Capítulo 9

2K 268 191
                                    

Resultaba totalmente anormal ver cómo el tiempo avanzaba y semana a semana el, ya de por sí gran, bulto en mi regazo crecía. Con seis meses y un poco más de embarazo resultaba totalmente obvio que era parte de ese increíble grupo de raritos y, al parecer, todas las personas con las que solía toparme ya sabían que en ese sector de Nueva York había un extrañísimo tipo embarazado.

Pero estaba bien, al menos ya no había tantas miradas extrañas y mis compañeros de trabajo habían terminado por sentirse cómodos con eso. Lindsey estaba algo estresada porque decía que era estúpido que yo siguiera viviendo solo. Pero era estúpido también pensar que ahora necesitaba de alguien siendo que nunca había sido así. Intenté decírselo varias veces, pero era bastante difícil hacerla reflexionar. Y un tanto molestos, ambos, nos separamos.

El sol estaba escondido entre las nubes cuando entré al edificio y rogué por que permaneciera igual mientras dormía, porque realmente se estaba volviendo difícil soportar el calor. Últimamente tenía calor todo el tiempo y una activa niña al interior de mi vientre no ayudaba en lo absoluto.

En cuanto llegué a casa me fui a dormir y fui despertado poco después por unos nudillos que incansablemente golpeaban la puerta. Perezosamente fui a abrir y me encontré con una cara que hace muchísimo tiempo no veía.

Mi casero.

— Así que es verdad —fue lo primero que dijo—. Da igual, no es asunto mío. Lo que sí es asunto mío es este segundo mes de renta que vas acumulando. ¿Cuándo planeas pagarme?

— Dentro de esta semana, señor —respondí—. Como siempre.

— Sí... verás, estoy harto de esperarte y tengo una cola de espera bastante larga de personas que quieren vivir aquí y que tienen dinero para pagar.

— Perdí uno de mis trabajos, hago lo que puedo.

— Quizás no es suficiente. Tienes tres días para desalojar el apartamento —dijo, y después de voltearse agregó, en voz suficientemente alta como para que lo escuchara—. Deberían preocuparse por tener un techo sobre sus cabezas antes de ponerse a traer niños al mundo...

Cerré la puerta de un golpe y me senté en el sofá. Sentía los costados de mi vientre tensos y los movimientos del bebé dolían. Mi corazón latía con prisa y pronto mi vista se nubló, y comencé a llorar como hace muchísimo tiempo no lo hacía. Y lloré hasta que mi estrés se disolvió un poco y pude pensar objetivamente. Eran tres días para conseguir otro lugar, ¿dónde? No podía molestar más a Lindsey y mucho menos ahora que estábamos enojados. Era obvio que ella nunca iba a darme la espalda, pero pedirle ayuda significaría también darle la razón. Y no quería hacerlo. Luego pensé en mi madre, pero hace más de un mes le había contado del embarazo y desde entonces ni una sola vez me había llamado para preguntar cómo estaba. Mi hermano no era de mucha ayuda, mis demás amigos no eran tan cercanos... y entonces todo llegaba a Frank.

Y sin pensarlo demasiado me encontré marcando su número. Y como si hubiese estado esperándolo, él contestó con el segundo timbre.

— Gerard Way —dijo a modo de saludo—, ¿Qué hay de nuevo? Por cierto, dile hola a Arya.

— No se va a llamar Arya... —reí entre dientes—. Si quieres que se llame como un personaje de Games of Thrones deberá ser alguien con un nombre más bonito. Como Margaery o Melisandre.

— No me gusta Margaery. O sea, tiene un cuerpo asombroso pero... no me convence. Y no quiero que se llame como una sacerdotisa loca, Gerard —suspiró él.

— Entonces creo que tendrá que llamarse de otro modo.

— Eso creo... —dijo con pesar—. Como sea, ¿Cuál es el motivo de tu llamado, Gerard Way?

— ¿Tienes tiempo? —suspiré.

— Para ti tengo todo el tiempo del mundo.

No pude evitar sonreír.

— Bueno... creo que he estado teniendo unos días horribles y ahora mismo acabo de llorar como un idiota y decidí llamarte porque me haces sentir bien —mordí mi labio inferior, realmente era mucho más que eso—. Pasa que... yo solía tener dos trabajos, uno era en una cafetería y bueno, cuando mi embarazo se comenzó a notar fui despedido y quedé sólo con el trabajo de las noches y apenas me alcanza para mis gastos comunes y estoy debiendo la renta y... mi casero acaba de decirme que tengo que desocupar el departamento antes del jueves y voy a quedar en la calle y no sé qué demonios hacer... no sé, todo se me está viniendo encima y...

— Respira —me interrumpió él—. No te estreses tanto porque le hace mal al bebé. Sólo... quédate en casa, toma una taza de té y espérame. Yo voy a ayudarte con esto, te lo juro.

— No, Frank —alcé la voz—. No necesitas ayudarme, sólo necesitaba alguien para hablar.

— Pero hablando no solucionarás nada —respondió él—. Hazme caso, espérame y en cuanto salga del trabajo voy a pasarme por allá. ¿Okay?

— Okay... —accedí.

— Nos vemos pronto —dijo Frank—, dale caricias a Lyanna de mi parte.

— No se va a llamar como la madre de Jon, es cruel —bufé, y luego de escuchar su agradable risa corté el teléfono. Me quedé mirando un largo rato a la nada y realmente me costó recordar por qué estaba tan desesperado antes de llamarlo. Frank, desde el comienzo, había sido un perfecto ángel de la guardia y no tenía intenciones de dejar de serlo.

Seguí sus órdenes a la perfección y luego de preparar un precario almuerzo, porque mi pereza no daba para más, regresé al sofá a esperarlo. Era bastante tarde cuando volvieron a golpear la puerta. Según mi celular eran cerca de las ocho de la tarde, pero no iba a quejarme. Con una mano en mi espalda, porque el peso se estaba haciendo insostenible, me acerqué a la puerta y la abrí.

Ahí estaba Frank, con una pila de grandes cajas que casi lo igualaban en tamaño. Sólo alcé mis cejas y esa fue la interrogante necesaria para que él hablara.

— ¡Día de mudanza! —Exclamó acercándose a darme un leve abrazo— Estuve pensando, ¿puedo pasar? —yo asentí y me quité de la puerta. Él empujó la pila de cajas dentro y luego cerró la puerta, y entonces volvió a hablar—. Bueno, estuve pensando y me dije, ¡Hey, el embarazo de Gerard está súper avanzado y es estúpido que siga estando solo! ¿Por qué no le pregunto si quiere mudarse conmigo y así se ahorra la renta? Y estoy aquí. Te ayudaré a empacar las cosas más necesarias y luego podemos enviar a alguien a que venga a buscar lo demás y te irás conmigo a mi casa. Tengo una habitación desocupada y aparte hay una habitación de huéspedes y también una con guitarras y cosas para cuando hago tatuajes en casa, pero podemos remodelar todo y será un lugar genial. ¿No crees?

La emoción en su rostro era tal y que no pude decirle lo mismo que le había dicho a Lindsey después que ella me hubiese disparado algo tan similar. Pero ella era Lindsey y él era Frank y... realmente me daban ganas de vivir con Frank a pesar de conocernos tan poco. Era tan agradable y lucía tan interesado en el bebé y además... realmente parecía querer ser parte y yo necesitaba que fuese parte. Y teniendo todas esas cosas, ¿cómo negarme?

— ¡Acepto! —exclamé, y él me abrazó por la espalda de forma bastante apretada y luego de dejar un sonoro beso en mi cuello me dejó ir. Sentí un escalofrío recorrerme de pies a cabeza y mi rostro encenderse, pero lo disimulé en cuanto comenzamos a guardar cosas en las cajas. No iba a ser un trabajo demasiado pesado, después de todo, la mayoría de los muebles venían con el apartamento.

Gerard ・ frerardWhere stories live. Discover now