Como besar a pimienta.

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Aquella fue la cena mas incomoda que había tenido en mi vida. Estabamos solos Justin y yo, frente a frente en las sillas literales de una mesa de 12 personas. Detrás de nosotros se encontraba un mozo, listo para cualquier petición que tuviésemos, callado en la soledad de un rincón. De ahí en fuera, Justin y yo no esbosábamos palabra; nos quedamos callados, mientras que el ambiente se sentía como electrificado: hasta el respirar era incomodo. El sonido de los cubiertos tocandose mutuamente al cortar la carne, al momento en que yo tocaba el plato; todos aquellos sonidos generados por la ceramica me quitaban el aire. Ridiculamente lo hacían. 
- ¿Desea algo mas, Joven Justin? - habló el hombre de moño apretado y cara alargada desde la espalda de Bieber. El negó con la cabeza, y le agradeció con la mirada. Después de eso, el hombre simplemente caminó hacia la gran puerta del comedor, y fue directamente hacia la cocina. Ahora si, Justin y yo estabamos totalmente solos.
¿Debía hablar? ¿Debía de quedarme callada? ¿Cómo es que se supone que digieres esa clase de temas? En ese momento fue el primer día cuando de verdad extrañé a Ronny y su garganta periquita que por mas que se lo pedías, no se callaba mas de dos minutos y medio. Lo unico bueno de eso es que nunca hay silencios incomodos durante una cena con mi hermana, así de facil: siempre hay platica, siempre hay distracción. Extañé estar en italia: Si estuvieramos en casa de mi tía nina, y hubiera ocurrido lo que ocurrió haya adentro, mi abuela estaría hablando ignorante de ese hecho, mi abuelo la escucharía con atención y mi hermana y mi abuela acapararían la conversación como usualmente lo hacían. En ese momento, la maxima comunicación que existía en la sala, era la de alguna mosca con sus alas. 
Pasaron los minutos, y la comida se volvió cada vez mas incomoda, mas rapida y mas apresurada. Harta hasta la punta del ultimo cabello de todo eso, simplemente dejé los cubiertos a un lado de mi plato. 
- Se me quitó el hambre de repente. - dije, para después pararme de la silla. - Me mandas a llamar cuando quieras irte a Londres, estaré en el cuarto de huespedes. - Aquellas eran palabras que usualmente no saldrían de mi, sin embargo bajo estas circunstancias lo unico que quería era salir corriendo. Justin ni se inmutó, simplemente miró absorto su plato de medio comer, y asintió casi sin querer hacerlo. Yo me giré, y caminé hacia la salida del comedor, subí las grandes escaleras principales hasta llegar al segundo piso, caminé a lo largo del pasillo, y llegué a la habitación de Huespedes. Abrí la puerta, para entrar y después encerrarme. Me quedé recargada en la puerta de madera por unos segundos, con los ojos cerrandos maldiciendo por lo bajo. "Estúpida, Estúpida..." susurró la estúpida voz de mi cabeza. Abrí los ojos, y caminé hasta la cama para recostarme un rato. Había pasado tantas emociones en un solo día que hasta sentía el vertigo de una clase de convinación de todo lo ocurrido. 
Deseé de pronto estar en casa. Y de un momento a otro, soñé que volaba. Me había quedado dormida. 






...







Abrí gentilmente mis ojos, encontrandome a mi misma un poco deshubicada. Miré a traves de la ventana; la Luz estaba en un ángulo de 60 grados, siendo de un color amarillo y naranja intenso. Estaba anochesiendo. 
Me sentía mal emocionalmente. Quería hablar con Justin, simplemente eso. Bueno, no engañaba a nadie: Quería besarlo. Quería ir hasta su habitación y sacarle un beso, uno verdadero, sin que me importase nada como al momento en que nos estabamos a punto de besar. ¿Que pasaría si corro hacia donde él estába y lo besaba? Posiblemente moríria de verguenza. 
Todo esto era muy, muy complicado. 
Llevé mis manos hasta mi cabeza, y miré hacia el suelo sentandome en la cama sin destender. Tenía que hablar con Justin. 
¿Cómo era posible que un desconocido haya influenciado de tal modo en mi vida? Todos empezamos como desconocidos, absolutamente todos. Es cuestión de acostumbrarnos a su presencia... Justin es el desconocido mas maravilloso que había conocido en toda mi vida.
Tenía que hablar con el, y robarle un beso en el camino. Quizás dos. 
Me levanté de la cama, y caminé fuera de la habitación.
- ¿Justin? - pregunté casi a un susurro al no saber hacia donde ir; podría estar en cualquier lado, ya que esa "pequeña casa" era bastante extensa. Rodeé los ojos, y decidí utilizar mi intuición. Caminé por el pasillo hacia la derecha, e iba cruzando por todas las puertas, para ver si escuchaba algo. Nada.
Al llegar al fin del pasillo, me di media vuelta dispuesta a caminar hacia el primer piso, para ver si encontraba a Justin en algún lado. Camié al sentido contrario donde había estado caminando, y de repente, escuché su voz. Una sonrisa salió casi por inercia.
La voz de Justin provenía de una de las tantas habitaciónes, la que tenía la puerta con una pestaña abierta. Justin hablaba, y hablaba, y hablaba, aunque no sabía con quien. Después capté que hablaba por telefono ya que nadie le contestaba, a menos de que estuviera hablando solo. Justo cuando estaba a punto de empujar la puerta, el dijo algo que hizo que me detuviera en el acto:
- Yo también te extraño. 
Me quedé helada junto a la puerta sin tocarla, ya que si lo hacía la iba a mover. ¿"Te extraño"? ¿A quién podría decirle eso? Mi corazón se detuvo al instante en que me di cuenta de que mi mente solo tenía cavidad para pensar en un nombre relacionado con esas palabras y con Justin. ¿Sería Alice con la que estaba hablando? Cerré los ojos. Sabía que había llegado tarde. 
- La verdad, no se si regrese. - dijo Justin en un tono melancólico. - Todo depende de lo que ocurra aquí. - ¡Mierda! Retuve el aire, sintiendo como mi corazón se comenzaba a desmoronar, casi como si se estuviera carcomiendo. Me dieron muchas ganas de romper la puerta, entrar y tirar el telefono por la ventana. - Ella esta bien... aunque ya conoces a Ely, temperamental. - En ese segundo, me congelé. ¿Había dicho mi nombre? Alice no sabía de mi, ¿O si? Descarté la idea de que era Alice al telefono, ya que Alice no me conocía, y mucho menos sabía que yo era temperamental. Entonces, ¿Con...? - Sarah... - Sarah. - Prometo acompañar a Ely de regreso a Italia para verte. - sentí como si alguien hubiera estrujado mis tripas con sus manos sin piedad. 
Malditos hombres... Justin me besaba - intentaba besarme - y después le decía a otra que la extrañaba. Eso si es ser muy poco hombre, ¿Verdad?





...






Cuando calló la noche, Justin anunció que era hora de irnos hacia su casa a Londres. Yo simplemente asentí, y me subí al coche de Bieber, callada en todo momento.
Preveía un viaje en auto muy, pero muy incomodo.
Ahora el silencio no era solamente por la verguenza ocurrida horas antes, si no que, ahora al menos por mi parte, era un silencio de "Quiero sacarte los ojos con un tenedor". 
Justin manejaba en silencio, y yo mantenía mi vista fija a lo que las luces del coche alumbraban en al carretera. 
- ¿Quieres musica? - preguntó, dudoso entre hablar o no. Yo alcé los hombros, y el bufó incomodo. 
Ahora me sentía tan tonta a querer besarlo... era obvio. El jamás, jamás podría verme como algo mas que "una chica temperamental". El siempre iba a querer mas a la bonita, a la del buen cuerpo, a la de risa estúpida. Por alguna extraña razón, los chicos solo ven del pellejo hacia afuera, ignorando que dentro de la coraza existe una persona. Aunque yo no fuera la persona mas bella por dentro, yo valía algo... debía de valer algo. Esas palabras, bien podrían ser mentira, pero eran las unicas que me reconfortaban en aquel momento de histeria.
Justin elevó su mano hasta la radio del auto, y la encendió presionando un pequeño botón verde. Lo que pasó después, no tuvo nombre: Parecía que estabamos destinados a que ese fuera el viaje mas incomodo en nuestra vida; era la canción, la misma canción que el y yo cantamos al unísono hace un mes antes, en nuestro camino a Conelly. Sentí como mi quijada se forzó, y como el ahora tomaba incomodo el volante. Bajé los hombros perdiendo una batalla, y recargué mi codo en el costado del cristal, para llevar mi mano a mi cabeza y recargarme en ella. 
- ¡Hey! ¿Recuerdas esa canción? - habló él, en un tono tan felizmente falso que hasta me dieron nauseas. Poco hombre, insensible maldito besador. Casi besador. - Es la que cantamos en nuestro viaje a Conelly.
- No me gusta ahora. - dije secamente, dandole a entender que ni con canciones, ni absolutamente nada de esos estúpidas iban a hacerme cambiar de parecer en cuanto a mi sentido del humor en ese momento. 
Recordé los muffins de chocolate y vainilla de mi abuela; que delicia. 
Después de mi evidente rechazo, Justin y yo guardamos silencio por otros minutos, minutos que se sintieron hasta mas pesados que los anteriores.
¡Maldito Justin Casi besador Alagador por telefono! Hasta sentía asco al pensar en su nombre. 
- Solo... - dijo de repente, sacandome de mi nube de pensamientos asesinos. - Solo quiero hacer las cosas mas faciles, Elizabeth. - habló en un tono tan... tan masculino, que me quitaba el aire. Odiaba que el tuviera esa clase de poder en mí, me sentía tan debil ante su presencia. 
- No haces un buen trabajo. - susurré.
- Por que no me dejas. - habló elevando su tono de voz. 
- ¿Que quieres que haga?
- Que olvides todo.
- Listo, consideralo olvidado. - alcé las manos, y miré a travez de la ventana, sin darle ni siquiera el margen de espacio de que volviera a actuar en mi territorio. 
Otro silencio de 10 minutos se interpuso entre yo y Justin, así como entre palabras y palabras.
- No entiendo porqué pareces enojada, en su momento parecías feliz. 
Eso ya había cruzado la linea. 
Miré a Justin por primera vez en todo el viaje. Para ese momento, los estragos de la ciudad comenzaban a hacer uso de presencia; supe que estabamos a una media hora de llegar a casa de Justin, quizás más según el tráfico. Justin actuaba como si lo que había dicho no fuera gran cosa, y yo simplemente sentía como si cortaran mis nervios con una navaja; quería estallar, y brindarle un gran golpe en la cara, para que se le quitara la sonrisa sinica del rostro. 
- Pensaste mal.
- No fueron mis pensamientos, fue lo que vi.
- Compra lentes entonces, que tienes problemas si crees que me viste feliz. - me crucé de brazos, enfuresída. 
- ¡No tienes que mentir! Yo iba a besarte y tu no pusiste objeción. - Mierda, tenía razón. No pude mirarlo por unos cortos segundos; ¿Que podía decirle? No puse objeción, nunca me aparté, me quedé ahí quieta esperando solo a que sus labios besaran los mios... yo era bastante obvia.
- Para empezar, no comprendo como es que "querías besarme" si extrañas tanto a Sarah. - listo, lo había dicho. 
Si la quijada no fuera parte de la estructura osea, a Justin se le hubiera caído. Me miró con tal expresión facial que parecía querer enterrarme viva, y de paso a él. No logré idenfiticar si en esa mirada se divisaba mas verguenza, tristeza, enojo, u odio. 
- Si... muero por regresar a Italia y besarla a ella. - ¡Mierda Mierda Mierda! quería golpear el cristal y tomar el primer avión a Boston que pudiera tener. ¡Te odio Justin Bieber! 
- ¡Pues ve! ¡Yo no te detengo! ¡Ve y besala a ella, no a mi!
- El nuestro iba a ser solamente un incípido y feo beso, Elizabeth. Te emocionaste tanto que te lo imaginaste bueno, ¿Cierto? - ¡Maldito idiota vete al infierno! 
- !Solamente te iba a hacer el favor de besarme! ¡Se notaba que te morías por hacerlo! 
- ¡Da lo mismo besarte a ti a besar a Pimienta! 
- ¡Entonces a la proxima intenta robarle el beso a esa yegua, no a mi! - grité por ultimo, siendo opacada por el sonido de un claxon. 
Ese ruido estruendoso fue lo que cortó por completo nuestra conversación. Me sentí agotada; muy apenas fui conciente de lo que dije. Maldito bastardo besar; "Besar a Pimienta y a ti hubiera sido igual" ¡Que valla con ese cabello si eso es lo que piensa! 
La siguiente media hora en Londres me la pasé mirando por la ventana, admirando la belleza de la ciudad e ignorando al idiota que tenía como piloto. Cuando llegamos a la casa, el salir de ese auto me dejaba con una inmensa felicidad. Sentía tanto amor por esa casa, y por el hecho de que fuera tan grande, que casi quería brincar de la emoción de saber que solamente subiría y me encerraría en mi habitación - la habitación de huespedes - para después olvidarme de Justin, y de lo cretino que había sido. No tenía animos ni siquiera de verlo a la cara. Justin abrió la puerta de la casa, y yo pasé sin que me importaran los buenos modales. Ya sabía como llegar al cuarto, así que sin esperarlo ni decir palabra alguna subi por las escaleras, y caminé por todo el corredor lateral izquierdo, hasta llegar a la puerta del cuarto. Justo con la mano en la perilla, sentí su presencia ostigadora a mi espalda. Tomó la muñeca de la perilla con su mano, y yo me presipité; di media vuelta, y Justin se pegó totalmente a mi cuerpo, acorralandome entre el y la puerta de madera. Ese acto me quitó el aire.
Soltó mi muñeca, y elevó ambas de sus manos hasta mi rostro, de una manera violenta, pero igual de placentera y electrizante. Y así, bruscamente, Justin juntó nuestros labios en un beso que, aunque tenso, se sentía delicado, armonioso y suave. Era un beso que dejaba mis labios palpitantes y mi cabeza en la tercera nube camino a China. 
Así como me tomó, me soltó. Estando aun a una distancia practicamente nula entre nosotros, me miró, pero no con amor, ni ternura, si no con odio y enojo. 
- Como besar un caballo. - susurró a mis labios, y me robó otro corto beso. - con sentimiento nulo. - dijo él, casi con desprecio. 
Me había roto el corazón. 
Se dió media vuelta, y sin decir palabra alguna solamente entró a su cuarto frente al mio.
"Como besar a un caballo..." Ese había sido el mejor beso de toda mi vida, pensé, tratando de evitar que las lagrimas cayeran rodando por mis mejillas. 





Una escritora sin amor.Where stories live. Discover now