Cap. 9...

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Dentro de la casa de madera Dharek e Imhara Stheel contemplaron muy maravillados el interior de la cabaña, el hogar de un hada estaba lleno de magia, asombrosos artefactos encantados colgaban del techo despidiendo diferentes aires de distintos colores, las paredes tenían decenas de diferentes varitas de distintos tamaños y formas, con colores vivos que llamaban a las miradas para deslumbrarlas. El suelo era decorado por cientos de diferentes florcitas, que agrupadas en distintos grupos de colores formaban extrañas figuras.

El hogar del hada tenía pocos muebles, sólo poseía una hermosísima cama de madera tallada con extravagantes símbolos mágicos, y una delicada tela transparente caía sobre la cama mientras irradiaba un misterioso brillo metálico, en la pared opuesta a la de la cama se ubicaba una bella mesa que contenía encima cientos de distintos objetos, desde armas mágicas, hasta algunos alimentos, y al costado de la mesa había una pequeña camita, era el lecho del Khrifce, se podía ver porque las mantas de la cama tenían unos pelitos negros que habían caído seguramente de su peludo cuerpo.

El Khrifce se paró encima de la mesa y señalando con su delicada patita una bolsa de cuero les dijo:

― Tomen esa bolsa, guarden en ella las frutas que quieran.

Imhara tomó una fuente llena de coloridas frutas y la volcó dentro de la bolsa, luego el Khrifce le volvió a decir señalando un cofre de madera:

― Las armas mágicas solo las pueden utilizar seres mágicos, pero en este cofre hay algo que podría servirles.

Imhara abrió el cofre, y en su interior halló una espada de filosa hoja metálica, y un bellísimo arco morado rodeado de una decena de flechas, Dharek tomó la espada y girándola ante sus ojos la contempló satisfecho.

― Es una espada magnifica― decía Dharek mirando la empuñadura de la espada la cual tenía un artístico grabado, parecía que un dragón se doblara para formar el cubre mano de la espada.

En cambio Imhara tomó entre los dedos de su mano aquel artístico arco de madera, y rosando su índice por el elástico cordón sus ojos se entrecerraban para mirar cómo se doblegaban las hebras del cordel a la fuerza ejercida por su dedo.

El felino tomó una cantimplora con los colmillos de su boca y se lo entregó a la mestiza. Cuando tuvo el hocico libre le dijo:

― Antes de partir llénala en la cascada de abajo, espero que les alcance para el resto del viaje, o que encuentren otra fuente de agua por el camino.

― Animalito te agradecemos infinitamente por tu bondadosa ayuda... ― decía Imhara sosteniendo la cantimplora con fuerza.

― Mi nombre es Flogh, si están de acuerdo los acompañaré hasta la casa de Erydh.

― Gracias Flogh...― decía Imhara pronunciando el nombre del animal con una enorme sonrisa pintada en su rostro ― Con gusto seguiremos tus pasos hasta el encuentro con la druida.

Terminada la conversación Imhara, Dharek y Flogh bajaron de la cabaña con una bolsa llena de provisiones para el resto del viaje, además esta vez tenían en sus manos una filosa espada y un ligero arco, que los protegerían de los peligros que se cruzaran sobre el sendero que de aquí en adelante transitarían.

El felino los guió por un sendero que sólo él conocía. Luego de una larga caminata llegaron hasta un enorme árbol, que en su tronco una puerta de madera sobresalía, Dharek golpeó la puerta y esperó hasta que una mujer la abrió.

La blanca mujer que vivía en el árbol los observó expectante, la envolvía un vestido confeccionado con pétalos de rosas y hojas de jazmín, sus ojos cual parecían de hielo los miraron como dos fisgones, y su tez brillante resaltaba sobre su vestido floreal, abriendo sus delgados labios carmín les preguntó con una voz casi señorial pero suave al mismo tiempo:

Imhara StheelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora