El plan maestro de Héctor

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Yes, no, maybe... I don't know. Can you repeat that question? You're no the boss of me now! You're no the boss of me now! And You're not so big...─ apenas abrí mi departamento, el intro de una de mis series favoritas: Malcolm in the middle, me invadió la cabeza. ¡Hasta la canción de inicio me podría quedar a mi propia situación! ¿Es que el universo confabulaba contra mí?

Héctor estaba echado sobre el sillón y cantaba la canción con tanto esmero como un rockstar, ambos amábamos esa serie, pero ese día ni siquiera una buena dosis de comicidad podría animarme. Mi amigo giró su cabeza con una enorme sonrisa esperando seguramente que me aventara junto a él en el sofá y cantáramos el intro. Apenas me vio la cara que traía la sonrisa se le borró y se levantó de un salto apagando la tele.

─ ¿Qué pasó?

─Nada.

─No me vengas con tonterías, soy un experto en tu patética persona... ¿Qué te hicieron?─ le bufé, me quité el abrigo y lo dejé sobre el perchero. Después fui directo a la cocina, abrí el refri y encontré lo que quería: un gran bote de helado napolitano, eso, me ahogaría en su cremosidad, con una manta y lloraría mi pena. Volví a la sala y me eché sobre el sillón, Héctor se sentó frente a mí. ─Vale, ¿a quién le debo de patear el trasero?

─A Benedict Cumberbatch.─ respondí fríamente.

─Ok, ya vuelvo...─ se levantó y se giró con los ojos de platos. ─Espera, ¡¿qué?!

─Que le patees el trasero a Benedict Cumberbatch...

─ ¿El Bendict que estoy pensando o es su gemelo malvado?─ solté un suspiro enorme y abrí el tarro de helado, comencé a comer. ─Ok, ¿me vas a contar qué pasó? ¡Deja de tragar y dime qué te pasó!

─Soy la asistente de Benedict Cumberbatch, ¡¿Feliz?!─ le espeté con lágrimas en los ojos. Héctor frunció el ceño, y negó.

─Ahora estoy más confundido, ¿no deberías estar la mar de feliz y trepándote por las paredes?

─No.

─ ¿Por qué? ¿Tan malo es ser la asistente? Ah, ya sé... Le propusiste matrimonio como toda fan histérica y él se aterró...

─No seas imbécil. Él no es como suele aparecer en cámaras, es un insolente...

─Vamos, Jazz... Sabemos de sobra que eso es lo que tiene que ser. Los famosos muestran una cara en las cámaras pero en realidad son otros, son humanos, no son dioses.

─Pues no creí que fuera tan buen actor.

─ ¿Me vas a contar?─ dijo por enésima vez. Dejé el bote a un lado y lo encaré, con gritos, palabrotas y lloriqueos le conté absolutamente todo cuanto había pasado. Héctor estaba sorprendido cuando terminé. ─Vaya, esto supera mis expectativas... Es un tarado...

─Dímelo a mí. Lo tengo que soportar todo lo que dure la grabación.─ sorbí por la nariz y tomé de nuevo mi bote de helado.

─Estás tan deprimida... Mira, no puedes dejarlo ganar.

─ ¿Qué quieres decir?

─No lo sé, se suponía que tú debía de completar la frase.─ rodé los ojos y dirigí mi mirada a la pantalla. Esa noche iba a ser larga...

Llegué con ojeras al trabajo. En la mitad de las clases no puse atención y estuve bostezando la mayoría del tiempo en la universidad. Hugo me vio y corrió hacia mí, el radio que traía sujeto al cinturón no paraba de sonar, tantas órdenes que ni siquiera sabía si todas eran para él u otros canales se metían en la frecuencia.

Tres, dos, uno... ¡Acción!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora