7. Empezar de cero

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Empezar de cero

El buen tiempo todavía no se había ido así que aprovecharon este para pasar un rato los dos solos. James estaba entrenando al equipo de Quidditch con mano de hierro, llevando a los miembros del equipo al límite. Remus había optado por ir a la biblioteca y Lily se había apuntado con él porque decía que no debía perder el ritmo. Y Peter... bueno, Peter se había ido a buscar algo de comer.

Bajo un árbol cerca de uno de los laterales del castillo, donde pocas personas iban, Avril y Sirius disfrutaban de uno de sus pocos momentos a solas. Ella leía recostada en el tronco, con un par de cojines tras la espalda para estar más cómoda y Sirius disfrutaba distrayéndola tumbado bocabajo sobre su barriga. Levantaba su camisa del uniforme y regaba suaves besos aquí y allá. Cuando se acercaba a los costados ella se encogía por las cosquillas y se removía entre risas tratando de apartar su cara de ahí.

Trató de retomar la lectura, todavía con el esbozo de su última sonrisa dibujado en la cara, cuando los dientes de Sirius la rasguñaban suavemente simulando mordiscos. Cerró la boca con fuerza, ocultando su risa tras el libro y procurando parecer lo más imperturbable posible.

Sirius se acomodó mejor entre sus piernas y elevó las manos por los costados hasta las costillas y los laterales del pecho. Avril se removió por las cosquillas, escuchando la risa ronca de Sirius sobre su estómago. Un reguero de besos rodeó su ombligo y bajó hasta el borde de la falda. No la forzó o hizo ademán de retirarla, simplemente volvió a subir en suaves besos hacia arriba, haciendo fuerza en sus antebrazos y besando hasta la unión del sujetador en el centro del pecho. Allí lo mordió e hizo un ruido como de perro juguetón, fingiendo querer quitarlo, cosa que hizo que Avril dejara definitivamente el libro a un lado, con esa risa musical que Sirius escuchaba solo cuando estaban los dos juntos, y tomara su cara entre sus manos para darle un beso rápido en los labios.

Su sonrisa de cinco mil vatios no se hizo esperar y de un impulso volvió a unir sus labios con los de ella, rozando su cuerpo a todo lo largo y haciéndola estremecer por la presión que ejerció en sus caderas.

- ¿Por qué esto siempre tiene que pasar cuando estamos en una zona pública? - preguntó Avril en un jadeo, aprovechando que Sirius repasaba su mandíbula hacia su oreja.

Su risa cerca de su oído la hizo temblar contra él del placer, recibiendo como respuesta automática una presión más intensa entre sus piernas.

- Mmmm... - Sirius pareció meditarlo -. Quién sabe, debe ser nuestro sino.

Y sin que la chica lo esperara giró llevándosela consigo, tumbándola sobre él. Ante lo imprevisto, Avril gritó para después soltarle un suave golpe sobre el hombro, riendo a la par que él.

- Podrías haber avisado.

- Estaba cansado de intentar no aplastarte - subió la mano hasta los cabellos oscuros de Avril que caían alrededor de ellos como una cascada y haciendo fuerza la atrajo para besarla.

Se le hacía difícil pensar que no se cansaba de aquello, de besarla, de estar con ella. Que por una y otra vez que lo hiciera, nunca quedaba saciado y sin embargo se sentía en una felicidad constante y plena.

Se separaron mirándose a los ojos. A Avril todavía le fascinaba el tono gris de ellos. Como plata líquida, derretida por el calor de su propia intensidad, de su fuego interno. Querer a Sirius no era sencillo, era combatir con la violencia de sus sentimientos, tratar de aplacarlos o dejarse inundar por ellos.

- Recuérdame por qué tardamos tanto en salir - murmuró Sirius sobre sus labios.

- Porque tus amigos no nos dejaban solos - bromeó Avril, sabiendo que no se refería a salir en aquella pequeña cita.

Recuerdos Pasados (Actualizaciones lentas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora