4. Boda en un nido de serpientes. Parte III

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Boda en un nido de serpientes. Parte III

Cuando Avril salió del baño ninguno de los chicos había vuelto todavía. Entre lo tarde que se habían despertado y lo maliciosos que fueron al gastarle aquella broma no bajaron al desayuno, cosa que no le apenaba excepto por el hambre que sentía en esos momentos.

Un "crack" se escuchó dentro de la habitación y Avril se giró deprisa y alerta. Un pequeño elfo doméstico se apareció en una reverencia ante ella y pensó en que era la primera vez que veía a un elfo niño. Todos los que había conocido hasta la fecha eran adultos.

- Buenos días señorita. Han enviado a Dobby porque no han bajado a desayunar y Dobby debe preguntar si Dobby puede hacer algo por ustedes.

"Dobby"

El pequeño elfo doméstico alzó la vista al ver que nadie le respondía. Avril parpadeaba aceleradamente, pensando que aquello no podía ser cierto. Dobby tenía la mitad de su tamaño adulto, la cabeza más pequeña donde los ojos le ocupaban prácticamente toda la cara y sus grandes orejas de gato sobresalían de punta. Los elfos domésticos llegaban al punto de resultar monos cuando eran niños, pero definitivamente se estropeaban cuanto más crecían.

Como no lo había visto en toda la noche anterior, llegó a pensar que no había nacido, pero ahora entendía por qué lo habían relegado a otras tareas. Era tan pequeño que nadie se fiaría de dejar a su cargo el llevar bebidas o canapés de un lado a otro, incluso servir comidas. Seguramente lo habían enviado a su habitación precisamente porque eran ellos los invitados en esta.

- Eres... - Avril no supo cómo seguir con la frase y Dobby sacó sus propias conclusiones.

- Es comprensible si la señorita no quiere a Dobby – dijo atropelladamente pensando que no era digno de servirla -. Dobby puede pedir que venga otro elfo doméstico...

- ¡No, no, no, no! – negó rápidamente al ver que había estado a punto de desaparecer -. No, no te vayas. Estoy encantada de que seas tú, de verdad – dijo con una sonrisa esbozándose en sus labios.

Los ojos de Dobby brillaron de alegría. Le rompía el alma a Avril que siendo tan pequeño tuviera que pasar por aquello. Nunca se detuvo a pensar cómo había sido la infancia de Dobby, siempre lo consideró un elfo valiente con sus propios ideales, pero ahora viéndolo tan pequeño, descubrió que jamás tuvo alguien que cuidara de él.

- Dobby está dispuesto a hacer lo que la señorita le pida – volvió a hacer una reverencia -. Solo diga qué es lo que desea.

Pensó que si Dobby no tenía ninguna tarea tal vez se ofendería o castigaría, así que le pidió que le llevara alguna cosa simple. Antes de que se marchara, le especificó que quería una tostada con mermelada y un zumo, porque imaginó que dejarlo a su criterio sería lo mismo que traerle la cocina entera.

Cuando se marchó se apresuró a vestirse con unos pantalones de pata de elefante de tela fina y una camisa metida por dentro. Tenía una túnica para llevar por encima, pero estaba bastante segura de que los pantalones darían de qué hablar. No era común que en ese tiempo las familias sangre pura vistieran tan muggle y ahora era cuando los pantalones se estaban poniendo de moda en el mundo mágico, así que cuando lo vio en Madame Malkin no pudo resistirse a comprarlos.

La puerta del cuarto se abrió y entraron los chicos con la mano en la barriga y mirada apenada. Avril colocó las manos en la cintura y esperó a que ellos hablaran.

- Me niego a disculparme – dijo Sirius con un dedo alzado -. Solo fue una broma y ya te has vengado. Estamos en paz.

- Estoy de acuerdo. Mis padres se están riendo de mí todavía – Sirius asintió con energía al comentario de su amigo.

Recuerdos Pasados (Actualizaciones lentas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora