A mí me gusta el pim-piri-rim-pim-pim

227 3 0
                                    

Mi romance seguía a todo dar con E.H.M.G.D.M.*, por supuesto, con sus altas y sus bajas (como si dijéramos sus altas, chaparras, gordas y flacas) de ida y de vuelta, porque mientras él me daba una semana de "vacaciones" o dos (o sea cuando se desvalagaba con alguna "movida").

* (El Hombre Más Guapo Del Mundo)

Yo también aceptaba los galanteos de algún pretendiente, platicaba con él en los ensayos, o salía en grupo, coqueteaba con otros y demás, pero sin llegar a mayores, claro está.
Recuerdo que una vez alguien me dijo que era inestable y coqueta porque no sabía serle fiel al Conejo cuando nos enojábamos (o sea cuando él andaba dando sus derrapadas por otro lado), que me diera cuenta que las novias de otros "paisanucos" no eran capaces de voltear a ver a nadie ni de bailar con nadie mientras estaban en las mismas condiciones con sus "novios" (o sea que les andaban poniendo los cuernos); pero es que a "esas otras" ni quien las pelara, de no ser sus novios, y es muy fácil ser fiel cuando "no tienes" con quién ser infiel.  (O como si dijéramos L.O.H.A.L.*)

* (La Ocasión Hace Al Ladrón)
Pero (ya ven que en esta vida todo tiene un pero), el Conejo empezó a tomarle demasiado gusto a la bebida y entonces la competencia se me puso a peso, pues además de otras mujeres, también lo distraía "la botella" (dejara ésta de ser del sexo femenino).
Él tenía tanto éxito con las mujeres (ya fuera que ellas lo buscaran o que él sé las encontrara, el resultado era el mismo), porque además de guapo posee dos cualidades muy grandes —que espero no haya perdido— primera: que jamás habló mal de una mujer, fuera de la índole que fuera, ni comentaba sus triunfos o sus "logros" con ellas; segunda: cuando sale con alguna, la hace sentirse la ÚNICA para él, y eso es padrísimo...sabe mucho.
En una ocasión me contaron que estando en la cantina del Club llegó un "paisano" y le dijo:
—Oye, te felicito, porque Fulana, tu novia, está muy bien y es muy guapa y...
—¡Para tu carro! —le contestó gritando—este no es lugar para hablar de ella, y mira, no hay lugar digno para hablar de ella; de Fulana no se habla ni bien ni mal, de eso me encargo yo.
¡Qué emoción, qué lindo, qué "hombre"! Y no me lo contó él, eso fue lo más valioso.
Yo entonces todavía no captaba bien el significado de esas actitudes del Conejo. ¿Cómo podría cambiarlo por otro? Estoy casi segura que el Conejo y yo hubiéramos hecho un engrane perfecto; ahora que conozco más la vida me doy cuenta que en el fondo teníamos la misma estatura...
Volviendo a la frivolidad de mi relato quiero contarles algo que a mí me parecía "lo máximo". Como le dio por la bebida y para eso no hay horarios fijos, lo hacía a cualquier hora, una vez estando en el quinto sueños eran las dos de la madrugada, empecé a oír ruiditos en el balcón. Me levanté y me asomé de tata de los visillos y qué creen...abajo de mi ventana, con la luz en llena cara estaba el Conejo —que traía media estocada "bien puesta"—; como Zutana y yo dormíamos en la misma habitación, me fui destapada al baño para que ella no se despertara, abrí la ventana y me asomé descaradamente (nos veíamos perfectamente las caras por la claridad de la noche). La habitación del Licenciado y la Madre Superiora estaba hasta el fondo así que ni se enteraban, y con gritos apagados para pienso sin ser notados:
—¿Qué haces a estas horas?
—Te vine a decir "te quiero" y para eso no hay hora.
—Yo también te quiero a ti.
—Voy a subir hasta allá.
—No lo hagas, por favor, porque te puedes caer... —yo no pensé en los vecinos ni en mi reputación, pensé en que podía caerse y era lo importante para mí–
Como el balcón de la sala tiene reja de fierro, se subió en un dos por tres y llegó a la barda del balcón de la recámara, de ahí se pasó a la barda de la ventana del baño, se detuvo del alambre (que es debilisimo) y yo diciéndole que por favor se bajara, que se iba a matar, y él queriendo platicar como si fueran las doce del día en la banquita de un parque. Total que después de no sé cuánto tiempo se bajó y se fue. Yo me regresé a mi cama con una emoción que no puede comprender nadie (porque las damas medievales ya están todas muertas); por supuesto no podía dormir, ¡qué desperdicio!, ¡dormir en vez de pensar en él!
Por ahí de las 5:30 de la mañana que ya empezaba a dormirme, sonó el teléfono —la extensión que teníamos en nuestra habitación Zutana y yo, era la del timbre, el de mis papás era el directo y allá no sonaba, ¡qué bueno!...era él, ¡ay Dios!, ¡qué emoción!, y me dice:
—Ahora sí me desilusionaste.
—Claro, Conejo. La cara que habré tenido a esas horas.
—No es por eso, es porque después de haber escalado las paredes exponiendo mi vida (en mi reputación tampoco él reparó), llego hasta ti y ni un "pinche" beso (perdón por lo del beso) me diste...
—Ay, Conejo, ¿lo querías?
—Dios te conserve la inteligencia, Fulana...
—Conejo no te enojes, es que yo...—Y me empecé a disculpar (fíjense qué tarada, otra se hubiera indignado ¿verdad?; y a lo mejor hasta se casan) —. Oye...Conejo...Conejo...¿me oyes?
—Clic.
Como ya se imaginarán, me levanté hecha una idiota, más tarde que de costumbre y llegué retrasada al trabajo, pero eso ya no era una novedad. Nomás que en todo el día no di una y pues anduve "en las nubes", si sintiéndome Lady Fulana de Tal y a jefes y compañeros los miré como "vasallos". ¡Qué satisfacciones me ha dado la vida! Todo lo que "trabajé" ese día lo tuvo que repetir una de las "pobres plebeyas". Creo que me llamaron la atención varias veces, no lo recuerdo...y el Conejo Corazón de León, ¿dónde estaría?
Dicen que el hombre es animal de costumbres y "eso" se volvió costumbre, yo volví a sentirme Lady Fulana de Tal muchas veces y el Conejo Corazón de León ya subía y bajaba con una rapidez que sólo da la práctica constante. El Conejo nunca traspasó el umbral de mi ventana, pero eso sólo lo sabemos él y yo.

"...no vengas a deshoras
galán a verme
que todos los vecinos
murmurar quieren..."

Qué linda copla, ¿verdad?, pero nunca sé la dije. Él la conocía mejor que yo porque era de su tierra. Si los vecinos murmuraron no me enteré y además ni me importa. ¡Qué padre es ser libre por dentro! (Aunque no lo crea nadie)

Anecdotario de una vida inútil...pero divertidaWhere stories live. Discover now