Cap. 4...

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Veinte años pasó Imhara en brazos de sus padres, siempre confió en ellos hasta el último día, los amaba más que a nada y a nadie.

Con veinte años, su aspecto no era el mismo de antes. Era una mujer alta, delgada, su piel blanca brillaba y hacían resaltar aun más sus ojos de cielo. Un espeso flequillo escondían las cejas de su frente, y un metro de lacio cabello negro caía por su espalda. Acostumbraba a vestir ropa cómoda, ya que gustaba de correr por el bosque, espiar cuando los hombres iban de cacería, nadar y trepar arboles. Lamentablemente las otras chicas de la aldea no compartían los mismos intereses o pasatiempos, mientras sus vecinas se quedaban en casa cocinando o tejiendo, ella paseaba por el bosque disfrutando del aire libre. Su cabeza ya no era cubierta por aquel viejo gorro rojo, llevaba el cabello tan largo y tupido que ocultaba sus orejas a la perfección.

Aquella mañana, se levantó temprano, un exquisito aroma que se escapaba desde la cocina la obligó a despertar.

Tomó del armario un vestido corto hasta por encima de la rodilla, era su favorito, adoraba su tela de color morado, y los bordados que envolvían el cuello y las medias mangas, las cuales hacían juego con el cinturón del vestido que se sujetaba a su cintura.

Se calzó las sandalias que su madre le había regalado la semana pasada por su cumpleaños número veinte, y se precipitó a la cocina felizmente. En ella se encontró con su madre la cual había preparado un apetitoso desayuno encima de la mesa.

— La aldea se encuentra muy agitada — le informó la anciana — Parece que Dharek encontró a unos elfos espiando la aldea — la anciana miró a Imhara algo triste — No podemos vivir en paz, siempre debemos temer de ellos — a pesar que Imhara era mitad elfo, nadie de la familia la repudiaba por ello, la amaban tal y como era.

— Desde hace días los elfos se están acercando más, nos vigilan y amenazan. No falta mucho para que ataquen nuestra aldea. Los elfos deberían desaparecer de la faz de la tierra para siempre — le respondió la mestiza, algo enfadada, a pesar de llevar ambas razas en ella, ella no sentía ninguna simpatía hacia los elfos.

Después de su desayuno, salió de su casa. Había un agitado tumulto en el centro de la aldea. Imhara acompañada por sus padres se acercó para conocer qué era lo que estaba sucediendo.

Uno de los jóvenes más destacados estaba dando un discurso, al parecer algo le preocupaba:

― Apostaría mi cuello a que planean una emboscada. Hemos descubierto varias huellas que rodean la aldea, ¡Nos han estado espiando!― el joven agitaba sus cabellos castaños semilargos al hablar con esa ímpetu que lo caracterizaba, sus enormes ojos cafés parpadeaban sin cesar al relatar lo que había visto ― y ¡Esto estaba sobre un tronco caído a no más de cinco metros de aquí!― decía mostrando lo que traía entre manos ― ¡Esto no le pertenece a un humano!, ¡Es una asquerosa flecha élfica!.

― ¡Debemos estar preparados para cuando vengan!― gritó un hombre entre la multitud, con los ojos encendidos en ira.

― No, debemos atacar nosotros primero― dijo otro, excitado por una pasión bélica que se iba contagiando de espectador en espectador.

― ¡Eso sería suicidio!, ellos nos superan en número y armamento, debemos pedir apoyo a otras aldeas y clanes de humanos― exclamó el joven castaño, y todos en la aldea respondían con gritos temerarios― ¡Nos desharemos de ellos!, con la unión de todos los humanos romperemos con el imperio de los elfos― decía quebrando la flecha élfica en sus manos.

Todos los hombres de la aldea levantaban sus manos con gritos de orgullo, como si llamarían a la guerra para que los encontrase, en cambio las mujeres se preocupaban, algunas lloraban. Imhara temió por ella misma.

Imhara se precipitó y se encerró en su casa. No dejaba de pasear de un lado a otro, su corazón latía impulsivamente como el martillo que cae sobre el clavo, sus manos le traspiraban, y sus ojos no sabían para donde mirar mientras su mente parecía desordenada. No podía pensar con claridad.

La anciana entró a la casa para su encuentro. La tomó de los hombros para que dejara de moverse por toda la casa incoherentemente, le dio un pequeño abrazo y besando su frente le dijo:

― Imhara, no temas, no te precipites a actuar, ellos no saben de tu linaje.

― Dime, querida madre, ¿Qué será de mí ahora?, debo huir, ocultarme en el bosque... ¿O debo buscar a mis padres?, nunca estuve tan indecisa, tal vez en ellos encuentre la solución a esta absurda guerra.

― O tal vez la solución esté en ti.

― Nunca lo sabremos si no actuó― suspiró profundamente y finalmente se resolvió ― Buscaré a mis padres. Lo he decidido, y nadie me cambiara de parecer. Sé que tú y mi padre no estarán de acuerdo, porque también sé que es peligroso, pero igual corro peligro quedándome aquí.

― Aun que me duela admitirlo, es cierto, tu partida rasgará mi corazón en dos, pero no te detendré― Imhara abrazó a su madre. Su corazón lloraba de amargura, le entristecía dejar a sus padres, pero ellos también corrían peligro si ella se quedaba con ellos.   

Imhara StheelWhere stories live. Discover now