Imhara Stheel

Cap. 1...

En un tiempo desconocido de todas las edades de nuestro planeta, existió una era, la cual era diferente a la que nosotros hoy vivimos. Los océanos eran distintos, los continentes otros, y la gente que la pisaba no era la misma que nuestros ojos acostumbran a ver, sus idiomas nos serían incomprensibles al oído y sus almas estaban extasiadas de poderes y magias que nosotros hoy no entenderíamos.

El hombre era una raza minúscula, que convivían en pequeños grupos que luchaban por sobrevivir, algunos se escondían en los bosques, acampaban en montañas, y otros llevaban corazones nómades, viajando de un lugar a otro sin conocer un hogar permanente, sólo iban donde su instinto los guiaban. Existió un humano que practicaba esta vida, su nombre era Bhodrerick, que en la primera lengua humana significaba "explorador del bosque". Las primeras lenguas de los humanos se perdieron con el transcurso de las eras, ni siquiera se conoce el nombre de la más antigua ni de la más moderna antes de su extinción.

Este humano explorador vagaba por el bosque Thrakvel, lugar que era el favorito de los elfos para levantar sus extravagantes reinos. Los elfos eran una especie que se los caracterizaba porque su espíritu estaba ligado al culto de la madre naturaleza, corazón del planeta que pisamos. Eran hostiles con cualquier otra especie de la tierra, luchaban contra los humanos, quemando sus aldeas, persiguiéndolos hasta la muerte, porque no había nada en el mundo que un elfo odiara más que a un humano, repudiaban la sola existencia del hombre y ansiaban su extinción.

Bhodrerick se había levantado temprano, el hambre lo despertó, preparó su arco y flecha, y comenzó a buscar una presa.

Un animal que plagaba los bosques era el kratibhus, hoy lo llamaríamos alce, pero en aquella época los alces eran más pesados y elegantes, su cuello y pecho eran cubiertos por sedosas melenas negras, y sus astas parecían filosas coronas de mármol, los elfos las utilizaban para construir sus armas, ya que eran tan sólidas como para romper piedras.

Un poderoso kratibhus pastaba cerca de una laguna, y Bhodrerick por detrás de un árbol lo observaba. Esperó el momento y disparó una flecha, pero el kratibhus había desaparecido, en su lugar se encontraba una hermosa elfa, sus cabellos castaños llegaban a su cintura, tenía una pequeña tiara de piedras blancas por encima de su flequillo, y un sedoso vestido verde cubría su cuerpo. Se hallaba descalza ante el lago, la flecha por poco la atravesó, pero fue a dar contra la corteza de un enorme roble.

Los ojos de la elfa, extractos de luna, observaron deslumbrados al humano. En aquella época los elfos y humanos eran enemigos, tanto que la existencia de los humanos era frágil, pero esta vez ninguno de los dos se atacaron, sino que se miraron mutuamente por un breve tiempo, hasta que la elfa corrió desapareciendo entre la arboleda, todavía los ojos de Bhodrerick se deleitaban, cuando advirtió que la mujer ya no estaba.

Durante los siguientes días el explorador volvió al lago, esperando volver a ver a aquella hermosa elfa, pero pasó una semana y ella no volvió. No quería desistir, pero debía continuar su viaje, el invierno se avecinaba, y si lo quería evitar debía partir ahora mismo.

Cuando preparaba sus cosas para partir fue cuando la vio por segunda vez. Ella lo observaba por detrás del árbol más cercano.

Bhodrerick sintió que el corazón se aceleraba y que sus manos se humedecían. No esperó más y caminó hasta ella sin detenerse en sus pasos, no se dijeron nada, sólo se sonrieron mutuamente intercambiando atractivas miradas. Él la tomó suavemente de las manos y la acercó a él.

Esa noche sólo el bosque fue testigo de su amor, sólo la naturaleza que les rodeaba supieron de sus besos y caricias, la flora fue espectadora de la pasión, del cariño y ternura que ambos se profesaron esa noche. Esa única noche fue también la última que se volvieron a ver, no conocieron los nombres del otro, ni siquiera sus voces, sólo tenían el recuerdo de su imagen.