19. Una amistad preciosa y única

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19. Una amistad preciosa y única

Atravesaron el Bosque de forma apresurada. Le costaba seguir el paso de Firenze quien además cargaba con el licántropo dormido a su espalda, pero tenía tantas ganas de volver que no pidió que ralentizara un poco el ritmo. Por el contrario, Canuto no parecía tener problema ninguno, ya que lo mismo encaminaba la marcha que volvía para hacerle compañía.

No hablaron desde que dejaron el lugar donde estaban. Avril todavía se preguntaba si no habría dicho algo que no debiera:

- Te conocí. O bueno, te conoceré en el futuro – vio cómo el centauro alzaba al licántropo como si nada y lo colocaba encima de él -. ¿Estás seguro de llevarlo así? Puedo idear otro modo.

- Así será más rápido – contestó Firenze -. ¿Por qué estás aquí?

Sabía que no se refería a ese momento, en el Bosque Prohibido, corriendo peligros una vez más y posiblemente provocándole un dolor de cabeza al centauro y una próxima disputa con su manada.

- Vengo del futuro, no por elección propia a decir verdad. Mi maldición familiar me trajo hasta aquí – explicó -. Te conocí entonces.

- He escuchado algo de eso. Una familia de humanos que es capaz de viajar al pasado.

Avril asintió con la cabeza. Pensó en contarle un poco en más detalle el por qué lo conocía, pero también sabía que si Firenze no preguntaba algo, era porque no quería saberlo.

- Gracias por ayudarnos Firenze. No estoy del todo segura de cómo es vuestra cultura al respecto, pero te debemos una – los ojos azules del centauro la observaron antes de asentir con la cabeza y continuar como si nada.

No habían vuelto a abrir la boca para decir nada más. Recordando, Avril podía decir que Firenze no había sido un profesor del montón. Sus clases de adivinación le parecían más interesantes que las de Trelawney, no porque aprendiera más o mejor, sino más bien por los pequeños trazos de la diferencia entre la cultura de los centauros y la de los humanos que dejaba entrever en cada clase. Daba la impresión de que su prioridad no era enseñarles lo que él sabía, sino hacerles comprender que nada, ni siquiera los conocimientos de los centauros, era infalible. Hablaba de los signos que veía en las estrellas, de las formas en el humo de las hierbas que quemaban y le daba igual si nadie era capaz de ver esos signos a parte de él. Esperaba eso, ya que según decía, aquel arte, aquel medio de predicción había sido dominado por los centauros a lo largo de muchos, muchos años. Unos simples humanos no iban a lograrlo en unas cuantas clases, ni siquiera en unos pocos años.

También era capaz de discernir cuan diferente era Firenze del resto de centauros. Recordaba algunos otros encuentros que tuvo con ellos, cuando Hagrid le presentó junto a Harry y Hermione a su hermanastro Grawp o también aquella vez que se llevaron a Dolores Umbridge secuestrada. Firenze era amable y te respetaba en la misma medida que tú le respetabas a él, dejaba a un lado la supuesta superioridad de unos u otros para ver el mundo con pura y sana curiosidad, interesado solo en aprender, en comprender, en ver el desarrollo de las cosas desde un lado, interviniendo solo lo justo y necesario de acuerdo a sus creencias propias y únicas.

Le gustaba eso de él.

Quedaban apenas veinte minutos para lograr llegar a la Casa de los Gritos, cuando Canuto se percató de un ruido o un olor que lo alteró al punto de correr como un loco emocionado hacia delante.

- ¡Sirius! ¿A dónde... vas...? - era tarde. Había desaparecido entre los árboles.

- Al parecer tenemos compañía – dijo Firenze, pero parecía relajado, de modo que no podía ser una amenaza -. Hasta aquí llega mi camino, Avril Grimm. Dejo el resto en tus manos.

Recuerdos Pasados (Actualizaciones lentas)Where stories live. Discover now