más es con quién debería hablar y no contigo mafioso de mierda— paso por su lado pero su mano en mi brazo me detiene y su mirada me intimida.

—¿Quién te crees para llamarme imbécil?— aprieta la mandíbula mientras comienza a caminar conmigo tomada del brazo—¿Sabés?, soy un mafioso de mierda tal como lo dijiste, he matado y he hecho mucho más de lo que viste aquella noche en mi habitación — me lleva con él y la servidumbre nos mira con curiosidad pero hacen como los que no vieron nada.

¿Acaso están acostumbrados a ver a su jefe arrastrar mujeres por su gran casa?

El despacho de Lucas queda bajo las escaleras y abre la puerta metiéndome en ella.

—Será mejor que obedezcas.

—Vete a la mierda, hijo de puta asesino.

Me toma de ambos brazos y siento que en cualquier momento va a golpearme pero sus ojos brillan de rabia y me lanza contra el mueble de cuero del lugar, me incorporo rápido y me voy contra él lanzándole la bofetada que nos detiene a ambos.

Son segundos los que se me hacen largos viendo su reacción de furia, sus ojos brillan y me toma con mucha más fuerza girando mi cuerpo contra la cuerina del mueble, mis manos las toma llevando mis brazos a mi espalda y siento como me coloca unas esposas.

—Ahora sabrás que tan hijo de puta asesino y mafioso de mierda soy, Rachel— me dice y me quedo de piedra en el momento que me sube el vestido dejando mi culo a la vista con las bragas que llevo— aunque estés usurpando el lugar de otra, me debes respeto por qué soy el Don de Italia.

—No soy Italiana y por ello no te debo nada.

Grito cuándo me da una sonora palmada en la nalga.

—¿Que te pasa?— grito furiosa y nuevamente me golpea, luego son tres y luego cuatro. Emito un grito y luego guardo silencio porque no quiero que escuche mis gritos.

La piel me arde mientras de su boca no dejan de salir palabras recordándome lo que soy y de dónde vengo.

—¿Está claro?

—No pienso obedecerte. ¿Porqué crees que estoy aquí? Fue por haber desobedecido a mi hermano mayor— unas lágrimas abandonan mis ojos cuando está vez la nalga es más fuerte. El hecho de que esté sobre mí y me esté nalgueando me gusta, de una forma retorcida ha hecho que esté empapaba y una corriente de excitación me recorra con cada nalgada—¿Te gusta anotarme, Luca?— le pregunto y vuelve a darme una nalgada— ¿A mí sí?— intento persuadirlo — estoy tan mojada ahora y ¿Que harás?, nada porque nunca dejaría que un maldito como tú me toque.

Luca me gira y el mero toque de la piel de mi nalga contra la cuerina arda y duela mucho pero me trago el dolor en el momento que lo veo bajarse la bragueta del pantalón y sacar el miembro erecto que me deja embobada por el cambio repentino entre nosotros, he pasado de estat furiosa a estar mojada por un mafioso y con su polla cerca de mí.

—¿La quieres?— se acaricia bombeando y lanza el chorro de saliva en dirección a su erección y me quedo de piedra viendo cómo se da placer. Se levanta y presiona un botón que está en algún lado de la mesa, me gusta verlo así y lo deseo pero debo guardarme esos deseos en el fondo de mí si no quiero delatarme.

—Suéltame — pido pero entonces la puerta se abre y una rubia en ropa interior entra al despacho. La mujer ni siquiera me determina.

—Ahora verás como a otra le doy lo que tanto estás deseando ahora.

La mujer se sube en el mueble que está frente a mí y se coloca en cuatro con el culo levantado en dirección al hombre que estoy odiando mucho más en este instante.

—¡Suéltame!— grito fuerte pero no le importa y mucho menos cuándo se coloca un látex y acaricia su polla contra la abertura de la mujer a la cuál le ha corrido las bragas que lleva y luego la embiste. La mujer habla en Italiano y la acción comienza, los gemidos de la rubia me alteran los nervios pero nada como la vista del Don que me ve mientras se folla a otra.

Me muevo sobre el mueble e intento girarme pero tengo las manos atadas hacia atrás y me es imposible librarme sin ayuda.

La mujer es embestida con fuerza y no es hasta que terminan que ella se va como si nada y él hace como si nada.

—Puedo tener un coño dispuesto a mi a cualquier hora que quiera, esa mujer que acaba de salir trabaja para mí y es una de las mejores bailarinas que alguien haya visto jamás.

—¡Que bien que tengas un coño! Ahora suéltame.

—Noto que no haz aprendido nada.

—No, cómo te dije. Pierdes tu tiempo conmigo.

Luca se limpia las manos y se termina de acomodar el pantalón antes de acercarse a mí.

—No me toques, asqueroso.

—¿Que pasa si toco aquí?— lleva sus dedos a mis bragas e intento alejarme pero ya me ha tocado— eres una chica sucia, estás mojada y ahora tendrás en mi mente como follé a otra delante de ti. Ahora vete.

Me suelta de las esposas y acomodo mi vestido mirándolo con demasiada rabia, me voy a la puerta y me voy dejando mi dignidad en aquel despacho.

Necesito un baño de agua fría, uno con hielo preferiblemente..

Usurpando La Mafia Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz