CAPITULO 8

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EL LIBRO

Me encontraba lista para irme, sólo esperaba que Haziel apareciera y me llevara fuera del Limbo. Reivel apareció vistiendo unos jeans negros, con una camiseta azul tipo Polo. Me encantaba verlo caminar, con ese paso tan varonil y firme, cualquier atuendo que se pusiera le iba como anillo al dedo.

-Me contó Haziel que te vas. _Pasó la mano por su brillante y sedoso cabello.

-Sí, al fin se cumple tu deseo, salgo de sus vidas.

Una mueca de culpa se dibujó en su rostro pero no lo desmintió.

-No vayas, él está muy afectado por tu partida.

Me desilusioné un poco, por un momento pensé que diría que no quería que me marchara.

-No te pido que lo comprendas Reivel, sé perfectamente a lo que voy, pero ella es mi madre.

El hermoso ángel movió su cabeza en negación y rio a medias.

-Cuídate. _Agrego sorprendiéndome con un beso en la mejilla.

Le sonreí en respuesta, Haziel llegó pocos segundos después.

-Vamos. _Colocó su mano sobre mi hombro, ambos caminamos fuera de la residencia.

Me quedé admirando por última vez aquel maravilloso lugar, que posiblemente no volvería a ver. Devolví mi vista hacia la casa, Reivel se encontraba en el marco de la puerta con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones, me sonrió.

Le sonreí de vuelta y Haziel y yo emprendimos nuestro viaje. Cuando me trajeron estaba inconsciente pero ahora pude ver el recorrido hasta llegar a la alta puerta de madera con bisagras de oro. En el momento en que Haziel la empujó y estuvo adentro de la recámara del Templo de los Alados, sus bellísimas alas emergieron llenándose de un aura celestial.

En silencio cruzamos la gran estancia hasta llegar a los enormes pilares que me recibieron cuando llegue. Miré hacia el bosque y luego a Haziel, lo abracé, no quería irme, no del todo, pero si no lo hacía jamás me lo perdonaría.

-Agatha recapacita. _Insistió

-Por favor, déjame ir. _Le susurré al oído.

Pude ver como una cristalina lágrima recorría su blanca mejilla.

-Quisiera decir que regresaré pero....

Él asintió con un leve movimiento de su cabeza, me dio un beso en la frente. Me solté de su agarre y baje el primer escalón. Me quedé de pie sintiendo aquella inseguridad, escuchando una voz interna que me gritaba que no fuera, pero aun así, la deseché y me vi bajando el resto de las gradas. Eché un último vistazo al templo pero mi padre no estaba, quizás fue muy doloroso para él verme partir.

En silencio atravesé el bosque sin toparme con aquel Sátiro ni a nadie más hasta llegar a la orilla del río. Seguí la ruta tardándo cerca de una hora, cuando al fin logré divisar el puente, que de nuevo se encontraba en funcionamiento, eran cerca de las diez de la mañana.

Aspiré profundo, de repente ya no me sentí tan valiente, pero debía sacar coraje y enfrentar lo que se avecinaba. Seguí subiendo la empinada, me demoré alrededor de veinte minutos hasta que tuve el puente de frente. Me sentía exactamente como en el sueño, dejando la pradera y entrando aquel bosque tenebroso donde me esperaba la misma muerte.

Sin titubear comencé a atravesar el puente, cuando puse mi pie sobre territorio de mi aldea, el corazón empezó a palpitar desaforado, un mal presentimiento apretándome el pecho, otra vez mi fuero interno me advirtió que retrocediera, pero la testarudez ha sido uno de mis atributos más evidentes, si se le puede llamar de esa forma.

El vacío en el estómago se incrementó conforme me iba acercando, la aldea se encontraba en mi campo visual, la rodee por la parte de atrás, llegando a mi casa. Abrí la ventana e ingresé, todo estaba en silencio, demasiado para mi gusto. La registré de arriba hacia abajo pero no había rastros de mamá, lo cual me preocupo. Me senté en una de las sillas del comedor cuando la puerta del frente se abrió de golpe y alguien entró. Me escondí, metiéndome en el armario donde guardamos los abrigos.

-¿Dónde está el libro? _Preguntó una voz que no identifiqué.

-Quizás en el sótano. _Contestó su acompañante, es la sacerdotisa

-Magdalena no ha querido decir nada. Ha soportado el interrogatorio como jamás creí.

-Ése importante encontrar ese libro de hechizos, todo el legado de sus antepasados yace en él, su conocimiento, ya ella no lo ocupará más. _Añadió Sarangel.

-Es curioso que la historia se repita ¿No crees? Y en la misma familia. _Profirió el individuo que me esforzaba por reconocer por medio de su voz sin resultados.

-Iriana era una bruja poderosa, como ella nunca ha habido otra. Si Agatha tiene su mismo don posiblemente sea capaz de destruirnos. _Aclara Sarangel con recelo.

-¡Mitad ángel¡ que locura. _Declaró el hombre.

-Busquemos en el sótano, ése libro también perteneció a Iriana, imagínate el conocimiento que encierran sus páginas. _Expresó la sacerdotisa llena de emoción.

Escuché sus pasos alejándose, salí del armario y con cuidado de no hacer ruido abandoné la casa por la misma ventana por donde entré. ¿Dónde podrían tener a mamá? Y es cuando recordé el edificio del Alguacil. Sí por ridículo que suene, tenemos algo así como un Mago Supremo que es el guardián de la seguridad de la aldea.

Me escondí entre los arbustos y matorrales hasta llegar a la edificación, la entrada estaba siendo resguardada por dos brujos, intenté meterme por una ventana pero los cerrojos estaban protegidos con magia.

Me concentré y la luz azulada apareció en mis manos, las coloqué sobre el marco de la ventana y ésta se expandió derritiendo los pasadores pudiendo abrirla, ningún hechizo protector me detendría.

Había mucha gente rondando, recordé el conjuro de invisibilidad y lo recité:

"Madre naturaleza

Dame tu grandeza

Invisible quiero ser

Cúbreme con tu poder

Ante sus ojos hazme desaparecer"

Mi cuerpo se desvaneció, encontraría a mi madre y la sacaría de este maldito lugar, costara lo que me costara, así tuviera que eliminar a los míos, nada se interpondría en mis planes de llevarla conmigo.

ENTRE SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora