Capítulo 27

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27

-No es posible. -La voz de Milika Hansen traslucía incredulidad y preocupación.

- ¿Crees que aún está sucediendo? -preguntó Gordon mientras se dejaba caer en el sillón de piel de la sala.

-El doctor nos había dicho que no se podía excluir esta posibilidad, ¿recuerdas?

-Como si fuera ayer. Tal como recuerdo las paredes de esta casa antes de que las pintaran para borrar aquel maldito nombre escrito una y mil veces: ¡Normani! Y aquel condenado símbolo que estaba por todas partes.

- ¿Dios mío, Gordon ¿Cuántos años han pasado?

-Diez. Diez años.

-Espérame aquí, debo de hacer algo. Vuelvo enseguida. -Milika fue al recibidor y tomo un pequeño llavero de una cajita de madera colgada cerca de la puerta. En la etiqueta ponía SÓTANO.

Mientras bajaba las escaleras el aire gélido penetraba con fuerza en sus pulmones. Los recuerdos afloraban uno tras otro sacando a flote una historia que habían sepultado con mucho esfuerzo.

Milika recordaba perfectamente aquella época.

Dinah estaba en primero de primaria. Los demás niños dibujaban paisajes verdes, casa, árboles y transformaban el sol en una carita sonriente. Dinah dibujaba sola, en su habitación, escenarios apocalípticos, ciudades en llamas, edificios que se desmoronaban. Cuando le preguntaban el porqué de aquellos dibujos, respondía sencillamente: "Yo lo he visto."

Milika giró la llave del candado que cerraba la puerta del sótano comunitario y entró. Su espacio estaba al fondo a la derecha. Cuando llegó, le volvió a la mente el rostro cándido de Dinah, con aquel cabello rubio de ángel, que seguía repitiendo como en un sonsonete: "Normani existe, Normani existe, Normani existe..."

Cada episodio del periodo más negro de su vida familiar estaba anotado en el diario de Milika. Había empezado a escribirlo el día después del parto y lo había cerrado y escondido cuando había terminado aquella historia espantosa. Cuando ella y Gordon habían actuado, porque había que hacerlo. Porque era preciso enterrar vivo a un monstruo que estaba devorando la infancia de su hija.

Mientras Milika sacaba una caja del sótano, Gordon seguía en la sala. Había tomado una vieja agenda y la había abierto por la letra C. Recorrió los nombres hasta encontrar el que buscaba: "Clínica Privada Enrico Paoli." En la línea de abajo estaba escrito también el número privado del doctor Siniscalco, y entre paréntesis ponía "neurólogo".

Gordon se sentó en el sofá, tomó el teléfono inalámbrico y marcó el número de la consulta del doctor.

Una secretaria respondió al segundo tono. Unos segundos de espera y el doctor atendió desde su interno.

- ¿Sí?

-Doctor Siniscalco, buenos días, soy Gordon Hansen.

Al otro lado de la línea hubo un silencio roto apenas por la respiración del doctor.

-Hace diez años usted trato a mi hija Dinah – añadió Gordon.

- ¿Qué clase de tratamiento? -La voz del neurólogo era la de una persona que fumaba desde su primera juventud.

-Usted nos remitió a un psiquiatra, el doctor Moriría.

Multiverso (Adaptación Norminah)Where stories live. Discover now