Salto de fe hacia el infinito

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  Durante el verano pasaba las tardes yendo a diferentes salas de cine donde proyectaban películas antiguas. El hollywood que no encontré en mi ciudad, supuse que lo encontraría en los libros y para eso comencé a comprar novelas como un loco. Hice todo lo posible para saltar de estar vigilado a estar completamente solo, entonces comencé a leer sistemáticamente y a intentar crear un guión que tenga la lengua del subdesarrollo y del drama.

¿Cuál fue mi inspiración para escribir? Todo era una especulación de la realidad, más que un invento, pero las cosas no estaban ocurriendo como yo pensaba que iba a pasar.

Pasados los meses volví a las salas de cine, pero esa vez me sentía sediento de ver los filmes italianos, la octogenaria que me vendía las entradas con descuento de la tercera edad, me había dicho en más de una oportunidad que las películas romanas eran como Hollywood junto al Tibet. Si bien concordaba con su pensamiento, también pensaba que la industria y la historia impresionante con una cantidad de guionistas y directores superlativos, entonces había nacido una cierta idolatría por ver esas piezas del cine italiano.

Poco a poco fui cambiando mi forma de pensar creyendo que todo mi pasado había sido descartable. Finalmente me veía sumergido en las películas de cine social con conciencia política, pero la frustración estaba llegando a mi vida porque todo lo que me interesaba del cine estaba siendo reemplazado por otros filmes de arte popular y moderno.

Me encontré de golpe con una situación bastante opresiva y en donde no conseguía poder seguir adelante con mi vida. Intenté ver los éxitos de taquilla, pero no me convencían para nada, solo encontraba sucios esquemas machistas de poder frente a chicas desnudas bailando en la playa y eso se proyectaba en la pantalla. Era una lata sin sentido que no terminaba nunca de agradarme.

Cuando venía Gloria a traerme la cena me llenaba de preguntas, pero yo me volví más hermético y le dije que no tenía nada que contar. Fuera de esa atmósfera extraña me estaba sintiendo como un adolescente que no sentía culpa por nada, quería empezar a expresarme, a crear una historia. Entonces ahí fue cuando Gloria descubrió el montículo de papeles en mi escritorio de mi habitación y como a ella le encantó el contenido de mis borradores, en ese momento surgió de nuevo la idea de escribir una novela como si fuese una suerte de guión.

Ya estaba acorralado entre la pluma y la pared, Gloria me alentaba a seguir escribiendo, diciendo que mi escritura creativa era similar a la de un escritor que ya había saltado la etapa de amateur. Me puse tan cómodo y tan alegre como para seguir expandiéndome en esas blancas tamaño oficio.

Se me vino a la cabeza la voz de Martha cuando me retaba por tomar café después de la cena y en una sentada escribí como diecinueve hojas, y a partir de ese recuerdo que simulaba ser amoroso por detalle, yo destrabe ese conflicto que tenía en mi mente por haber sido un cornudo durante dos décadas. Recordé su amable voz con claridad y también recordé que yo no le prestaba atención a lo que ella decía, me sentaba en el sofá de cuero marrón oscuro y miraba la televisión durante horas cuando llegaba del trabajo en la fábrica Ford Motors.

Lo que hice fue registrar esa voz y plasmarla en el papel, y por primera vez en todos esos meses de buscar desesperadamente una intensa creatividad, me surgió terminar la novela sin esfuerzo alguno. Cuando me puse a contar ya tenía alrededor de cuarenta páginas y enseguida Gloria se dió cuenta que tenía talento.

Ella decía que podía escribir y crear una forma nueva de literatura. Paralelamente había escrito otras historias sin saberlo que estaban hecha bollos en el cesto de basura. Gloria los leyó con una total devoción y me dijo que debería empezar a ordenar mis historias y comenzar una especie de bosquejo ordenando mis personajes. Después de esto me entusiasmé y seguí escribiendo en mi vieja Remington.

Estaba feliz con mis argumentos, sabía que todo eso me serviría como una especie de terapia para superar la traición y olvidarme de tener esas ansías locas de tirarme desde mi ventana en el séptimo piso.

A mí me gustó muchísimo poder escribir sobre el engaño y las mentiras con un lenguaje coloquial que era la forma en la que hablaban las personas, sin perder el estilo de una atmósfera literaria.

La novela contaba la historia de una familia de la clase media-baja que vive en la ciudad en los años ochenta y noventa. La belleza de esta obra, que en realidad es la ausencia de toda belleza resultó un lienzo blanco donde pude proyectar mi voz y mis fantasmas del pasado. Ahí hay un anciano que no puede aceptar la inepta realidad de haber sido ultrajado, que como no puede superarlo de una forma sana, toma como realidad alternativa a la ficción por la que le dicta esa voz confusa de su imaginación que puede hacer la transformación de algo horrible y doloroso a una realidad que nunca existió.

En esta pantalla grande que yacía en mi imaginación. La verdad no había sido premiada porque el sueño no se asemejaba a la asquerosa realidad del pasado y todo esto me sirvió para limpiar mis dudas. Fue algo refrescante, como cuando sale el sol después de muchos días de lluvia.

Mi nuera era una lectora ávida y sabía identificar a una buena historia. Ella dijo que mi novela podría ser un éxito, que en mis letras podía ver las ganas de registrar el habla y las inquietudes de esos momentos, sin apegarme al objeto del deseo, lejos estaba el objetivo de poseer a una mujer para humillarla y conseguir placer como escribían otros autores cuando retrataban a la traición.

Gloria decía que mi novela era como el tango, un clásico convertido en una serie neutral, pero faltaba dar un paso... un salto de fe hacia la tecnología actual.

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CATFISH (Novela trash)Where stories live. Discover now