Capítulo 2

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Con dos abrigos y una bufanda seguía sintiendo que el frío calaba mis huesos. Diciembre siempre ha sido increíblemente helado y si a eso se le suma que el reloj recién marca las siete con treinta de la mañana da como resultado un frío de mierda. Aunque Lindsey parecía estar bastante cómoda con su delgada chaqueta y ese gorro de lana sobre su negro cabello. Me dedicó una brillante sonrisa y le respondí con una totalmente falsa. ¿Quién sonríe a esta hora?

Me hacía sentir estúpido estar sentado con ella en lugar de estar durmiendo. Después de todo tenía sólo hasta las once y treinta para dormir antes de entrar a mi entretenido trabajo en la cafetería, en el que debía estar encerrado hasta las siete de la tarde por menos del sueldo mínimo. Y aun con dos trabajos no alcanzo a cubrir mis gastos, es terrible. ¡Y ni siquiera tengo una vida lujosa!

- ¿Qué piensas? -Lindsey me dio un codazo en el costado.

- Pienso que soy un tonto por estar aquí y que tengo mucho sueño y que eres una morbosa de mierda. Si no soy un rarito, lo cual es lo más probable, tendrás que ir a trabajar por mí en la tarde.

- Ni lo sueñes. Odio el café de ese lugar.

- También yo -suspiré-, pero es tan cargado que me mantiene despierto toda la noche mientras le respondo el teléfono a esos idiotas.

Nuestra charla sin sentido se vio interrumpida por una amable enfermera que desde una corta distancia llamaba mi nombre. Con pesar me puse de pie y me acerqué a ella, su amabilidad así como el bonito mobiliario se debía claramente a que era una clínica pagada por mi seguro médico. Gracias a Dios.

- El doctor está esperándolo -murmuró ella, y con el mismo tono de voz me indicó el número de la puerta en donde mi doctor esperaba.

Se trataba de un hombre joven y alto, su rostro lucía guapo pero había una mueca burlesca en él. Traía lentes con un marco negro bastante grueso y sobre ellos una prominente frente bajo un negro cabello peinado con gel. Realmente parecía uno de esos tipos a los que les dices que no en Tinder, pero con la bata blanca lucía bastante profesional.

- Mi nombre es Brendon Urie -se presentó, yo sonreí.

- Soy...

- Gerard Way, sí -asintió el hombre- ¿Por qué estás aquí?

Yo fruncí los labios. Realmente iba a ser incómodo contarle todo el cuento a este hombre, pero de igual modo me descontarían la cita con él de mi seguro médico y más valía aprovecharla. Moví mi cabeza para hacer sonar mis vértebras y luego de soltar un largo suspiro me decidí a hablar.

- He estado viendo la tele -comencé-. Estos... tipos, ya sabe, con órganos femeninos en su interior... yo, uh, digamos que quiero saber si... bueno, si soy uno de ellos.

- ¿Por qué tienes esa duda? -lo bueno fue que el doctor Urie no se burló, sino que se mostró realmente interesado por el motivo de la consulta.

- La fecha y el lugar cuadra, pero no puedo preguntarle a mi madre directamente porque nuestra relación es bastante mala. Además, bueno, siempre me he sentido un poco más femenino de lo normal y... sé que es una tontería, pero mi mejor amiga me obligó a venir y sólo quiero saber si tengo eso en mi interior o no.

- Hace algunas semanas vino un muchacho a esta clínica, yo mismo conversé con él. Estaba bastante interesado en hacerse una inseminación artificial, y luego de unos estudios descubrimos que se podía hacer. Lo hicimos y hace unos días descubrió que resultó, está en cinta. ¿Es eso lo que te interesa?

- ¿Quedar embarazado? -Hice una mueca- Apenas alcanzo a mantenerme a mí. Además ser un fenómeno no es lo mío, gracias -negué un par de veces y me forcé a suavizar mi tono-. Sólo quiero saber si soy uno de ellos o no.

- Está bien -dijo él. Sin agregar nada más se puso de pie y con un gesto me invitó a seguirlo a una puerta al costado de su oficina la cual nos condujo a una pequeña habitación con una extraña camilla y una extraña televisión junto a ella- Ve a cambiarte de ropa ahí, hay una bata -apuntó a un biombo en una de las esquinas de la habitación-. Cuando estés listo vamos a hacer una ecografía para saber cómo anda todo ahí dentro.

Incómodo me quité cada una de las prendas, era extraño estar vestido sólo en ropa interior con una delgada bata azul encima de mí, y lo peor es que ni siquiera había alcanzado a abrocharla en la parte posterior. Cabreado volví a salir y tomé lugar en la camilla, con mis piernas levemente abiertas debido al diseño de la misma.

- Esto se sentirá un poco frío -murmuró el doctor mientras rociaba un gel azul en su mano y después de alzar mi bata lo esparció por sobre mi pálido abdomen. Seguido a eso tomó una pequeña máquina con aspecto de micrófono y luego de encender la pantalla lo posó sobre mi abdomen, pero nada pasó.

- Demonios, creo que no tiene baterías -se quejó el doctor, golpeando contra su mano el pequeño implemento- ¿Puedes esperarme aquí? No tardaré más de cinco minutos.

Yo asentí ¿Qué más podía hacer?

Sus pasos se alejaron y la puerta se cerró a sus espaldas. A lo lejos podía escuchar conversaciones entrecortadas, además se sentía tan cálido ahí dentro... poco a poco mi cuerpo fue relajándose, no había dormido absolutamente nada en la noche, ¿Cómo hacerlo si estaba trabajando? Un gran bostezo me estremeció y luego cerré los ojos. La camilla era increíblemente cómoda, daba igual que esa fría cosa siguiera en mi abdomen y que mis piernas estuviesen en esa incómoda posición. Morfeo me reclamó en sus brazos.

Y caí profundamente dormido.

Lo siguiente que supe fue que el doctor Urie estaba nuevamente sentado a mi lado y sin permiso alguno estaba moviendo esa máquina por sobre mi abdomen, a diferencia de antes, ahora sí se veía una imagen en la pantalla, pero sólo eran manchas sin forma determinada. Él parecía interesado, pero yo no podía ver nada de interés ahí.

- Ya está -dijo mientras limpiaba mi abdomen-, puedes ir a vestirte.

- ¿Y qué tal? -pregunté mientras me ponía de pie. Sentí un extraño malestar en mi cuerpo, pero no le presté mayor atención puesto que toda la que tenía estaba fija en el doctor.

- Lamento decirte que eres un hombre totalmente ordinario -respondió y realmente lucía un poco decepcionado. Al parecer notó algo similar en mi rostro, porque se apresuró a añadir-: Pero no te preocupes, era bastante improbable que pertenecieras a ese reducido grupo. Y como tú dijiste antes, es bueno no ser un fenómeno.

Sonreí levemente y me aparté de él para ir a vestirme nuevamente. Cuando terminé él estaba anotando algo en mi ficha clínica, pero no era de mi incumbencia así que no pregunté nada. Me despedí con un gesto de la mano y abandoné su consulta, Lindsey seguía sentada ahí, medio adormilada sobre la cómoda silla.

- Vi a tu doctor, ¿Por qué tardó tanto? ¿Qué hicieron ahí dentro? -interrogó con esa típica sonrisa suya, yo puse los ojos en blanco.

- Me hiciste gastar tiempo y dinero, Lindsey -me quejé-. No tengo anda extraño en mi interior. Aunque te duela aceptarlo, soy más femenino que tú porque cualquier hombre es más femenino que tú.

Ella golpeó mi brazo y entre risas abandonamos la clínica. Una leve llovizna comenzó a caer sobre nuestras cabezas, y cuando el silencio se hizo presente me encontré con la cabeza llena de melancólicos pensamientos... quizás me había encariñado más de lo debido con la idea de pertenecer a ese grupo, ser especial, poder tener un bebé... todo era demasiado sacado de una película de ciencia ficción, sólo eran problemas, era una total tontería.

- Hasta la noche, Lindsey -dije cuando mi locomoción se detuvo ante nosotros, y luego de darle un beso en la mejilla me subí al viejo autobús que me dejaba justo fuera de las puertas del edificio.




Gerard ・ frerardWhere stories live. Discover now