Cervezas de mantequilla

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—¿Qué demonios es lo que te sucede, Nott? —preguntó Draco, al ver a su amigo acostado en su cama fingiendo leer un libro.

—No me pasa nada. —cortó.

—Si claro y yo nací ayer. —bufó —. Desde que llegaste has estado raro, ¿qué sucedió?

—Todo estaba preparado, eso fue lo que paso. —contestó enfadado.

—¿De qué estás hablando? —preguntó el rubio, frunciendo el ceño.

Theo suspiró con pesadez dejando su libro en la mesa de noche, para luego disponerse a doblar su camisa y mostrar la todavía muy marcaba serpiente en su piel.

—¡Mierda! —exclamó, revolviéndose su platinado cabello —. No qué que vamos a hacer, estamos jodidos.

—Lo estamos desde que nacimos, Draco. No debería de sorprenderte tanto. —respondió, tomándolo por sorpresa.

—¿Qué te pasa? —preguntó, mirando a su amigo con atención —. Sé que estás afectado por esto pero no es la verdadera razón.

—No es algo de lo que quiera hablar en este momento, Draco. —contestó, antes de tomar nuevamente su libro y salir de la habitación.

Theodore Nott no sé sentía del todo seguro hablando sobre aquel tema y menos ahora que su corazón no se ponía de acuerdo con la razón.

Un fuerte choque hizo que el azabache saliera de sus pensamientos y se diera cuenta que había chocado con la persona que menos quería ver en esos momentos, ya que hacía varios días que llevaba evitándola. Pero es que Theo no sabía que la vida en ciertas ocasiones te jugaba sucio y te hacía recordar aquellas cosas que no querías volver a sacar de las tinieblas en las que las habías guardado.

—Theo, perdóname, venía distraída. —se disculpó Astoria con una sonrisa incómoda, y no la culpaba, claro que no, puesto que la tensión que había entre ellos podría sacar a cualquier persona que se cruzara por aquella esquina en la que se encontraban.

—Está bien, no importa. —respondió cortante.

—Theo... Me preguntaba si podemos hablar. —balbuceó sintiéndose una estúpida, era su mejor amigo pero era el mejor amigo que había besado en su casa.

—No hay nada de qué hablar, Astoria. —contestó —. Permiso, debo ir a la biblioteca. —sin más que decir o esperar, siguió su camino dejándola atrás.

Theo lamentaba mucho lo que estaba sucediendo, pero sentía una verdadera necesidad de alejarse de todo y de todos para poder aclarar su mente y darle una respuesta a su corazón. Tal vez se había equivocado pero también podría haber hecho lo correcto.

—No creo que todos esos libros te oculten para siempre de los problemas. —escuchó una voz, después de varios minutos de haberse resguardados sobre una montaña de libros en la mesa más alejada de la biblioteca.

—¿De qué estás hablando, Lovegood? —preguntó irritado. Lo había descubierto.

—Los problemas no se irán si tú no les das una solución. —contestó, con su típica voz ensoñadora.

—Ninguno de mis problemas tiene solución.

—Es obvio si les ves siempre el lado negativo. —aclaró, llevándose un bufido de su parte.

—No es tan simple.

—Nada es simple.

—¿Cómo te has dado cuenta?

—No hace falta ser sabio para ver la confusión que reflejan tus ojos, Theo.

—Besé a mi mejor amiga. —soltó sin pensar.

Rompiendo Tradiciones Where stories live. Discover now