Capítulo 5

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En la calle nadie sabía mi secreto, pero aun así sentía que todos los ojos estaban sobre mí. Más de una vez me encontré sintiendo miradas incómodas sobre mi abdomen y realmente era estúpido porque no había nada notorio ahí... todavía. ¿Cómo iba a hacerlo entonces? ¿Cómo iba a aceptar la crítica silenciosa siendo que ni siquiera podía soportar andar de la mano con otro hombre por el qué dirán? Y eso suponiendo que tendría a la criatura, porque la idea de realizar un aborto se había pasado fugazmente por mi cabeza.

Pero si a las mujeres les cobran una fortuna por realizar esa ruin práctica, ¿Cuánto iba a tener que pagar yo? Aunque claro, de tenerlo los gastos iban a multiplicarse por mil... Además nunca había estado más de diez minutos a solas con un bebé. No sabía nada con respecto bebés. Y estaba aterrorizado.

Mis pasos me condujeron hasta la parada de autobuses, pero justo en frente noté algo que nunca antes me había dado el tiempo de mirar. Había ahí la oficina de un abogado. Sin pensarlo mucho crucé la calle hasta el lugar y toqué el citófono. Una voz femenina me atendió y luego de decirle que necesitaba hablar con el abogado, ella abrió la puerta y subí unas largas escaleras hasta el segundo piso, ahí en donde él estaba. Era un loft bastante espacioso, con amplias ventanas. La oficina de la secretaria estaba justo al llegar y al parecer no había nadie esperando, así que con una sonrisa me invitó a pasar.

— Mi nombre es Edgar Jones, es un placer —dijo él en cuanto entré a la oficina. Sonreí levemente y cerré la puerta a mis espaldas—. ¿En qué puedo ayudar?

Tomé asiento y luego de dar un largo suspiro abrí la boca.

— Quiero demandar a una clínica por malas prácticas y, uh, es algo bastante complejo... pero tengo el nombre del médico y del alumno en práctica y supongo que eso es algo y... quiero demandarlos a ellos.

— Necesito conocer la causa —pidió Jones.

— Pues... uh. Sucede que hace unos meses fui a hacerme un chequeo porque no sé si habrá visto pero están estos tipos que, uh, de Jersey y han... bueno, tres o cuatro de ellos están embarazados ya y... bueno, yo tenía la sospecha de pertenecer a ellos y, bueno, quería corroborarlo...

— ¿Sólo curiosidad o planeaba practicarse ese tratamiento?

— Curiosidad —me apresuré a responder—. No tengo ganas de ser padre, ni tiempo ni dinero... el asunto es que, bueno, me quedé dormido, un poco, y... acabo de enterarme que durante esos momentos el alumno practicante me realizó el tratamiento porque se equivocó de paciente y ahora... bueno, acabo de descubrir que tengo un embarazo de dos meses y un poco más y yo... yo quiero demandarlos, yo no pedí esto ¿Entiende? Y ahora no sé qué demonios hacer con un bebé.

— Comprendo —dijo simplemente y luego se volteó a su portátil—. Como sabrá, si se trata de una querella contra una institución tan grande como una clínica necesitamos realizar una investigación y esos son gastos que usted debe costear.

— ¿Cuánto?

— Partiendo... unos veinte mil dólares. Son tres instancias y se pedirá una cantidad similar en las otras dos restantes. Pero el dinero que podríamos lograr costea sin problemas todos sus gastos.

— No tengo veinte mil dólares, señor Jones —suspiré.

Y él se encogió de hombros.

Abrumado y más desesperanzado que antes abandoné su oficina y el edificio. No sé cómo demonios llegué a casa pero cuando vi mi cama me lancé sobre ella y lloré de desesperación hasta que caí dormido.

Horas o días después, alguien tocó la puerta.

Mi cabeza daba vueltas y mi estómago estaba gruñendo por falta de comida. Afuera estaba atardeciendo así que probablemente no había pasado mucho tiempo. Abrí la puerta y me encontré con Lindsey, ella me miró y luego me abrazó. Y luego golpeó uno de mis brazos.

Gerard ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora