44. Directo al Infierno

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44. Directo al Infierno

La luna estaba casi a su mejor esplendor. Tendrían alrededor de media hora antes de que el eclipse pasara a su mejor momento.

Lily observó como los demonios en cuerpos de inocentes ataban sus manos detrás de sus espaldas y detrás de un caño también, prohibiendo cualquier escape sencillo. Sam, Dean y Castiel estaban sentados casi a la par. Los tres mirando a Lily, la cual estaba sentada más lejos, con una gran puerta separándoles. Le tiraron el cuerpo de su amiga a sus pies. Lily intentó ponerla cómoda sobre sus piernas.

Recordaba que se sentía algo mal hacía tres días, la última vez que la vio, pero en ese momento estaba peor. Estaba demasiado pálida, grandes ojeras negras debajo de sus ojos, y Lily temía que no pudiera sobrevivir. Los ojos se le aguaron.

—Amy —llamó la rubia tomando la cabeza de la castaña con sus manos, Amy estaba cerrando lentamente los ojos, cediendo al cansancio que sentía—. Amy, escúchame. Manténte despierta, ¿si?

Amy intentó asentir, pero se sentía demasiado cansada como para intentar abrir los ojos. Lily, aún con agua en los ojos, corrió unos mechones de la cara de su amiga y analizó su situación. Amy enferma, por alguna extraña causa, también era su culpa.

—Lo siento —logró decir el ángel.

—No, no, no —comentó con rapidez Lily—. Nada de últimas palabras, ¿si? Y nada de pedir disculpas.

Lily no podría vivir sabiendo que su mejor amiga moriría en sus brazos. No sabía cómo ayudarle, cómo darle esperanzas de que todo saldría bien si ni ella misma creía eso. Estaban acabados. Sus hermanos exhaustos y con heridas, algunas tal vez superficiales pero cada gota de sangre derramada contaba para su cansancio. Su ángel también estaba agotado, Lily podía verlo en la curvatura de sus alas negras. Esas alas que parecían sombras a través de sus ojos, pero que igualmente eran hermosas. Éstas se dejaban caer contra el suelo con cansancio. Los tres habían ya peleado lo suficiente como para continuar injustamente.

Lily maldijo no haber aceptado de una el trato, si lo hubiera hecho, tal vez nada de eso fuera igual. Tal vez Amy no estaría al borde de la muerte. Tal vez sus hermanos y Cas no estarían tan exhaustos y preocupados por ella. Lily se maldijo. Tuvo una oportunidad, y en vez de tomarla por miedo a que luego la odien, la desperdició. Y ahora todos pagaban el precio.

Amy alzó una delicada mano, ésta acarició levemente la mejilla de Lily. Sin palabras, la castaña le transmitió toda tranquilidad que la rubia necesitase. Lily no necesitaba saber las exactas palabras, sabía que su mejor amiga le decía gracias y que estuviese tranquila. Conocía a Amy como la palma de su mano, sabía lo que esos ojos color café transmitían. Pero de alguna manera sintió que ella se despedía y no podía soportarlo. Otra vez, lágrimas llenaron sus ojos.

Lily no comprendía cómo una chica tan dulce y despreocupada de sí podía ser un ángel caído. Sabía que debían haber distintos tipos de ángeles caídos porque Amy no era igual de fuerte que Belzebú o Eligor, ella apenas podía transportarse de un lado a otro. Pero de igual manera, Amy le había ayudado desde que la conoció a los trece años de edad. Era la chica más fuerte, bondadosa y generosa que nunca conoció. Sus gestos, sus palabras, su personalidad, todo eso le hacía recordar a su madre. Amy y su madre eran muy similares, dando todo de sí por Lily, incluso sus vidas. Lily sintió un golpe muy duro en el pecho. No podía perder a Amy, como perdió a su madre hace un año. Simplemente no podía.

De repente, Amy dejó caer su mano contra el suelo. Cerró lentamente los párpados e inclinó la cabeza hacia un lado. Lily la sacudió levemente, tratando de no hacerle mal sino de despertarla. Pero la castaña no respondía y eso hizo que su corazón latiera por miedo.

Black Wings [Supernatural]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora