¡La eminencia!

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Pasar de vivir en México a Inglaterra era algo muy drástico. De ese lado del mundo, una podía reírse a carcajadas, soltar bromas e improperios, y la vida seguía su curso normal. En Inglaterra no era tan bien visto que una se anduviera riendo como drogada todo el tiempo.

Eso dolía, creo que fue lo que más trabajo me costó cambiar. Tenía una risa jodidamente estridente.

La comida, joder ¡cuánto extrañaba la comida! Los tacos, los pambazos, el mole, en fin... La gastronomía mexicana me hacía falta considerablemente. No es que la comida británica fuera mala, pero era aburrida. No había mucho de dónde escoger, por esta razón y por los nervios bajé más de tres kilos en menos de un mes. Quizá ese era el lado bueno.

Mi familia era otro de mis puntos débiles. En México no había tenido la oportunidad de vivir sola, sino que siempre estuve acompañada de mis dos hermanos mayores y mis padres, y cuando mis hermanos se casaron, seguí viviendo con papá y mamá. Así que, cuando llegué a Inglaterra, sin nadie conocido, fueron dos golpes bajos de jalón: tendría que vivir sola en otro país, totalmente contrario a lo que estaba acostumbrada. Y no podría correr con mamá para que me consolara.

Estudié cinematografía, mis sueños eran ser otra Del Toro, Kubrick... Claro, no pedía nada. ¿Qué cómo terminé en Europa? Gracias a un concurso de cortometrajes. El premio para el primer lugar era una beca de estudios para la London Film School con la posibilidad de trabajar en una casa productora independiente en Londres por un periodo de tiempo.

En cuanto me enteré, me puse eufórica. Me hice de un equipo de producción, con amigos de la misma universidad. Tuve que trabajar en dos empleos diferentes, pues necesitábamos un montón de dinero para la producción general. En fin, ganamos. Cuando nos dieron la noticia no cabíamos de felicidad. Yo había sido productora y guionista.

Y terminé trabajando en Londres como la asistente, del asistente, del asistente de Producción. Así que no tenía que ocuparme más que de llevar los cafés y de arrastrar los cables del camarógrafo que lo necesitara durante el rodaje. Mis amigos, mi equipo de producción, no consiguieron trabajo tan pronto. Sólo dos teníamos empleo.

Estudiaba por la mañana un curso de guionismo y edición en la escuela de cine londinense y por la tarde trabajaba en una casa productora de cine independiente. No podía negar que estaba aprendiendo demasiado, pero sí me había dolido un poquito el ego, el hecho de pasar de productora a la que traía el desayuno para el productor y compañía.

Esta casa productora: Wolf Films, estaba empezando un largometraje de ciencia ficción, así que el mundo estaba de cabeza. Entre utilería y actores, todos andábamos locos. Había veces que me llamaban hasta las dos de la mañana, y tenía que ayudarles a los de escenografía.

Para el mes, ya no podía evitar dormirme en cualquier lugar donde me sentaba. Pero no podía estar más feliz. Iba empezando el sueño que había imaginado toda mi vida.

Mi estabilidad mental no duró mucho tiempo. Llegó él, y todo alrededor mío se vino abajo.

...

─ ¡Alcántara!─ gritó mi jefe inmediato. Corrí a donde estaba y me aventó unas hojas engrapadas. ─Es el guión técnico, llévaselo a Connors.

Salí corriendo, esa tarde era de las atareadas, llegué con el director de cámaras y le di el encargo. No sé por qué, pero creo que todos me veían como el payaso del show. Era irritante hasta cierto punto, pero debía aguantar. Entonces vi a la protagonista, una actriz de poco renombre, egresada dos años antes de la Escuela de Arte y Dramatismo de Londres; Laurie Hanson. Era bonita, no podía negarlo.

Piernas largas, delgada, cabello castaño, ojos verdes y pestañas largas. No había tenido mucha oportunidad de verla actuar porque siempre me traían corriendo de un lado al otro, y por lo general rodaban en las mañanas, cuando yo estaba estudiando.

Tres, dos, uno... ¡Acción!Where stories live. Discover now