10. Pájaro azul

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Aviso: este capítulo contiene escenas algo subidas de tono al principio. Aquellos sensibles a estos temas, limitaos a saltároslo. Gracias.

Pájaro azul

Salió de la ducha vestido solo con los pantalones. Sin zapatos ni camisa caminó lentamente hacia la cama al tiempo que se secaba el pelo humedecido con una toalla. Tras la nochecita pasada él no había logrado pegar ojo como la señorita ahí tumbada, pero al menos había aprovechado para pensar y asimilar. Sobre todo asimilar.

Apoyó el antebrazo en el poste del dosel de la cama, sobre su cabeza, reclinando ahí su peso y la otra mano la enganchó en la pretina del pantalón. Sus ojos grises simplemente la observaron dormir, tumbada de costado con las mantas hasta arriba donde solo asomaba su cabeza y el largo pelo negro desparramado.

Dudó entre despertarla o no para bajar al almuerzo, pero estaba realmente hambriento de no haber comido nada desde la noche anterior, así que sus pensamientos derivaron en cómo despertarla.

Podía simplemente moverla un poco o apartar las mantas de un tirón.

Podía convertirse en Canuto y lamerla hasta que despertara.

Podía tirarle un vaso de agua. ¡No seas bestia Sirius! Recuerda lo que pasó la última vez que le hiciste algo parecido, pensó.

O tal vez podría...

Una sonrisa torcida se implantó en su rostro ante la idea. Sí, definitivamente haría eso.

Con toda la tranquilidad del mundo caminó rodeando la cama para ocupar el espacio tras la espalda de Avril. Se introdujo entre las mantas y se apegó a ella despacio, para no despertarla antes de tiempo y estropear la sorpresa.

Mantuvo su peso en un brazo y acomodó su cuerpo tras el de la bruja, pasando el otro brazo sobre su costado, acercando sus rostros y acariciando su mejilla con la nariz.

Fue directamente a donde le interesaba. Sin caricias previas, sin susurros al oído. Simplemente su mano esquivó la falda con la que había dormido e hizo a un lado su ropa interior. Las expectativas, la espera de lo que venía a continuación lo tensaron y la ironía de la situación hicieron que una risa más propia de un perro que de una persona escapara sin consideración de sus labios.

¿Cómo era que había terminado así? No era el ansia de tocar la carne más débil y hundirse en ella lo que lo sorprendía, sino quien era la persona a la que deseaba tanto. Eso era lo raro, lo inusual.

Avril se removió en la inconsciencia, sin terminar de despertar. Sirius utilizó su pierna para colarla entre las de ella, abriéndolas y dándole el espacio que necesitaba. Suavemente hundió la mano entre sus pliegues, estimulando su clítoris.

No tardó en despertar. Cuando Avril abrió los ojos, una sensación casi desconocida en su bajo vientre la tenía con la respiración agitada. En el momento en que los últimos vestigios del sueño se disiparon, descubrió la mano invasora y el cuerpo caliente tras su espalda. Sintió que le daría una taquicardia.

- Si-sir... ¡Sirius! – gimió ante su toque repentinamente avergonzada.

- Sería un problema si no fuera yo – respondió con sorna, mordiendo ligeramente su oreja, causándole escalofríos que la recorrieron a lo largo de la columna hasta donde las manos de él estaban acariciándola.

Avril trató de encogerse sobre sí misma, ligeramente asustada por el atrevimiento y el ataque traicionero de Sirius, pero este solo hizo sus caricias más amplias, más profundas cuando sintió que ella trataba de apartar su mano. Tembló ante la seguridad de los movimientos sobre su clítoris, ante el placer que le provocaba. Un gemido escapó de su boca y las manos que intentaron apartar a Sirius terminaron por sujetar con fuerza las sábanas.

Recuerdos Pasados (Actualizaciones lentas)Where stories live. Discover now