Por un traje nuevo

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Después de nuestra espontánea decisión de cambiarnos de lugar, Zutana con los doctores y yo con los arquitectos y yo con los arquitectos, le hablamos al Lic. A. Tododar muy seguido, y él a nosotras también, para saludarlo y saber cómo estaba.
En una de nuestras pláticas nos comento que Perabaja y todos los del departamento, incluyendo al licenciado viejito (ese que ya estaba viviendo horas extras ¿se acuerdan?) el jefe nuevo (bueno, ni tan nuevo), estaban organizando una comida en su honor (yo creo que era futurismo, porque acuérdense que no lo querían) —como ahora era Magistrado de la Suprema Corte iban a necesitar mucho de él— que por favor les aceptara, que ya estaba todo pensado para el día y la hora que él dijera, y les dio una fecha.
A. Tododar sabía perfectamente lo que nos habían hecho y cómo habían celebrado su pesadez (con galletas y CocaCola). Nosotras por nuestro lado supimos por medio de los que seguían siendo nuestros amigos de aquel departamento, que la cuota para la comida —la estaba colectando Perabaja— era de $500.00 por persona, ya que sería en un restaurante súper exclusivo y con un menú de primera clase (y supimos por medio de las matemáticas que Perabaja pensaba estrenar esa día un traje con su corbata, calcetines y pañuelo haciendo juego).
Faltaban sólo dos días para la comida, la gente estaba emocionadisima por poder ofrecer a su queridísimo ex-jefe una muestra de ADMIRACIÓN Y CARIÑO (léase A. y C.*)
*Arrastradez y Conveniencia.
Exactamente ese día A. Tododar llamó a Perabaja para decirle que lo sentía muchísimo pero que se había olvidado que precisamente en esa fecha él tenía un compromiso, contraído con anterioridad, con dos personas —para él muy importantes— que no podía dejar plantadas.
—No faltaba más Lic. –dijo Perabaja–. si usted  gusta traiga a estas personas con usted, son S.A.N.A.*, todo está preparado...
*Sus Amigos Nuestros Amigos
—Pero licenciado, me da pena, yo sé que la cuota es muy alta —dijo A. Tododar.
—Por eso no se preocupe, yo pondré de mi bolsillo las cuotas de sus amistades
Ese día salieron más temprano para llegar todos a tiempo y estar allá antes que A. Tododar —y sus invitados— llegaran.
Los asistentes iban tirando tiros (elegantísimos), ellas estrenando vestido, zapatos y bolsa (seguro toda su quincena, pero valía la pena), ellos: casi todos traje nuevo, o por lo menos corbata, pañuelo y calcetines, digo casi, porque el pobrecito de Perabaja llegó con su trajecito de siempre (—pues aunque las cuentas las tenía muy bien pensadas— con el desembolso inesperado de las dos comidas extras se le desbalanceó el negocio)
Por fin se anunció que el Lic. A Tododar estaba llegando, Perabaja indicó a la orquesta que tocará una marcha triunfal, la gente se levantó para aplaudirle (parecía el apoyo de un candidato presidencial), por la P.P.* apareció A. Tododar —como Pancho Villa— a la derecha Zutana y a la izquierda Fulana...
*Puerta Principal.
La comida estaba riquísima, pero había un silencio que hasta se oía, nadie hablaba (¿sería que no podían hablar por estar comiendo, o por qué sería?)
La orquesta ya sólo tocaba música propia para el 10 de mayo (a lo mejor por indicaciones de Perabaja pero pues quién sabe)
Al rato Peeabaja se sintió enfermo, se acercaron a atenderlo:
—¿Qué le duele licenciado? —le preguntó Chita La Guanga (El sólo se tocaba el corazón, o la cartera, no sé)
Se levantó A. Tododar y dijo:
—No creo que le duela nada, porque él muy claro me dijo: S.A.N.A., pero si algo le duele, pues SANA SANA COLITA DE RANA.
Y nos salimos —pero no tomamos postre ¡qué coraje! — a los acordes de una marcha fúnebre.
Pero al cabo la venganza fue más dulce que cualquier postre que nos hubieran dado.

Anecdotario de una vida inútil...pero divertidaWhere stories live. Discover now