Vamos juntos

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Atención: El capítulo siguiente puede contener escenas y temas clichés.

Pero la sonrisa de Adrien desapareció repentinamente, eso al ver que el chico pelirrojo se volteó, sacó un cuaderno. Pero el chico no prosiguió como acostumbraba, no sacó un lápiz (de quién sabe dónde, Adrien casi nunca lo veía sacar sus lápices), y se puso a dibujar. Sin embargo no dijo nada. Dejaría que Nathaniel comenzara.

La maestra estaba distraída, revisando papeles en su escritorio. Y Adrien no sentía las insistentes miradas de los chicos encima, y estaba Nathaniel ahí, tal vez traía algo... para el proyecto...

En realidad era que Nathaniel no quería ni ver, oír, o saber de Adrien (claro del proyecto tampoco, pero ¿qué se le iba a hacer?), algo ya común, ¿no? No obstante, no podía estar encerrado en su habitación todo el día... aunque ganas no le faltaran, pero una vecina metiche tampoco lo hacía. Estaba molesto, y ya. Su saludo fue cortesía, la cual tenía que seguir alargando, por bastante más, para su desdicha y a la vez felicidad. Algo que jamás había hecho, porque él no tendía a caer en aquello, fue lo que lo movió a salir de la cama. Quería ver a Adrien arrepentirse, por lo menos un poco, por el rechazo. ¿Acaso era exagerado? Él no lo pensaba así. Y, a pesar de que, la "venganza" (que en aquel caso no lo era... del todo) no era algo que Nathaniel hacía. Pero siempre existe la primera vez para todo.

—Lamento lo del viernes —comenzó Nathaniel, aunque lo dijo evitando la mirada del rubio.

— ¿Ah, sí? —Se sintió desubicado por lo dicho, hasta que la idea apareció en su cabeza tan clara como el agua. <<Desapareciste.>>—. Ah, sí, no importa.

—Claro que importa —continuó el pelirrojo. Volviendo a voltear, sus ojos se desviaron un poco, no quería realmente sentirse forzado a actuar amable.

—No, mira...

Pero Nathaniel se le adelantó.

—Déjame compensarte, esta tarde —sonrió amable—. Nos encontramos en el parque a las cuatro, y ya de ahí vamos a tu casa, o a la mía, como quieras.

Eso... sí que sorprendió al rubio. Nathaniel, mirándolo directo a los ojos, le estaba insistiendo. Mentalmente el pelirrojo se repetía 'sólo di que sí'. Entonces el rubio con una sonrisa y un asentimiento respondió:

—Está bien.

Nathaniel le volvió a sonreír, de manera más natural, porque le alegraba, levemente, su aceptación. <<Hecho.>> Sólo esperaría que en serio se pudiesen encontrar en el parque.

No obstante su suerte no era tan buena. La señorita Mendeleiev se levantó de su asiento y dio una revisada rápida a las mesas.

Después de pasar por la mesa de Chloé y Max, la chica rubia se escabulló hasta un lado de Adrien. Nathaniel, quien sí lo notó, se quedó extrañado. La rubia tenía una sonrisa de oreja a oreja. Y dejó caer a un lado de Adrien un papel. El rubio por andar en sus pensamientos, y con los ojos casi pegados al pelirrojo (sin poder creerse aún qué llevaba puesto), no se dio cuenta de la presencia de la rubia. La chica presumida volvió a su asiento casi de inmediato. Y Nathaniel lo presenció por el rabillo del ojo.

—Emm... Adri- —estuvo a punto de llamar al rubio. Lo que pronunció lo hizo casi como un murmullo y de forma muy dudosa.

— ¡Nathaniel Rêveur! ¿Se supone que está trabajando? —La maestra traía una cara de mala leche. <<Mejor hubiese llegado más tarde.>> se arrepintió Nathaniel—. Y usted, Adrien Agreste, ¿no iba a cuidar que Nathaniel trabajase?

A Adrien se le explotó la burbuja de ensoñación en la que estaba. Y con una cara de 'what?' clara. La señorita Mendeleiev frunció el ceño, poniendo sus brazos en jarras exclamó:

Todo gracias a Alya.Where stories live. Discover now