Capítulo 6

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No era un secreto que la vida estaba comenzando a complicarse, ¿pero cómo no iba a pasar con éste sorpresivo embarazo? En menos de dos meses todas las cosas que parecía tener bajo control se salieron de mis manos y comencé a experimentar el verdadero caos. Había caos en todos lados.

Pero al menos el bebé estaba bien. Estaba entrando ya en el quinto mes de embarazo y dada mi contextura física el vientre era cada día más notorio. Hacía varias semanas había dejado de intentar esconderlo, ¿De qué servía si ya me había costado el trabajo en la cafetería? Porque claro, mi jefe me había dicho explícitamente que no quería tenerme ahí. Que no era por mi caso particular sino que por el embarazo en sí, que era su política y que nada podía hacer al respecto.

De todos modos estaba bien, o al menos eso parecía. El vientre pesaba bastante y toda mi rutina había cambiado para adaptarse a un bebé que no conocía. Mi ya reducido nivel de energía se había reducido todavía más y si a eso le sumaba que ya no podía ingerir nada con cafeína daba como resultado un pésimo humor y también un constante cansancio.

Y casi nadie parecía estar dispuesto a aguantarme.

Los pocos amigos que tenía antes habían desaparecido y sólo había quedado Lindsey ahí conmigo. Era ella quien me acompañaba a cada control y quién venía a dejarme directo al departamento después de cada noche de trabajo. Se había propuesto a cuidar incluso mis comidas y cada noche llegaba con diferentes bowls de cosas preparadas por ella misma. Decía que estaba emocionadísima, y era fácil saberlo. Había sido también ella quien sintió sus primeros movimientos y me había provocado llorar de emoción. Después de todo, y sobre todo gracias a su ayuda, había terminado aceptando y amando la idea de tener a un bebé conmigo.

Mi intento de demanda contra la clínica había quedado en nada, pero al menos conseguí que los medios se mantuvieran alejados de mí y de mi vientre, todo eso respaldado por el mismo hospital. No me sentía listo para hablarle al mundo... no me sentía listo para estar expuesto. Y ellos lo había entendido bastante bien y además me habían dado la noticia de que todos los gastos durante el embarazo e incluso el nacimiento del bebé correrían por cuenta de ellos. Y eso era, claramente, una enorme preocupación menos.

Ahora mis días eran más tranquilos. Tenía apuntado en una pizarra todas las citas a las que debía asistir en la clínica, unas dos veces por semana, aparte trabajaba sólo en la noche, dormía hasta las tres de la tarde y luego salía a caminar tal y como me lo había aconsejado el doctor. Estaba relajado y totalmente en paz con las constantes miradas curiosas que recibía en la calle, y aunque todavía costaba adecuarse a ello, no pretendía esconder al bebé que tantas lágrimas me había costado al principio.

En casa me había obligado a mantener el refrigerador con contenido variado dadas las repentinas ganas de comer cosas dulces en medio de la noche, e incluso de día. Y se sentía totalmente bien estar en el sofá, vistiendo sólo una camiseta y ropa interior y con un gran tazón repleto con helado de fresas y galletas de chocolate reposado contra mi vientre. Era el cielo. Y las leves pataditas que esporádicamente sentía en mi vientre se sentían de lo mejor.

Mientras llevaba cucharadas de helado a mi boca tenía el celular en la otra mano y de forma totalmente desinteresada leía lo que mis contactos tenían para decir en Facebook. Algunos seguían preguntándome qué pasaba con la fotografía que en un momento de estupidez subí a mi perfil, con mi vientre como principal atracción. Había tenido, de todos modos, muchísimas respuestas positivas e incluso mi hermano a quien hace poco le había contado, pidiéndole que no le dijera nada a mamá, parecía estar contento con la idea de ser tío. Pero me faltaba contarle a ella... no podía seguir ocultándoselo. Lindsey tenía razón.

Me incorporé para dejar el tazón de helado en la mesita de centro y luego busqué el número de mamá en el celular, y con una nerviosa caminata a través de mi departamento esperé a que respondiera. Y pronto lo hizo.

- Hola, mamá -dije.

- Dime que lo que dijo tu hermano es una broma.

- ¿Qué dijo? -logré articular luego de un suspiro. Internamente estaba preparándome para cualquier cosa que fuese a decir, y con una mano en mi vientre esperé.

- Estás... estás... ¿Cómo ocurrió?

- ¿Esperando un bebé? Me temo que no es una broma, mamá. Es bastante cierto. Y... bueno, yo estaba tan sorprendido como tú. Aunque no debería sorprenderte tanto, después de todo fuiste tú quien estando embarazada de mí aceptaste hacerte esos experimentos, ¿No es así? Así que no parezcas tan sorprendida ahora. Si yo estoy pasando por esto es total y absolutamente culpa-

- No me malinterpretes, hijo -intervino ella-. Sólo estoy sorprendida, no estoy... Quiero decir, me hace mucha ilusión ser abuela. No había querido llamarte porque pensé que no querías hablar y... dime, ¿Cómo pasó?

Y le conté todo lo que había pasado. Desde las dudas que precozmente ocuparon mi mente hasta la visita al abogado en el intento de poner una demanda en contra de la clínica. Le dije todo lo que hasta el momento sabía del bebé, y al parecer ella comprendió mi emoción porque cuando terminamos de hablar, la sentía la mejor madre del mundo, mi mejor amiga.

- Cuídate mucho, hijo. Intentaré ir a visitarte pronto. Cuida mucho a esa criatura. Mi corazón está contigo, hasta pronto.

- Gracias... hasta pronto mamá -respondí y luego corté la conexión.

Me quedé largos minutos mirando a través del cristal de la ventana. Parecía totalmente irreal que aquella conversación hubiese resultado tan bien. Quizás no era mi madre... quizás era un alienígena o algo así, porque no era posible que la homofóbica mujer que alguna vez conocí ahora quisiera volverse la mejor abuela del mundo. Quizás buscaba redención en su futuro nieto... y realmente planeaba darle la oportunidad.

Cuando mi cabeza volvió a la realidad miré lo que realmente había ahí abajo. Todas esas verduras parecían realmente frescas y pensando en el bienestar del bebé, fui a buscar algo del poco dinero que me quedaba para la semana y luego de ponerme una chaqueta que me llegaba casi hasta la rodilla me dirigí al ascensor para ir a comprar algo. El conserje me sonrió cuando pasé junto a él y le devolví el gesto naturalmente. Salí a la calle y el viento golpeó mi cara y con prisa me dirigí hasta el centro de mi atención. Terminé comprando una gran variedad de verduras de diferentes colores y luego de una corta charla sobre embarazos, la dueña del lugar me regaló un kilo de bonitas naranjas, diciendo que las vitaminas eran lo mejor para el futuro bebé. Me despedí de ella lleno de alegría y con paso más lento regresé al edificio.

Después de una terrible semana tener un buen día era realmente genial.

Cuando entré al vestíbulo vi al conserje hablando con un desconocido. Era un hombre bastante más bajo que él, con el cabello corto y un bonito perfil. Su voz sonaba bastante sexy, y podía ver tatuajes debajo de esa chaqueta de jeans con mangas dobladas hasta los codos. No pude entender de qué hablaban pero al parecer el hombre estaba buscando a alguien, y sin entretenerme demasiado me dirigí hasta el ascensor.

Pero en cuanto ellos notaron mi presencia ahí escuché al conserje decir "Es el que va ahí." Y de inmediato anoté mentalmente quitarle mis saludos para siempre. El desconocido se acercó casi corriendo hacia mí y yo también aceleré el paso, intentando esconder con las bolsas mi notorio vientre. Era bastante probable que fuese un periodista y quisiera dar a conocer mi caso. Pero cuando llegué al ascensor descubrí que éste estaba en el último piso y no me quedó otra que detenerme. Escapar por las escaleras no era una opción dado que mi agilidad se había reducido terriblemente.

Y sin más alternativas me giré para encararlo. Él parecía más nervioso que yo. Y no traía ninguna cámara encima.

Gerard ・ frerardWhere stories live. Discover now