Aquí y allá

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Los últimos pasos que los separaban, los avanzó. Cortó la distancia que había entre ellos. Se agachó para quedar a su altura, y unió sus labios. Todo por un momento se detuvo.

Era un pequeño roce de labios, nada que llegaba a ser obsceno. Porque en sí, Adrien no quería asustar aún más a Nathaniel.

Sus respiraciones chocaban. Y sus corazones palpitaban con mucha rapidez. Y es que eso era privado, era un momento sólo entre los dos.

Nathaniel tenía la cabeza por las nubes. Como si se hubiese desconectado totalmente de la realidad. Y es que no podía estar pasando eso. ¡Adrien le estaba BESANDO!

Y repentinamente todo terminó. Como cuando te llaman la atención en clases al estar en tu propia nube. Simplemente, se esfumó. El contacto dejó de ser cálido, siendo reemplazado por el frío de la ausencia. Adrien se separó del otro chico. Estaba con el corazón bombeando en su cabeza, su estómago se retorcía por nervios, y sus mejillas estaban completamente pintadas de rojo.

Nathaniel, quien en ningún momento había cerrado los ojos, a comparación del rubio, se quedó con la mirada confundida prendada del rostro de Adrien. Sus labios, ahora fríos, se separaron para decir algo. Pero no más pudo salirle. Un intenso rojo le cubrió la cara, y se acabó encogiendo sobre sí mismo. No podía pensar con claridad. Su corazón latía con rapidez, animado y nervioso a la vez. En su estómago sentía una ligera sensación de mariposas. Y poco a poco la presencia de Adrien se iba esfumando de su lado, dejándole sólo de nuevo.

El silencio volvió a ellos. Como si todo desapareciera de su alrededor. Sus ojos se conectaron. Turquesas y esmeraldas, entre lazadas en un momento. Hasta que algo le oprimió el pecho al pelirrojo. Y sus piernas se movieron por sí solas. Entonces huyó. Como sólo él sabia hacerlo. Huyó del momento y de la persona que se había atrevido a declararle sus sentimientos. Y corrió hasta que sus piernas lo llevaron lo más lejos posible.

Nathaniel acabó por encontrarse a sí mismo cercano a donde estaba el restaurante. Después de tomar un respiro más, se dirigió a su hogar. Con rapidez y sin pensar en nada más que en alejarse.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, eso había sido demasiado y se sintió mal. Su corazón estaba sumamente inquieto, presionándose contra sí mismo. Por un momento pensó que algo malo estaba pasando. Era tonto llorar por algo así. Pero, tal vez él siempre reaccionaba por cosas tontas.

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—Eso fue... mucho peor de lo que esperaba —la voz de Chloé se hizo escuchar entre unos arbustos cercanos.

Adrien se había quedado quieto. Prácticamente como una estatua, dejando que el pelirrojo, que no le dejaba pensar con claridad,  huyera de él. Eso no salió como lo había planeado. Nunca nada le salía así de mal, de hecho. Pero, ahora se sentía mal, muy mal.

— ¿Adrien? —La pequeña mano de su amiga le agarró el hombro—. ¿Estás bien?

Bueno, ¿y cómo estarlo realmente? Ese había sido un rechazo... en cierto sentido.

El rubio inhaló profundamente y asintió, dejando escapar el aire de sus pulmones.

—Vámonos —pidió, dando una vuelta y comenzando a avanzar.

— ¿Eh?

Chloé vio a su rubio amigo irse caminando. Con las manos en los bolsillos y con una mirada triste. A ella no le gustaba verlo así. Pero, era igual de sorprendente su reacción. En sí Nathaniel sólo había huido, podía interpretarse de diferentes maneras (no necesariamente un rechazo porque no le separó cuando se estaban besando, aunque igual no significaba que había huido de vergüenza). Chloé ya no supo qué hacer más que seguir a Adrien.

Todo gracias a Alya.Where stories live. Discover now