El big bang

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El domingo no hubo llamado, Héctor, sin embargo sí tuvo que ir a trabajar, y aparte teníamos deberes de la universidad, se quejó haberser emborrachado y no haber aprovechado mejor el tiempo del sábado para hacer su tarea. Quejándose y todo se fue.

Tenía que corregir varios trabajos, así que con afánde tener la tarde libre, me puse temprano a hacer los deberes. No es que planeara salir a algún lado, sólo odiaba tener carga de tarea en la noche, mi cerebro dejaba de funcionar bien como a eso de las ocho.

Conecté mi reproductor en el estéreo y puse por alto varias bandas sonoras que me gustaban para concentrarme, entre ellas de la película Gladiador, El señor de los anillos, Harry Potter, entre otras. Según yo sin nada de distracciones más que la música, mi tarea y yo.

Hugo me marcó como a medio día, me invitó a salir a comer, y le tuve que rechazar la propuesta, argumentando la tarea que tenía encima. Afortunadamente, él no insistió y hasta se ofreció a ayudarme con los deberes, cosa que también rechacé. Al final se rindió y me dejó trabajar.

El siguiente en molestar fue Héctor, había olvidado no sé qué chunche en su cuarto y quería que se lo llevara hasta su estudio, lo tuve que mandar muy lejos. Cuando estaba en las últimas de mi tarea me llegó un WA. Era el señor Cumberbatch, con otra nota de voz:

"¿Te molesto?"

"Sí, hago tarea." le mandé una de vuelta, después de haberme despertado a las dos de la mañana estaba enfadada con él. Mejor dicho estaba haciendo un berrinche digno de una niña de cuatro años.

Seguí con lo mío y él me dejó en visto, rodé los ojos y continué trabajando hasta qué me mandó otra nota de voz:

"Aunque te interrumpa, abre la puerta de tu departamento".

En ese momento alguien llamó a la puerta del depa, di un respingo y dejé el celular sobre la barra para bajarme del taburete e ir a abrir. Pensé que sería él y me reclamaría en persona el no haberle contestado, pero no, era un joven repartidor.

─Tardes. ¿Es usted la señorita Alcántara?─ preguntó siguiendo el protocolo de formalidad que le exigía su empresa. Asentí incapaz de hablar. ─Le han mandado algo, señorita, por favor firme aquí...─ me extendió una tabla porta folios y me señaló una línea al final de una lista de no sé qué cosas. Firmé y entonces le pregunté con la mirada qué era lo que había recibido. ─Oh, perdón, en un momento lo suben.

¿"Lo suben"? ¿Pues qué era? Otro joven con el mismo uniforme que el primero llegó con un arreglo floral que le cubría la mitad de la cara. Abrí los ojos y el recién llegado jadeó on obvia molestia de haber subido cuatro pisos con eso en el regazo.

─Oh, perdón, pasa, déjalo... Ahí sobre la mesa.─ el joven asintió e hizo lo que le dije. Pasándose la mano por la frente para secarse el sudor me miró y reaccioné que querían algún tipo de propina, una vez que les di una buena suma, ambos se marcharon felices. Me giré hacia el enorme arreglo de flores, entre ellas estaba rosas, claveles y... jazmines. Sonreí, jamás me habían mandado flores, en mi vida... Mi celular empezó a vibrar y corrí hasta la barra para ver que se trataba de Benedict. ─ ¿Bueno?

─ ¿Te gustó?─ su voz sonaba jovial, estaba sonriendo.

─Oye, no debiste... ¡Está realmente hermoso! Pero no debiste...─ susurré sonriendo para volver frente al arreglo y acariciar las flores. Benedict se rió.

─Es una ofrenda de paz. No sabía qué regalarte, y bueno, pensé: "tiene nombre de flor, regalémosle flores" ¿Te gustan los jazmines o me vas a salir con que ni te gustan, así como eres, ni me extrañaría...

Tres, dos, uno... ¡Acción!Where stories live. Discover now