Cupido toca la gaita

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También tenía mi cupido (si Dios aprieta pero no ahorca) Nada más que mi "cupido" no usaba flecha, usaba gaita. La cosa fue así. La primera vez que yo bailé en el Cuadro Artístico del Club fue en un homenaje a los viejitos asilados en el Sanatorio Español.
Cuando terminaron los bailes nos ofrecieron un buffer en la cocina del Sanatorio (riquísimo); de pronto vi que el Gaitero del cuadro, un señor muy agradable y con cara de bueno, estaba sólo y nadie le había servido nada —pensé: ay pobrecito—; fui con una de las monjas, me agencié un plato, le serví de todo y se lo llevé. Ese día empezó una amistad muy sincera entre él (que resultó ser un gaitero con alma de "señor") y yo. En todas las fiestas yo platicaba con Patricio del Señor Gaitero; con el tiempo se fue enterando de mis amores con el Conejo y fíjense lo que es la vida, Patricio era íntimo del Conejo, de su familia en España y conocido de la tía Anacleta y parientes. Miren ustedes por donde me fue a resultar un cupido increíble; me mantenía informada, me consejaba (de acuerdo a la mentalidad de sus paisanucos) y utilizaba secretamente su inteligencia (a mi servicio para "balancear" un poco mi desventajosa situación con el Conejo)

Nunca me falló Patricio, su apoyo y compañía fueron muy valiosos para mí. En una ocasión que quisimos ir a bailar a un asilo y otra vez que fuimos a un club que no era de la H. Colonia, Zutana, yo y nuestros compañeros de baile —con los trajes regionales—, le pedí a Patricio que nos acompañara con la Gaita—eso se cobra por hora y muy caro—, no dudó ni un momento en aceptar. Aquella vez Patricio estaba en una fiesta particular en la que, casualmente, también estaba el Conejo. Cuando llegó la hora de venir a "nuestra función", se levantó par despedirse de la gente y como ya se imaginarán, no querían dejarlo salir, pues era la animación de la fiesta; entonces se puso muy serio —él me lo contó llegando—y les dijo:"Con mucho gusto me quedaría pues estoy muy contento, pero tengo que ir a cumplir con una chica a la que no puedo ni quiero fallarle nunca. Es una personita que con un pequeño rasgo me demostró lo que es y lo que vale y mientras más lo conozco más lo confirmo.
¡Ni hablar!, lo tuvieron que dejar irse...
Pero el Conejo, que tenía mucha intuición, lo alcanzó y le dijo:
—¿Esa personita es Fulana, verdad?
—¡Verdad!
—¿Y no me invitas a verla bailar?
—No puedo Conejo, será otra ocasión...
Es que Patricio sabía que mi compañero de baile me echaba los perros matutinos, vespertinos y nocturnos, o sea, como vulgarmente se dice, a mañana, tarde y noche (tres funciones) y como era un "gallego" que estaba como quería y además valía la pena, no le pareció prudente enfrentarlos (¡inteligente el señor!) ¡Ah! se me olvidaba aclararles que a mí no me cobraba ni un quinto aunque tocara mil horas.
Aquel plato de comida se multiplicó como el milagro de los panes y los peces.

Anecdotario de una vida inútil...pero divertidaWhere stories live. Discover now