Relaciones obrero-patronales

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Pero la esperanza es lo último que muere y "La función debe continuar" (The show must go on), sobre todo para mí, que me gusta el teatro. Al día siguiente había que ir a trabajar, había que ir al ensayo y había que hacer lo de costumbre...

Una vez estaba yo en mi escritorio haciendo no sé qué (ha de haber sido NADA, para variar) cuando de pronto levanté la cabeza y voy viendo al Rey parado frente a mí. ¡Olvídense de la impresión!, el Rey jamás salía de su oficina, además yo lo creía en Europa (pero como dice la copla, "pero no te olvides del niño que en las ferias del cariño unos vienen y otros van"), te la su puerta y su elevador privados ("el elevador de las estrellas") nunca se dejaba ver y menos afuera con el "vulgo" ¡qué barbaridad!

—¡Ay, Arquitecto, si no está el Dr. Taladro!
—No vengo a buscar al Dr. Taladro —("y ahora qué hice", pensé, ¡este complejo de culpa que no me deja vivir!)—. Vine a verla a usted Fulana —y arrastró las palabras suavemente—, para agradecerle que haya estado conmigo cuando mi secretaria salió de vacaciones; como salí de improviso no tuve la oportunidad de hacerlo antes, y quiero pedirle que por favor vaya a mi oficina hoy a la una de la tarde, ¡¡¡muchas gracias!!!

¡Conmoción general!: "¿A qué vino el Rey?" "¿Vieron al Rey?" (Hilitos, hilitos de oro/ que se me vienen cayendo,/ qué manda decir el Rey...) "No se aloquen, no se aloquen", les dije, "sólo vino a reportarse de que volvió a trabajar y a preguntarme cómo se habían portado en su ausencia, ya le expliqué; 'que cuando el gato no está, los ratones se pasean' ". Se quedaron destanteados...
A la una fui a su oficina, como él me dijo, se había acordado mucho de mí y me trago un perfume de París, precioso, ¡en una esferita padrísima! Luego me dijo que la semana siguiente necesitaba hablar conmigo...

Llegué feliz con mi perfumito y mi mamá no me dejó abrirlo. "A lo mejor tienes que regresarlo hijita..." Bueno, ni modo, lo guardé.
A los ocho días fui a su oficina como me había "sugerido"; el Rey y yo tuvimos una "entrevista socioeconómica" que dio por resultado un aumento de sueldo "al triple y sin discusiones", y el trámite inmediato para que "La Bruja" pasara a la historia, de lo que deduje que estaba al tanto de todas mis "odiseas" (porque él también dijo bruja y no tarjeta de checar)
Me hice así como la disimulada con una sonrisa de idiota, que me está muy bien. Luego trató de insinuar muy delicadamente que "yo me traía en jaque a todos los arquitectos y empleados", comentario que también me paso de noche. Le agradecí muchísimo —de verdad— todo lo que estaba haciendo por el "proletariado" (en este caso yo), y por discreción (¡qué hipócrita) no le hice comentarios sobre "la imagen que de mí le habían formado", (y por falta de argumentos también) Solamente le dije: "La historia es de quien la escribe, arquitecto" (o como si dijéramos "cada quien arrima el agua de su molino")

Con ese "tacto" debo haberlo dejado impresionadísimo. O no sé si fue con una falda SUPERCORTA que llevaba ese día, porque al salir de ahí me encontré al Ara. Muzán de Cadariaga, que era su cuñado, quien por mi expresión debe haber comprendido "mi pequeño triunfo", y el muy pesado me dijo:
—¡Claro! con esas falditas cualquiera arregla sus asuntos.
—Pues cuando quiera se las presto, arquitecto...
—¡Cuídate, Fulana! Porque acuérdate que de las "chamacas malcriadas" cualquiera es su padre...
Todo esto fue de broma ¿eh?, no vayan a creer que era en serio, que si ha sido en serio le volteo una "bofetada"
Sentí como que el viento estaba cambiando a mi favor y ya me sentía muy padre en el trabajo, mi jefe seguía siendo el Dr. Taladro, yo sólo trabajaba en las mañanas, (por cierto, unas mañanas bastante "cortas") platicaba con los arquitectos, con los contratistas, con todo el mundo, y los ratos que no estaba haciendo Relaciones Públicas las aprovechaba para trabajar y no perder la costumbre.

Anecdotario de una vida inútil...pero divertidaWhere stories live. Discover now