Confusiones

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—No puedo creerlo. — repetía una joven azabache por novena vez en un minuto, mientras restregaba con más fuerza uno de los tanto calderos que debía limpiar como castigo —. ¡NO PUEDO CREERLO! —gritó furiosa, tirando el caldero lo más alejado del salón tratando de sacar algo de aquella furia que invadía su cuerpo.

Pero, ¿por qué le importaba tanto?

Era una situación realmente estúpida si se ponía a razonar, sin embargo, algo muy dentro de ella le hacía reaccionar de esa forma al recordarle una y otra vez la imagen de la comadreja comiéndose a besos con la cabeza hueca de Brown, mientras que ella disponía a salir del Gran Comedor rumbo al tedioso y para nada merecido castigo con Slughorn fingiendo que todo estaba bien, que nada de lo que hiciera esa sucia comadreja le importaba.

—¿Se puede saber ahora qué diablos te sucede? —preguntó el culpable de su enojo entrando al salón de pociones —. Si las miradas mataran entonces me habría muerto en medio del Comedor.

Y créeme que ganas no me faltan de matarte.

—Vaya, ¿ya terminaste tu sesión de besos? —le preguntó con veneno oculto en la burla.

—¿A dónde va eso? —preguntó, confundido —. Lavender en mi novia.

—¿Novia? ¿En serio? Creí que era un ciervo. —rió con ironía —. Se te llena la boca diciéndole y mostrándole a cada bastardo de este colegio que esa zorra es tu novia cuando por sus espaldas te acuestas conmigo.

—¡Prácticamente tú me violas!

—Vamos, no me vengas con estupideces, Weasley, si bien lo disfrutas. —negó, divertida —. Sé hombre por primera vez en tu vida y dile la verdad, ¿no crees que merece saberlo?

—¿Por qué me dices todo esto?

—No es importante, pero tómalo como el fin de todo esto. —respondió, antes de tomar el caldero que había tirado tiempo atrás para ponerlo en su lugar.

—¿Qué tenemos nosotros? —preguntó, observándola con una atención nunca antes puesta.

—Solo sexo, Weasley. Era solo sexo. —respondió, antes de salir del salón dando como terminada la conversación y el castigo.

Pansy Parkinson sentía como su pecho se hundía con fuerza, era como si le doliera lo que había sucedido pero aún no podía entender por qué.

~°~

—Oye, Hermione, ¿cuándo hablarás con Sirius? —preguntó Harry, sentándose a su lado mientras posaba el libro de pociones del Príncipe Mestizo en la mesa.

—En la madrugada, en la carta me decía que iba a aparecer en el fuego de la chimenea. —respondió —. Ya deberías de haberle devuelto ese libro a Slughorn, Harry.

—No, aún no. He encontrado algo más que pociones aquí. —manifestó, correspondiéndole la sonrisa a la rubia de Slytherin que acaba de pasar el umbral.

—Harry, te gusta. —sonrió Hermione con picardía, al percatarse de la situación de su amigo.

—¡Claro que no!

—Harry, no me puedes negar que te gusta Daphne, se te nota. —rió.

—Es muy linda pero no me gusta.

—No tiene nada de malo que te guste.

—¿Dónde está Ron? —preguntó, cambiando bruscamente de tema.

—No lo sé, no lo he visto desde el espectáculo con Lavender.

—Suenas enfadada. —levantó una ceja con inquisición.

Rompiendo Tradiciones Where stories live. Discover now