CAPITULO 6

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POSEIDA

El día marchó al paso de la tortuga, Reivel se encerró en la biblioteca, me ignoraba adrede, molestándome su actitud, ¿Qué le había hecho yo? Decidí ir a averiguarlo, no le permitiría que me tratara con tanta frialdad.

Su comportamiento no es el que esperaba de un ángel, de repente es amable y al siguiente instante es un patán. Sin embargo, Jeremías tiene razón, conviven la mayoría del tiempo con los humanos, no puedo juzgarlo, no del todo.

Abrí las enormes puertas, lo encontré leyendo recostado en un sillón grande, su mano izquierda reposaba debajo de su cabeza y con la derecha sostenía el libro. Me miró confundido, quizás pensando qué hacía ahí.

-¿Necesitas algo? -Consultó indiferente,

-¿Acaso te he ofendido?

-Perdón. -Arqueó una ceja confundido.

-No me gusta la forma en que me tratas.

Guardó silencio unos segundos, se puso de pie, me dio la espalda mirando a través del alto ventanal.

-Es todo, no me das una explicación. -Me crucé de brazos sintiéndome frustrada.

-No puedo evitarlo. -Confesó al fin. –Es lo que eres, lo que representas, Haziel te ve con los ojos del corazón porque eres su hija, pero nosotros combatimos a los de tu clase, perdona pero se me hace difícil aceptar que tengo que protegerte.

-Si tanto te molesta mi presencia, me voy, no te obligaré a cuidarme. Dile a Haziel que gracias por todo.

No sé por qué lo hice, quizás por estar molesta con él pero retiré el relicario de mi cuello colocándolo sobre una mesa de lectura y es cuando todo se volvió oscuridad.

*******************

Reivel:

-¿Agatha? -La llamé cuando noté que se quedó estática con su vista perdida en el suelo. Noté que se quitó el relicario y la regañé.

-No entendiste lo que te dijo Jeremías, póntelo ahora mismo.

No objetó, algo no estaba bien, podía sentir una presencia maligna. Me acerqué con precaución colocando mi mano sobre su hombro.

-Agatha, mírame.

Posó su mano sobre mi brazo, estaba helada, me hizo girar sobre mí mismo para luego sentir el librero a mis espaldas. Me levanté consternado y fue cuando levantó la vista, sus ojos complemente negros.

-¿Agatha? -La llamé por tercera vez.

-Agatha no está aquí. -Contestó con una voz gutural. Sus dientes afilados, uñas largas y filosas, su hermoso rostro desfigurado como si una entidad demoniaca la estuviera poseyendo.

Observé el relicario, estaba desprotegida al quitárselo, ¡Imbécil! Tú provocaste esto.

-¿Quién eres? -Cuestioné para saber con quién me enfrentaba.

-Me llamo Adiraet y ustedes tienen algo que me pertenece.

-Ella no es un objeto.

-Ella es mía, y no permitiré que me la arrebaten.

Abrió su boca y gritó tan fuerte que la estancia retumbó, sentí como estallaban mis oídos al punto que empezaron a sangrar.

La entidad comenzó a caminar con dirección a la puerta, se la llevaría y no se lo permitiría. Como pude me enderecé, la espada de luz apareció en mi mano, cerré la puerta con mi mente, antes de que ella pudiera salir.

ENTRE SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora