Recobrando la fuerza interior

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El rayo de luz entró directamente hacia sus ojos. Alicia arrugó la cara y se giró para enterrar la cara en la almohada. El sueño empezaba a atraparla en sus suaves redes hasta que abrió los ojos de golpe, miró el despertador y descubrió con horror que eran las ocho de la mañana, la hora de entrar a su trabajo. Se levantó de un brinco y botó las sábanas. Entonces sintió sus piernas. Soltó un grito y giró la cabeza al otro lado de la cama. Tom estaba sentado recargado sobre la cabecera. Tenía puesta una bata de seda y no llevaba pijama. Alicia lo miró ahora como si no lo reconociera. Él le devolvió una mirada divertida.

─Buenos días...

─ ¿Qué haces aquí?

─Mmm, no lo sé, soy tu prometido. Merezco dormir en la cama con mi doncella ¿No?

─No.

─ ¿Disculpa?

─Digo que no eres mi prometido, eres mi novio. Y bueno, sí, sólo que me espantaste...─ susurró con las mejillas encendidas por la pena y el poder intimidante que de la nada ese hombre había adquirido.

─Oh, disculpa.─ dejó escapar una sonrisa limpia, una sonrisa de él. Alicia respondió con una sonrisa estúpida y él la miró de nuevo. ─ ¿Te vas tan rápido?

─ ¡¿Rápido?! Tom, ya debería de estar en la oficina, mi jefe se va a volver loco....

─ ¿Cómo me llamaste?

─Tom... Oh, es cierto. Que ahora prefieres Thomas William. Pues bien, Thomas William, debo irme.─ Alicia se puso en pie y salió hacia el clóset para sacar una falda formal y un saco casual a juego. Miró de reojo a Tom y vio que él estaba muy entretenido con su algarabía matutina. De pronto sintió pena de cambiarse frente a él, cosa tonta pues se habían cambiado viéndose mutuamente millones de veces. Con disimulación tomó sus prendas de vestir y se dirigió a la puerta.

─ ¿A dónde vas?─ le preguntó él. Tenía la mirada divertida, los ojos azules brillantes por la travesura y una sonrisa abanicada en los labios.

─A... vestirme.

─Puedes hacerlo frente a mí. No me va a molestar...

─No, preferiría hacerlo en el baño. Así te puedes vestir tú.

─ ¿Quién dijo que me quería vestir?

─Oh... Bueno, pues yo sí, pero me voy a...

─Hazlo aquí.─ dijo entonces con esa voz firme y acosadora. Alicia se volvió y dejó el saco y la falda sobre la cama. Tom se acomodó como un espectador. La chica se giró para buscar una camisa y se decidió por una roja. Se volvió hacia el frente y se quitó la camiseta del pijama, apresuró los movimientos para ponerse la camisa y abrochar los botones de la misma. Levantó la vista y Tom la miraba con una ceja levantada, estiró la mano a la mesita de noche y alcanzó una copa de vino. Alicia abrió los ojos.

─ ¿De dónde la sacaste?

─ ¿Qué?

─La copa...

─De la cocina...

─ ¡No! Esa copa no estaba ahí hace dos minutos...

─Claro que estaba, estás tan nerviosa que no la viste. Ha estado aquí desde antes que te despertaras. Sigue, vamos...─ Alicia quería replicar de nuevo, daría su brazo derecho por apostar que esa copa no estaba, pero la voz de Tom se acentuó fija e intimidante. Se bajó el short y se puso la falda tan rápido que casi se cayó. Tom soltó una risita inocente y dio un sorbo a su copa. Una vez que terminó de vestirse el saco, le dirigió una mirada rencorosa y salió de la habitación descalza. Fue al baño y se arregló el cabello. No se tardó más de tres minutos. Volvió con paso veloz para ponerse los tacones y soltó un grito. Tom estaba de pie frente al espejo. Un traje rojo de terciopelo definía su figura delgada. Mocasines a juego y un pañuelo coqueto culminaban la elegancia.

─Pero, pero, ¿qué diablos? ¿Cómo lo hiciste?

─ ¿Qué? ¿Escoger mi ropa? Bueno, tengo un buen gusto...

─ ¡NO! ¿Cómo te vestiste en tan, tan poquito tiempo?

─Mi doncella, te fuiste al baño por casi 20 minutos, tuve tiempo de sobra.

─ ¡No es cierto! ─ replicó Alicia, estaba segura, no había sido tanto tiempo.

─Sí lo es. ¿Te gusta cómo me veo? Sí. Seguro que sí. Tengo una cita en el Parlamento.

─ ¿Cita en el Parlamento?

─Así es, ¿puedes creer que hablaré con el Ministro?─ Tom parecía más emocionado que si hubiera ganado un Óscar.

─No... Pero, ¿por qué tienes que ver al Ministro?

─Negocios... Negocios.─ Tom terminó de arreglar su saco y se giró para ver a la chica. ─Te ves muy guapa. Me gusta, suéltate el cabello.

─ ¿Qué?

─Déjalo caer en tus hombros...─ susurró con aire fanático mientras entornaba sus ojos hacia ella. Alicia soltó el chongo que mantenía quieto su cabello y obedeció dejándolo libre. Tom sonrió. ─Así es, mucho mejor...─ caminó hacia ella y la tomó por la cintura besándola apasionadamente sin darle tiempo siquiera para respirar. Alicia puso las manos alrededor del cuello de él y lo acercó. Era verdad que había cambiado, pero no se podía engañar en que seguía gustándole físicamente. Y podía llegar a acostumbrarse a su nueva actitud, aunque siguiera sintiéndose inquieta, durante el beso sintió algo más, como si estuviera besando a alguien extraño. Abrió los ojos y se separó, por un momento los ojos de Tom habían dado un reflejo verde.

─Lo siento, debo irme... ¿Irás a grabar después de tu visita en el Ministerio?─ Alicia estaba evitando la vista del muchacho, habría jurado que sus ojos habían cambiado. Se acomodó el saco con el pretexto de evitar su mirada.

─No lo sé. Puede ayudarme con popularidad y generar una confianza con las masas, pero...─ Tom en verdad parecía devanarse los sesos para elegir si volver a la producción o no. Alicia jamás pensó en verlo así de preocupado por elegir si hacer el trabajo que solía hacer o no...

─Tom-Thomas, tú amas el cine, la actuación.

─ ¿Enserio?

─ ¡SÍ! Por Dios, ¿no lo recuerdas?

─Esto... Claro que sí, pero creo que eso me aburrió.

─ ¿Aburrirte?─ Alicia sentía que su fuerza interior se recobraba después de acostumbrarse una noche y una media mañana a este cambiado y renovado Tom Hiddleston. Ya se atrevía a mirarlo sin sentir el terror que había sentido la noche pasada.

─Sí, creo... Bueno, bueno. Iré. Pero no aseguro estar completamente de vuelta. Debo irme...

─De acuerdo... Te amo.─ Alicia lo dejó salir sin pensarlo, estaba con Tom, siempre se lo decía cuando se despedían para irse a trabajar. Pero ese ya no era Tom, el pensamiento le taladró el cerebro e hizo que levantar la mirada a los ojos de aquel. Él la miraba confundido, como si no supiera qué debía contestar. Tom siempre le respondía un "Te Amo" pero este Tom, no. Los ojos azules bailaban con nerviosismo. Por primera vez lo veía inseguro, desprotegido. ¿Qué había hecho? Sólo le había dicho sus sentimientos.

─Sí, esto... Nos vemos por la noche, Doncella...─ dicho esto salió casi corriendo y Alicia volvió de su aturdimiento cuando escuchó el portazo que dio al salir del apartamento. Se giró y echó a correr para alcanzarlo, quería hablar con él pero al salir no lo vio. Vio el elevador y notó que no estaba en funcionamiento, echó a correr, descalza como estaba, hasta las escaleras, pero de Tom no había ni un rastro. Parecía haber desaparecido. Confundida, triste y decepcionada volvió al departamento y se tumbó en el sillón. No le importaba demasiado que estuviera media hora retrasada al trabajo, lo que robaba su mente eran tres cosas: Tom había cambiado, podía hacer cosas que parecían inhumanas y sobre todo, parecía que ya no la amaba.

Este cuerpo es un errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora