Dos ingleses y un camerino

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─ ¿Qué tienes?─ me preguntó Héctor el camino de ida a nuestros trabajos. Le miré con una ceja arriba. ─Has estado en las nubes todo el día. ¿Puedo saber qué te pasa ahora?

─Nada, estoy distraída. Mejor cuéntame cómo va la segunda parte de tu plan.

─Eso está muy bien, pensé que ya te había gustado tu trabajo. Con eso que ayer te dieron el día.

─No te entrometas, dime de qué va.

─Bien, pues ahora serás un angelito de Dios.

─No entiendo...─ negué mientras salíamos del subterráneo.

─Te comportarás muy bien, serás la asistente personal más activa y más servicial del mundo, además de una persona tierna y linda. No le gritarás, si te dice que eres basura, lo aceptarás.

─Oye, no sé muy bien cómo me va a beneficiar eso...

─Lo harás sentir mal, muy mal... Lo harás arrepentirse por haberte tratado mal. A tal grado que renuncie o te haga renunciar, o en el mejor de los casos cambie su actitud contigo.

─No lo sé... Creo que Benedict huele a tres metros mis cambios de humor, y siempre sabe cómo escurrirse de todo.

─Inténtalo, si esto falla, ya mejor te haces a la idea de que tendrás que seguir trabajando con él.

─Vale, ya te avisaré cómo salen las cosas. Nos vemos en la casa...

─Adiós, mantenme al tanto de todo.─ Héctor se despidió de mí con una sonrisa elocuente. Le dije adiós con la mano y me encaminé al estudio. Ser un angelito, trataría, aunque con ese hombre era muy difícil ser amable.

Hugo estaba vuelto loco con unas cosas de permisos federales, así que no pude saludarlo. Tampoco Judith estaba disponible, todos estaban muy ocupados ese día. Estaban grabando, así que pude ir al camerino de Cumberbatch sin preocupación de verle la cara tan pronto.

Tenía una terrible preocupación de no poder mirarlo a los ojos de nuevo.

Cerré la puerta y husmeé por ahí en sus cosas. No había mucho, sólo estaba su mochila y su chaqueta, además de las llaves de un carro sobre la tarima de madera. Me senté en el piso y puse música. Luego recordé que Héctor había dicho que tenía que comportarme como la asistente modelo. Así que me levanté y salí a la cafetería para pedir un té helado, una botella de agua fría y una al tiempo.

La puerta del camerino se abrió y me levanté de inmediato del piso arrancándome los audífonos de los oídos. Benedict entró riéndose alegremente y venía con alguien, al pensar que sería Laurie se me revolvió el estómago, pero no, definitivamente siempre iba a tener sorpresas con Benedict. Unas desagradables y otras más muy agradables como ésta.

─Te lo juro, jamás pensé que fuera posible...─ decía el actor mientras dejaba la puerta abierta para que su acompañante entrara al camerino. Al verlo casi me desmayo, sus ojos eran más azules en persona, y su pelo era mucho más rubio.

─ ¡Eres un idiota!

─ ¡Tom Hiddleston deja de ofenderme o haré que te echen!─ hasta entonces Benedict reparó en mí, se quedó callado, yo estaba mirando a Tom que se fijó en mí y sonrió abiertamente, le sonreí también y Benedict se aclaró la garganta volviéndome en sí. ─Jazmín...─ dijo con la voz grave ofendida por dejar de ser el centro de atención.

─Yo... Señor Cumberbatch, muy buenas tardes.─ respondí en el tono más profesional que pude. Él levantó una ceja sacado de onda. ─Me permití la libertad de traerle un té helado, o quizá prefiera una botella de agua solamente, está fría y al tiempo.─ dije señalando los vasos y botellas sobre la mesita de madera. Tom sonrió y miró a Benedict de una manera interrogante, como si con lo que yo dije le hubiese demostrado algo a Benedict, que miraba los vasos y a mí de forma alterna, sin saber cómo reaccionar.

Tres, dos, uno... ¡Acción!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora