Epílogo

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— Acepto.

Gritos, aplausos y vítores se hicieron escuchar en toda esa mitad de la playa. Resultaba bastante obvio que se trataba de una boda, aunque cualquier persona que sólo estuviese escuchando podría creer que se trataba de un concierto de rock. El número no ascendía de las cincuenta personas, pero provocaban un ruido que fácilmente los multiplicaba por tres. Aunque a nadie le molestaba realmente, era un día para celebrar después de todo. La pareja en el atar unió sus labios y selló así la promesa que hacía tiempo había tenido lugar en la cama de la clínica.

Gerard se apartó primero, con una sonrisa que difícilmente se quitaría del rostro. ¡Oficialmente estaban casados! Llevó una mano a acomodar su corto y negro cabello y luego volvió a mirar a su pareja que lucía igual o más contento que él. Ambos estaban vestidos con sobrios trajes negros, y resultaba totalmente pintoresco a la vista porque había arena por todos lados, y arreglos florales con los colores del arcoíris y absolutamente todo era informal; excepto ellos.

— Emily —llamó Frank, y una niña que había cumplido su primer año hace poco más de tres meses abandonó su silla para ir corriendo donde sus padres. Todavía no manejaba demasiado bien eso de caminar, pero ambos no podían estar más orgullosos al ver a la pequeña vestida en un pomposo vestido blanco, con el cabello castaño recogido en dos coletas y el pequeño rostro manchado con labial a causa de los muchos besos que había recibido por parte de sus "tías".

— ¡Papi! —gritó Emily, aunque era difícil descifrar a cuál de los dos se refería porque usaba la misma palabra para ambos. Decidió abalanzarse sobre Frank, y después que éste la alzó en el aire Gerard se acercó a besar las dos mejillas de su hija antes de besarlo a él en los labios.

Mientras caminaban hacia el área destinada para los festejos eran interrumpidos por felicitaciones de un montón de rostros, aunque a los que realmente le tomaban atención era a sus amigos cercanos, que lucían tanto o más emocionados que ellos. Después de todo había sido Lindsey en compañía de James, Ray y Bob quienes habían organizado la boda para que todo fuera perfecto.

Y lo estaba siendo, muchísimo más que perfecto.

— ¡Pastel! —gritó la pequeña mientras sus padres se dirigían a una de las redondas mesas, esa destinada para ellos y sus más cercanos.

— ¿Quién le enseñó a decir pastel? —rió Gerard, mirando a su ahora esposo.

— ¡Bob! —respondió la niña, aplaudiendo sonoramente para dejar en claro que efectivamente había sido él. Ambos rieron a carcajadas, ¿Cómo no hacerlo su cada una de las ocurrencias de su hija era la cosa más maravillosa del mundo?

Sentados junto a Bob, James, Ray, Lindsey y Steve esperaron a que todos tomaran lugar en las doce mesas dispersas sobre la arena. Estaba atardeciendo, pero la iluminación artificial era perfecta y no había absolutamente un solo detalle que no hubiesen cubierto en los meses anteriores. Cuando todos estuvieron en su lugar Lindsey le hizo un gesto con la cabeza a Gerard. Era la hora del brindis, y con el brindis venían las palabras que debía darle a sus amigos y conocidos.

Era él, tenía que ser él, había perdido en el piedra, papel y tijera contra Frank. Y mientras su esposo esperaba sentado cómodamente, con la pequeña sentada en su regazo, él había tenido que ponerse de pie, aclarar su garganta, y prepararse para decir cosas que había olvidado para poder recordar perfectamente sus votos matrimoniales.

— Bueno... —comenzó, con la copa en su mano—. Primero que nada, muchísimas gracias por haber venido a nuestra boda. Sé que algunos de ustedes volaron desde los Angeles y otros lugares, y realmente agradezco que estén aquí. Frank creía que no iba a llegar nadie porque estos últimos meses no hemos sido los mejores amigos del mundo con ustedes —rió con notorio nerviosismo—, pero pueden quejarse de eso con Emily. Ella no nos ha dejado dormir más de seis horas seguidas desde que nació —esta vez fueron los invitados quienes rieron—, pero no me quejo. Ha sido un viaje totalmente maravilloso, bueno, hablé bastante de ella en su bautizo hace tres meses, pero de todos modos... cada día aprendimos más cosas de ella, y nuestros más cercanos también. Ella se apoderó por completo del dinero y el tiempo libre de casi todos nuestros amigos y se adueñó del local de su padre también. Creo que hasta la sala de ensayos de Mindless es a prueba de niños ahora —agregó mirando a sus amigos pertenecientes a la banda en su misma mesa, y a los demás en la mesa siguiente—. Creo que estoy diciendo cosas al azar... pero realmente olvidé preparar esto. Uh... creo que eso es todo, ¿el brindis?

— Olvidas algo —dijo Frank a su lado. Gerard negó un par de veces.

Frank puso los ojos en blanco y se alzó con la niña en brazos. Gerard lo miró con el entrecejo fruncido, pero era algo que ambos habían acordado anunciar en la boda. No podía retractarse ahora.

— El doctor Urie está presente también —dijo Frank, apuntando a una mesa algo lejana. El doctor y su asistente quién luego había resultado ser su pareja sentimental estaban ahí. No eran amigos cercanos de la pareja, pero en los últimos meses se habían convertido en buenos amigos de ellos—, bueno. Hace dos años él y su asistente cometieron un error y usaron mi semilla, poco tiempo después de eso nació Emily. Ahora, hace tres meses volvieron a hacerlo aunque esta vez no fue un error, y bueno...

— Te estás dando muchas vueltas —suspiró Gerard, y luego agregó—. Lo que mi esposo quiere decir —Gerard sonrió, totalmente feliz de poder usar esa palabra con él— es que dentro de poco Emily tendrá un hermanito o hermanita.

Todos mostraron sorpresa, después de todo nadie excepto ellos dos, el doctor y su asistente/pareja eran los únicos que sabían. Lindsey lo culpaba silenciosamente por no habérselo dicho, pero era un secreto que valía la pena guardar. Los aplausos se hicieron escuchar pocos segundos después, y finiquitaron las palabras con un nuevo beso.

— ¡Pastel! —volvió a gritar Emily.

— Alguien sírvale pastel a esa pobre niña —dijo alguien, y todos estallaron en risas.

La boda todavía no terminaba, pero Gerard sabía que había sido absolutamente perfecta. Sentado en su sitio, con su hija sobre sus piernas y su esposo abrazándolos a ambos sentía que no le faltaba absolutamente nada. Su final feliz había llegado a él cuando ni siquiera se atrevía a pedir por él y la felicidad era evidente cada uno de sus días.

— Te amo —suspiró Frank contra su cuello, Gerard giró el rostro y besó el costado de su nariz—, te amo tanto.

— Y yo te amo a ti —respondió. Después de besar los labios de su esposo fue a besar la frente de su hija, una de las manos tatuadas se posó sobre su abdomen. Todavía tenían un largo camino por delante.

Gerard ・ frerardWhere stories live. Discover now