Capítulo 10

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La casa de Frank era bastante ordinaria por afuera. Estaba ubicada en una zona residencial y el barrio parecía ser bastante tranquilo, nada fuera de lo común. Pero por dentro lucía genial. Las paredes principales estaban pintadas de rojo y gran parte del mobiliario era negro y eso junto a las muchas decoraciones que había por todos lados le daba un aspecto genial. Los amplios sofás de la sala se llenaron de las cajas que, una a una, Frank fue sacando del auto sin ayuda mía porque no quería que hiciera fuerzas. Y cuando cerró la puerta y estuvimos juntos en su hogar, sólo atinamos a beber algo caliente antes de ir a la cama.

La habitación de la que me había hablado tenía baño privado y era bastante agradable. La cama era cómoda, y luego de darle las buenas noches me recosté sobre el colchón y caí rendido.

Cuando desperté al día siguiente no había ningún ruido y al abandonar la cama y salir al pasillo descubrí que Frank no estaba. En la mesa de la cocina encontré una nota con una letra realmente desprolija que decía que estaba trabajando, que volvería cerca de las tres. Así que aproveché a ordenar mis cosas. Decidido a seguir su consejo, intenté no levantar pesos y poco a poco fui acomodando mi ropa en el mueble de la habitación en la que iba a quedarme. Y cuando terminé con eso sólo dos cajas quedaron, en su mayoría con libros y cosas que sólo eran importantes para mí.

Al terminar fui a darme una larga ducha con agradable agua tibia y luego regresé a la habitación para ponerme las cremas que necesitaba para no ser víctima de las estrías y ese tipo de cosas. Una vez listo con la cómoda y enorme camiseta de Iron Man y unos lindos pantalones negros que, misteriosamente, seguían quedándome de maravilla, fui a la cocina a comer algo. Lo que más encontré en la nevera fueron cervezas y restos de pizza. No había muchas cosas para preparar en la alacena, y frustrado calenté algo de pizza y luego me quedé en el sofá. Después de todo quedaba menos de una hora para que llegara.

Frank llegó mucho antes de las tres y me sonrió enormemente al verme, como si nunca antes me hubiese visto o algo así, y esas pequeñas cosas me hacían sentir un calor en el pecho que nunca antes había sentido, o que no recordaba.

— ¿Cómo están? —fue lo primero que preguntó, tomando asiento en el sofá frente a mí.

— Bastante bien... tu casa es realmente linda —respondí, estirando mis labios en una boba sonrisa—. Pero tengo algo de hambre.

— Precisamente por eso volví antes, recordé que mi refrigerador era sólo pizza y cervezas. Lo siento —él hizo una pequeña mueca— ¿Quieres ir al supermercado? Si no quieres puedes hacerme una lista de lo que necesitas y yo lo traeré todo. O podemos estar hablando por teléfono todo el tiempo, así como esos maridos que van solos al supermercado, ¿los has visto?

Yo reí. Cuando hablaba rápido realmente era gracioso.

— Creo que tengo ganas de ir contigo —dije asintiendo un par de veces.

— Vamos entonces —dijo Frank y luego de ponerse de pie de un salto se acercó a ayudarme. Yo rodé los ojos, realmente no necesitaba ayuda, pero tampoco pretendía decírselo.

En cuanto estuve sobre mis pies sentí su agradable aroma y sentí como mi pecho se contraía, pero él se apartó para dejarme espacio y sonrió nuevamente, y... Dios, realmente parecía ser alguien sacado de otro mundo.

Juntos salimos de la casa y me senté en el asiento del copiloto, y luego lo dejé que me ayudara con el cinturón de seguridad porque su monólogo sobre los accidentes de tránsito parecían ser sólo una patraña para estirarse sobre mí y tocar mi vientre buscando acomodar el cinturón en una zona que no molestara a nuestra hija, por más raro que pareciera tener una hija en común con una persona con quien ni siquiera había tenido sexo antes. Pero luego de acomodar el cinturón y sonreírme angelicalmente de nuevo, él se volvió hacia delante y comenzó la marcha atrás con una cara realmente digna del hombre más serio del mundo.

Gerard ・ frerardWhere stories live. Discover now