2. Boda en un nido de serpientes. Parte I

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Boda en un nido de serpientes. Parte I

Terminó de echarse un último vistazo en el espejo del pasillo, antes de salir corriendo escaleras abajo. El estúpido gato de Bathilda, su "madrina postiza", saltó de quien sabe donde con las fauces mininas y sus uñas en posición de ataque. Ataque dirigido a ella o más bien, a la capa de gasa transparente que estaba enganchada al tirante grueso de su vestido.

Con el corazón saltándole en el pecho, Avril hizo un giro completo, voleando su capa y vestido para que escapara de esas garras animales. El gato no pudo frenar a tiempo y terminó chocando de morros contra la pared.

- Te lo tienes merecido Míster Chew. El vestido no es para jugar.

Se agachó a coger al gato refunfuñón, tomándolo en brazos y asegurándose de mantenerle las patitas delanteras sujetas en una mano, para evitar que las enganchara en ella. Bajó las escaleras con el amenazante gruñido continuo de Mister Chew que torcía el cuello para mirarla con su constante cara de enfado. Su largo pelaje gris brillaba lustroso y su obesidad permanente daban ganas de achucharlo, pero su mal humor echaba para atrás. Era un gato muy borde y muy buen actor cuando la ocasión lo ameritaba. Aquel no era uno de esos casos.

- Batty hay que hacer algo con Míster Chew – Avril entró a la cocina donde Bathilda Bagshot horneaba unas magdalenas -. Ha vuelto a...

- ¡Ay gato malo! – chillo la anciana antes de que ella terminara su frase. El gato se asustó por el grito y Avril lo soltó antes de que se revolviera contra ella -. ¡Cómo tengo que decirte que no puedes hacer eso!

Bathilda corrió tras el gato, para asombro de Avril, y lo capturó con inusitada habilidad. Lo sujetó con un brazo manteniéndolo colgado mientras él seguía bufando y lo metió dentro de una canasta que tenía tapadera. El gato asomó los ojos amarillentos por el resquicio de la apertura, luciendo amenazante.

- ¡Óyeme bien Míster Chew! ¡Tienes prohibido salir de ahí hasta que Avril se haya marchado a la boda! ¿Entendido?

La anciana bruja dio media vuelta y dejó al gato ahí dentro, observando cada cosa que cruzaba frente a él. Avril todavía estaba asombrada por que le hiciera caso. ¡Realmente no salía del sitio! Lo único que el animal se permitió como acto de rebeldía, fue sacar su esponjosa cola por el lado contrario y balancearla impaciente de un lado a otro.

- ¡Ay niña! – gritó Bathilda centrando la atención en ella -. ¡Estás preciosa tesoro! ¿Segura que no serás tú quien salga con marido de esa boda?

Avril con una tímida sonrisa giró sobre sí misma para que Bathilda la viera al completo. El vestido era negro de material suave y con mucha caía. Tirantes gruesos y cuello redondeado, pegado a su pecho hasta las caderas y cayendo suavemente hasta el suelo. De los tirantes caía una capa de gasa negra transparente y todo el vestido tenía punteados diminutos cristales plateados. Como si fueran estrellas en una noche oscura y sin luna. Su pelo igualmente negro estaba recogido en un moño con varios mechones sueltos aquí y allá y había vuelto a colocarse los adornos acristalados que se puso en el Baile de Navidad de Slughorn del año anterior, cuando acudió con Remus.

Había escogido aquella tela estrellada a posta. Al fin y al cabo, iba a acudir a una boda donde la mayoría tenían nombres de estrellas. Sería divertido.

- Gracias Batty, pero te aseguro que no quiero casarme todavía.

- Pues no sé a qué estás esperando – repuso volviendo su atención a las magdalenas -. Yo a tu edad ya estaba prometida.

- ¿¡Qué!? No puede ser en serio – dijo sin apenas creérselo.

- Sí, es la verdad – Bathilda le sujetó el rostro y le guiñó un ojo travieso -. Pero lo cierto es que yo me negué completamente al matrimonio.

Recuerdos Pasados (Actualizaciones lentas)Where stories live. Discover now