Capítulo Tres

254 16 0
                                    

Había escapado. Realmente lo había logrado. Durante muchos momentos pensé que no lo conseguiría. Me había esguinzado un tobillo durante el terremoto y la distancia a la civilización había sido enorme- mucho más para alguien que tenía que esconderse- pero lo había conseguido y ahora estaba en un lugar seguro.

Llevaba una semana escondiéndome y pensando cada movimiento que haría con precisión. Cuando había visto que tenía una posibilidad de escapar, lo había hecho tomando la decisión de que haría de todo lo que estuviera en mí alcance para no volver. Y eso significaba que tendría que hacer el trabajo que no habían hecho los abogados y el juez cuando me condenaron.

Cuando entre en la cárcel pensaba que simplemente había sido más mala suerte que otra cosa pero dentro me había sobrado el tiempo para reflexionar y darme cuenta que todo había estado planeado. Cada mínimo detalle estaba hecho para apuntar en mi dirección, cada prueba me hundía más y más... Todo había resultado demasiado fácil de modo que quien fuere que había matado a mi padre era alguien que nos conocía perfectamente.

Empezaría hablando con mi antiguo abogado. Si bien dudada de que estuviera involucrado necesitaba recopilar datos para saber quién podía ser un posible sospechoso. Quizás algo le hubiera llamado la atención cuando dirigía mi caso y eso me serviría para avanzar con mi investigación.

Apostaba que Ivo Novak aparecería en todo esto. Era la mano derecha de papá, podía sacar algo con su muerte, y tenía una pésima relación conmigo.

De todos modos, ya fuera él u otro lo pagaría. Lo pagaría por matar a mi padre, lo pagaría por arruinar gran parte de mi vida y lo pagaría por ser un reverendo hijo de puta. No era exactamente venganza lo que buscaba, sino justicia y si sufría en el camino no me importaba. No iba a matar al culpable claro, no era una asesina, pero tampoco era la chiquilla que había sido hacía tres años. La cárcel me había cambiado, me había endurecido, me había hecho otra.

Jamás había sido una santa, eso todos lo tenían claro, pero tampoco era tan borde como ahora. Esperaba que después de descubrir al responsable de todo, de librarme de los cargos contra mí, y de pasar un tiempo con la gente que amaba pudiera recuperar algo de la alegría y la luz que el encierro me había quitado. Me aterraba no poder volver a confiar en la gente y amar libremente. Me aterraba haber cambiado demasiado y que ya nadie me reconociera.

Pensar en la sola posibilidad de que mis amigos y hermano dejaran de quererme me destrozaba. Sabía que por ahora contaba con ellos y eso me hacía feliz, sin embargo cuando pensaba que quizás si nos reencontrábamos todo cambiaria prefería quedarme aquí más tiempo. O simplemente desaparecer.

Pero esa no era una opción, no pensaba ser una fugitiva por siempre- correr y esconderse no era la vida que quería tener y no era la que iba a llevar-. Había venido aquí a rearmarme y ahora que lo había hecho era tiempo de dejar este lugar por más hermoso que fuera y por más buenos recuerdos que me trajera.

El bunker era grande y seguro. Eso lo sabía con exactitud ya que solo Aria y Ethan conocían su existencia. Lo habíamos encontrado en un terreno abandonado a los diez años y habíamos hecho de él nuestro lugar. Siempre que necesitábamos escapar de algo, reflexionar o simplemente pasar un tiempo a solas veníamos aquí.

A lo largo de los años lo habíamos ido modificando a nuestro gusto y hoy en día tenía la pinta de un departamento más. Contaba con un baño, una cama, un sillón, un reproductor de música y cds, revistas, libros, fotos... Tenía de todo y más.

Tome una de las fotos. Había sido sacada el día de mi décimo octavo cumpleaños durante mi fiesta de disfraces. Aria estaba disfrazada de hawaiana y yo de Cleopatra y ambas hacíamos caras a la cámara. Siempre hacíamos caras.

¡Por favor, como la extrañaba! Ethan podía ser mi debilidad pero Aria era mi hermana. Éramos tan diferentes fuera de nuestras mentes. Éramos dos completos opuestos en un millón de cosas pero compartíamos la misma locura, el mismo lenguaje... Juntas si queríamos podíamos conquistar el mundo.

Volví a dejar la foto en su lugar y recorrí el refugio con la mirada. Podía adivinar que mis amigos no habían estado aquí en años, quizás desde que me habían encarcelado, pero sabía que Ethan había pasado hacía nada a limpiar y dejarme un par de cosas. Celulares descartables, una Tablet, dinero, ropa y todo lo necesario para hacerme unos documentos falsos- sip, sabíamos cómo hacerlos y a la perfección. Comprarlos no habría sido divertido así que nos habíamos dedicado a hacerlos nosotros mismos-.

Me resultaba increíble como aun él podía predecir mis movimientos a pesar de todo. Yo no había pensado en el bunker hasta que había llegado a San Francisco y él sin embargo sabía que terminaría aquí y me había preparado todo. Cuando entré hubiera deseado verlo en el sillón comiendo algo y jugando con su celular como siempre, pero sabía que no se había quedado por mí. Quería darme tiempo para que asimilara todo.

Eso sí, me había dejado su nueva dirección con una amenaza de que más me valía pasarme pronto. E iba a hacerlo, una vez que fuera seguro.

Hasta entonces me centraría en mí.

Llevaba siete días escondiéndome, pensando, descansando, y comiendo lo que fuera que no requiriera frio. Ya estaba cansada, había escapado de la cárcel pero aún me sentía presa. Ya era hora de salir a la superficie y empezar mi búsqueda de la verdad. Sabía que corría el riesgo de que me atraparan a pesar del cambio que había hecho, y a pesar de que había esperado un par de días para que la noticia de la fuga fuera quedando en segundo plano, pero no pensaba permanecer encerrada más tiempo. Si yo no intentaba liberarme nadie lo haría. De modo que aunque significara poner un cartel luminoso apuntando en mi dirección, pensaba estar fuera investigando. Si tenían que atraparme lo harían, sino descubriría el modo de librarme hasta que yo misma pudiera exonerarme.

Armé una mochila con ropa, calzado, comida, dinero... No pensaba volver de modo que tenía que alzar todo lo que pudiera llegar a necesitar ahora. Revise todo antes de salir y cuando pase por el baño me detuve a mirarme en el espejo. Sin importar cuantas veces me mirase, el reflejo que me devolvía me seguía pareciendo extraño.

La primera vez que salí, luego de tomar el bunker como mi nuevo hogar temporal, fue para comprar comida y otras cosas útiles. Mi foto estaba en todos los canales de noticias por lo que había necesitado cambiar mi aspecto de inmediato- ya había sido un milagro que nadie me reconociera usando unas simples gafas, atando mi cabello y vistiéndome con cualquier cosa que no fuera el horrible uniforme de presa-.

Toda la vida había sido una chica bajita y menudita aunque voluptuosa y eso no se podía cambiar pero si mi color de pelo. El colorado heredado de mi madre llamaba mucho la atención y aparte estaba demasiado largo por lo que lo corte cerca de quince centímetros y me lo teñí de rubio.

Había sido un cambio radical y extrañaba ese parecido que veía en mí a mi madre cada vez que me miraba pero ya me lo cambiaria luego. De momento necesitaba pasar desapercibida para llevar a cabo mis planes.

Salí del baño, junte mis cosas y me prometí que volvería con mis amigos una vez que fuera libre. Ahora a trabajar para conseguirlo.

Lista o no, allá voy.

:

FugitivaWhere stories live. Discover now