Adiós París, hola Italia.

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El departamento tenía una iluminación pobre. El claxon de algunos camiones de carga de escuchaban lejanos, mientras que yo mantenía mi rostro oculto entre la tela de las almohadas. 
Alice había regresado a Paris para continuar con su trabajo, y yo me encontraba despechado en el departamento de Nicholas. 
En casa la mayoría de las cosas era un desastre: Mi padre había salido del hospital después de cinco días internado; Nathalie y Bruno habían estado arreglando todo para la llegada de papá a la casa, sin embargo, el arribo sorpresa de Jennelle nos tomó a todos desprevenidos. Llegó nerviosa, simplemente preguntando por papá, y su estado de salud. Ni siquiera habló con el; intercambió palabras con Bruno y Nathalie, y después de eso desapareció por las grandes puertas otra vez. 
Agradecí no haber estado ahí para verla. Se me hubiera formado un nudo en la garganta, y las palabras de Ely hubieran hecho un remolino en mi cabeza; hubiera querido decirle todo lo que Ely me dijo a mi hermana, pero no iba a ser lo suficientemente fuerte. Al menos, aun no podía recordar bien a Ely sin que quisiera empezar a tirar cosas por la ventana. 
Nicholas había salido desde temprano, y yo tuve que haber salido por la mañana directo a la finca de la familia, para ayudar con un par de papeleos. Pero en lugar de eso, mi cama se veía totalmente irresistible. 
No sabía que hora era, y muy apenas sabía el día. El sol no había mostrado ni siquiera un escaso rayo colado entre las nubes grises que cubrían aquel cielo de invierno; la ciudad se veía más gris que de costumbre. Se asemejaba a como yo me sentía. 
Desde el día en que Ely no apareció en el Big Ben, comencé a tornarme un loco. Tenía mis emociones de mierda tan revueltas que hasta tenía asco, y parecía niña. Sentía repulsion por todo, y al mismo tiempo el cosquilleo en mis nudillos me dejaban interminables ganas de efectuar un golpe contra algo. 
Rompí mi teléfono al estrellarlo contra la pared de mi habitación en el departamento de Nicholas, y por poco descompongo la televisión. Una parte de mi realmente creyó que a Nicholas le hubiera agradado eso; me hubiera obligado a comprarle otra tele, y así empezaría el año con televisor reluciente. 
Había hablado con mi madre, quien solamente hizo todo más complicado. Ella, así como aparetemente la mayoría de mi familia, había terminada encantada con Ely. Me recalcó una y otra vez lo ciego que había sido por dejarla ir, y cómo es que realmente debía de ir a buscarla, y pedirle que estuviera un poco más conmigo, que me diera una oportunidad. 
No lo iba a hacer; no podía hacerle eso a Elizabeth. Ella realmente había faltado a la cita por que no quería verme, quería olvidarme. Yo tenía que respetar eso, por mucho que me matara la idea de que ella simplemente me quería olvidar por completo. 
En un completo silencio, sin ningun artefacto encendido, se escuchó a lo lejos el sonido de la cerradura abrirse. No hice reparo al movimiento; debía de ser Nicholas, regresando a casa. No me moví de mi posición —boca abajo en la cama, con las manos extendidas junto al resto de mi cuerpo— cuando escuché su voz hablando. 
— Te dije que te iba a gustar —dijo él. Debía de haber estado hablando por el teléfono, ya que... 
— De hecho, no pensé que fuera tan divertido todo esto. 
Ella rió. 
Me enderecé sobre la almohada, y pelé los ojos. No hice ningun movimiento más, hasta que no escuché que la chica volvió a hablar. 
Lucy. 
Al escuchar su risa, salté de la cama. Mi hombro chocó contra el marco de la puerta, pero el dolor comenzó en el hombro hasta que se extendió por el brazo y de diluyó. Crucé el pasillo como un loco desquisiado, y cuando éste se abrió en la sala de estar, tanto Lucy como Nicholas me miraban furtivamente. 
Mi respiración no me dejaría mentir; me emocionaba la idea de pensar que tal vez Ely... 
Miré la habitación, escrudiñandola con la mirada, pero no había nadie alrededor. Solamente la pequeña pelinegra y mi hermano mayor. 
— ¿Justin? ¡Qué mierda estás haciendo aquí! —la exasperación de Nicholas era evidente—. ¿Que no tenías que ir a ver al Sr. Soyer para hablar sobre las propiedades? 
— Canceló —argumenté sin quitarle la vista a Lucy—. ¿Cómo estás Lucy?
Ella me miró, casi con pena en los ojos. Su boca se alineó en una fina linea que cruzaba su rostro de izquierda a derecha, y sus grandes ojos tamborileaban.
— Muy bien, ¿y tú? —Por el modo en que me había hablado, tan suave y terso, supe que sabía de antemano cómo me encontraba. 
— Me parece que lo sabes —contesté, y su reacción nerviosa se sintió en un instante. 
— Justin, será mejor que te vayas. Estás incomodando a... 
— ¿Cómo está? —pregunté por impulso, interrumpiendo a mi hermano. 
Lucy apartó la mirada, y noté de soslayo en mi mirada desenfocada como Nicholas cerraba su puño, apretando sus nudillos. Odiaba que lo contradijera pero, ¡a la mierda! No me iba a atener a sus deseos. 
Lucy relamió sus labios secos, y después chasqueó la lengua. No habló. Ni cuando con mi mirada le suplicaba de rodillas que lo hiciera. 
— ¿Por qué no fue, Lucy? ¿Por qué...?
— Justin, deja de...
— ¡Deja de decirme lo que tengo que hacer por una puta vez en la vida! 
Nicholas retrocedió, y mi rabia pareció abarcar aquel espacio en blanco. Me sentía tan enfadado conmigo mismo, con todos; nadie podría llegar a saber jamás como era que me sentía. Esa clase de soledad, de perdición era tan brutal que debería de haber sido considerada una enfermedad mortal. Nadie podría inventar la cura, ya que la cura la tendría solamente aquel que te causo la enfermedad misma. 
— No hagas esto más difícil, Justin. Para Ely todo esto fue peor.
— ¿Estás hablando enserio? Son unas egoístas, ¿no crees que a mi me dolió todo esto también? 
Calló. Yo bufé, exasperado. 
— ¡A la mierda todo esto! ¡Yo pensé que podríamos llegar a algún lado!
— ¡No fue culpa suya!
— ¡Ella fue la que eligió no asistir!
— ¡No lo hizo por gusto! 
— ¡Mierda! 
Grité. Lucy se retrajo durante unos escasos segundos, antes de encararme con sus pantalones buen puestos. Se acercó a mi lo suficiente como para su cabello me tocara el mentón, y terminó por alzarse en puntas para terminar a mi nivel. 
— No culpes a Ely de tus errores —gruñó bajo. No vi nada más aparte de los feroces ojos verdes de Lucy escrudiñandome casi con recelo. Relamí mis labios. 
— Se que he cometido errores, y se que algunos parecen imperdonables, pero se también que Ely me ama, y estoy seguro de que lograrémos superarlo. 
— Ni el más grande amor puede con el peso de... 
Lucy cayó sobre sus talones, dejando la frase para el aire. Dio media vuelta, y caminó hacia Nicholas, quien me observaba con las cejas juntas en dos lineas paralelas de un punto en común. 
— ¿Qué estas haciedo aquí, de cualquier modo? —preguntó mostrándome su espalda—. ¿No deberías estar en Paris? ¿Con Alice? 
— Decidí quedarme un poco más —musité, casi avergonzado de mi credulidad, de los hilos que se destejían del borde, anunciando mi negación a que todo esto acabase. Lucy rodó los ojos. 
— Wau —suspiró—. Pensé que sería una mimada que querría que estuvieras todo el día cuidándola. 
— Alice ya está bastante grandecita como para cuidarse ella sola. 
— Si pero, ahora que está... 
Nicholas interrumpió a Lucy con el acto de posar su mano en su hombro. 
Se hizo la tensión.
Mi mirada saltó del rostro contrariado de Lucy, a los ojos suplicando por piedad de Nicholas. 
Algo me ocultaban; algo gordo. 
De repente, a Lucy se le afligió la cara, como si hubiera entendido la muerte de miles de personas, como si hubiera descubierto que ella misma los mato. Su rostro se volvió pálido, y podía jurar que sus carnosos labios se vieron secos en el instante en que Nicholas tragó saliva para su boca seca. 
— No lo sabe —susurró Lucy de modo tan cálido, que si no hubiera visto sus labios moverse, posiblemente hubiera confundido sus palabras con una ráfaga de aire caliente de la calefacción —. Mierda. 
— ¿Qué? ¿Qué no se? 
Ambos me observaban, y se miraron ellos mismos de soslayo, Lucy teniendo que elevar el rostro apenas para poder llegar a los ojos de mi alto hermano. 
Tanto él como ella se mostraron nerviosos, dos niños pequeños atrapados con las manos dentro del recipiente de galletas durante horas inapropiadas. 
— ¡Hablen! 
Exasperado, causé un pequeño brinco en Lucy. Nicholas no se inmutó, quizás por que estaba acostumbrado a esa clase de reacciones mías, sin embargo avanzó con cautela. 
— Nosotros no tenemos que decirte nada, Alice sí. 
— Se lo estoy preguntando a ustedes, no a ella. ¡A la puta mierda! ¡Contesten! 
Mis manos eran un par de juguetes de cuerda, que no se detenían hasta que alguien cortaba el cordón. Lucy extendió su brazo hacia el frente para tomar la mano de Nicholas, quien había avanzado un par de pasos. 
— Lucy, dimelo. Por favor. 
La chica me observó con miedo, casi verguenza. Yo sentí también pena por ella. 
— Alice está embarazada. 
Mierda. 
Lucy cerró los ojos con fuerza, y la respiración de Nicholas era tan inconstante que pasó por mi mente la idea de que quizás mi hermano era asmático y no se había dado cuenta. 
En cuanto las palabras de Lucy salieron de sus labios, tuve dos alternaticas: 
Número uno: reirme de ambos hasta que mis nervios termináran doblandome en el suelo, o número dos: soltarles un buen puño (bueno, nada más a Nicholas) por haberme espantado con algo como eso. 
Obté por la primera opción. 
Mi risa comenzó a inundar el departamento. Las miradas de preocupación de mi hermano y de Lucy comenzó a sustituírse poco a poco por un rostro lleno de irritación. 
— ¿De qué mierda te ries? 
Eso solamente hacía que mi risa aumentara considerablemente. 
— ¡Vas a ser papá, cabrón! —Nicholas empujó mi hombro con enojo—. ¡No deberías de estar riendo así! 
— ¡Ustedes dos son unos ingenuos! ¿De dónde sacaron esa mierda? 
El "¡¿Qué?!" se dibujó en la frente de la pelinegra. Abrió la boca, pero salió palabra nula de sus labios. 
— Alice no puede estar embarazada. 
Aclaré una vez que mi ritmo cardiaco volvió al ideal.
— ¿Cómo lo sabes? ¿Haz hablado con ella? Los metodos anticonceptivos pueden fallar y... 
— Alice no puede tener hijos, ¿está bien? —los ojos de ambos se abrieron como un par de naranjas—. Cuando perdió a su bebé, fue un aborto espontáneo. Tuvo muchas complicaciones, y terminaron extripandole... La verdad no recuerdo el nombre de lo que le quitaron. El punto es que fue un gran reto para ella, ya que Alice si quería ser madre en el futuro, y ahora no podrá.
Tanto Lucy como Nicholas se mostraron anonados. 
Alice había entrado en una depresión nerviosa tras su operación. Su idea para el futuro ideal involucraba claramente hijos propios, y al quitarle esa opción sintió que su mundo se volteó de cabeza. Fue entonces cuando me buscó a mi, y volteó de cabeza el mío también. 
— ¡Mierda! —sollozó Lucy. 
— Ahora si, ¿de qué chismografo sacaron esa tontería?
— De Ely. 
Y esa si era una verdadera mierda.
Ahora el afligido era yo. Si Ely pensaba que yo iba a tener un hijo con Alice, entonces... 
— Tengo que ver a Ely —mi adrenalina se fue hasta el punto límite—. ¡Mierda! ¡Tengo que hablar con ella! ¡Explicarle! ¡Yo...! 
La mirada de Lucy me decía lo contrario. Otra vez, estaba esa mirada de cachorro triste, de compasión. 
— ¿Qué? —pregunté, y Lucy se cruzó de brazos —. ¿Más sorpresas?
— Ely ya no está en Londres, Justin. Se fue hacee dos días. 
<<Hace dos días>> pensé, <<el día acordado para vernos en el Big Ben>>.
— No importa —contesté rápidamente—. Ire a donde esté ella, no importa. Necesito verla, explicarle. ¿Bóston? 
Lucy ni se movió. Se mantuvo rígida en la misma posición de gatito acorralado. 
— No. 
— ¿En dónde está?
— No se si deba decirte, Justin. Ely no quería verte. 
— ¡No quería verme por que pensaba que iba a tener un hijo con Alice! ¡Cosa que es mentira! —avancé hasta ella, hasta que la tomé de ambos hombros y me incliné un poco para quedar más a su altura—. Por favor. No luché por ella en el pasado, no como se lo merecía. Ella de merece que muevan cielo y tierra solo para ver su sonrisa. Por favor, te lo ruego. No hay nada que necesite más que ésto. 
Lucy cerró los ojos, y apretó los labios. Suspiró.
—Recibió una llamada de Italia —comenzó—. Ulises se puso delicado otra vez. Fue a Nove.
Esperanza; la sentí crecer en mi pecho. 
<<Italia: ahí vamos otra vez.>>
Sentía la adrenalina recorrer mis huesos. La sagre caliente bombeaba mis venas, y tenía unas tremendas ganas de correr hasta el aeropuerto. Sin embargo, tenía que hacer algo ántes de eso. 
— Yo me iré hoy a Italia; mi vuelo sale en una hora. Ely no pudo esperar para salir corriendo. 
— Iré al aeropuerto y tomaré el primer vuelo que encuentre —Lucy asintió—. Dime una cosa: ¿Alice le inventó a Ely que estaba embarazada? 
Lucy asintió, abochornada. 
Miré a mi hermano, ya que Lucy había bajado la mirada, y caminando hacia la puerta dije: 
— Tengo que hacer algo; nos vemos luego. 









...










Caminé bajo los pliegos del paragüas, escuchando como las gotas de lluvia discutían con el impermeable. Cuando observé la estructura roja a unos cuantos metros de mi, me fijé en el modo en que mis pies pisaban los charcos de agua, y en como las gotas que los atacaban terminaban integrándose a su composición.
Abrí la cabina telefónica, y me adentré a ella. Mi manga del saco se mojó un poco al cerrar el paraguas, pero básicamente entré totalmente seco.
Descolgué el teléfono. 
Marqué el número.
Esperé.
— Bounjour, le parlé Alice. 
Siendo totalmente franco, su voz era sensual hablando el francés. 
— Alice.
— ¿Justin? —su tono de voz se notó considerablemente más alegre—. ¿De qué número me llamas? No me aparece este número en el registro. 
— Es un número público.
Escuché como Alice decía algo más, sin embargo no puse la suficiente atención como para deducir de lo que se trataba. 
Me quedé callado. Mis dedos pulgares avanzaron hasta la parte posterior de mi nariz, haciendo presión contra el hueso y avanzando por su contorno, como un masaje improvisado. 
Alice seguía parloteando, pero yo solamente me estaba diciendo a mi mismo <<dicelo>>. Ni siquiera sabía si iba a ser capaz de encararla por teléfono. 
Pero no podía ser un cobarde: era eso, y empezar las cosas de manera correcta, o resignarme a perder a Ely. Y en esa ocasión, sería "para siempre.
— Se lo que hiciste —interrumpiendola, Alice se quedó en silencio—. Se que le mentiste a Ely sobre tu embarazo. ¿Por qué mierda le dijiste eso? 
Lo único que podía escuchar era el modo acelerado en que su respiración se tornó, y en cómo las gotas de lluvia chocaban contra la cabina. 
— ¿Qué estás diciendo?
— ¡Lo que escuchaste! —exploté—. ¡Dime!
Ante la necesidad de mis nudillos, golpeé el vidrio de la cabina telefónica. Solamente me lastimó, sin embargo había descargado un poco de mi furia con el grito, cosa que tenía guardada desde el día en que Ely no apareció frente a mi. 
Alice no contestó en un par de minutos. Se tomó su tiempo antes de decir alguna palabra.
— ¿Importa?
— Si, importa y mucho.
— ¿Por qué?
— Alice, solamente explícame el por qué.
— Por que quería alejarla —contestó sin pelos en la lengua—. Quería...quería recuperarte.
— Terminaste perdiéndome más.
— Te perdí cuando te acostaste con ella. 
— Quizás desde antes —contesté. 
Podía imaginarme como se comenzaba a tallar los ojos... siempre lo hacía antes de llorar. Me imaginaba como parpadeaba cuando sus ojos comenzaban a escocer, y por su voz ahogada supe que estaba en lo correcto.
— Justin, no entiendo. Eramos perfectos, ¿sabes? ¿Recuerdas cuando me dijiste que era el amor de tu vida? —cerré los ojos. Por supuesto que lo recordaba—. ¿Cuando decíamos el <<para siempre>>? ¡A la mierda Justin! ¡Realmente me gustaba pensar que tú si eras mi <<por siempre juntos>>! 
— Todo comenzó a descoronarse desde que empezó, Alice. 
— Pero me amas —aseguró.
— Claro. Te amo en mi recuerdo, siempre lo haré. Eramos muy jóvenes cuando nos enamoramos, apenas unos niños. Nos gustaba el amor simple, el amor desenfrenado que llevabamos. Eso estuvo perfecto. Pero la gente cambia, la vida cambia, y nuestras decisiones y acciones nos llevan por diferentes caminos. Tu traicionaste mi confianza al acostarte con otro hombre y terminar embarazada de él, y yo traicioné la tuya al hacer el amor con Ely estando contigo. Pero creo que ambos hemos aprendido cosas de eso.
— Me estás rompiendo el corazón. 
— Tal vez es lo que necesitas. 
Alice no dijo nada. De repente lo único que escuché en su otra linea fueron sollozos. Cerré los ojos.
Por mucho que Alice pudiera haber llegado a hacer, la quería. No era un amor presente, uno de esos que se siente hasta cuando comes, si no era un cariño, una añoranza. Un recuerdo de que en mi pasado me enamoré.
En su momento, el amor de Alice fue puro. Se que ella me amo tanto como yo la amé a ella, y se que fuimos perfectos. Un perfecto primer amor. Y siempre le estaría agradecido, ya que no hubiera vivido un mejor primer amor con alguien que no hubiera sido ella. Ni siquiera una primera gran decepción. 
El problema radicada en cuando las relaciones se gastan. Las mentiras comienzan a surgir, la monotonía, el aburrimiento. Comienzas a sentir que todo ese amor está dispersándose con otros sentimientos encontrados, y te aterra el perderlo, por que en tus recuerdos, el amor sigue igual de intenso, pero en tu presente, éste ya de diluyó como el agua en el pintura. Sin embargo, no sueltas; no quieres dejar que nada de ésto muera, quieres que vuelva a pasar, y quieres que todo empiece otra vez; no te imaginas la idea de enamorarte de alguien más, por que en tu cabeza siempre existió <<ella>>. Pero cuando otro <<ella>> llega a tu vida, quizás en un momento de negrura para ti, o tal vez cuando empiezas a ver la luz, todo se vuelve más claro: los sentimientos, las emociones, y el pasado. Vez con claridad los errores que se habían cometido cuando estabas con tu primer amor; vez lo inmaduro que fue su romance. Y después volteas, y la vez a ella, tu segundo amor. Esta vez lo eliges mejor, ésta vez las hormonas no nublan tu juicio. Tal vez lo hagan, pero al menos eres más consiente de lo que quieres, y de lo que deseas evitar. Y al mirarla, te das cuenta de que es perfecta. Y en ésta ocasión, escogiste de una mejor manera: esta chica tiene posiblemente todo lo que te gusta, y quizás tenga también algo que no sea de tu agrado. Pero la amas. 
Y es ahí cuando te das cuenta de que, debiste de haber ido más despacio. No sobrepasarte, no asegurar un <<amor de mi vida>> cuando es la primera vez que se siente eso. No decir "no podré estar con nadie más", por que el ciclo de la vida te lo manda así: te enamorarás varias veces, caerás varias veces. Al menos más de una vez, sí. 
El primer amor y el amor de tu vida difícilmente son el mismo. El primer amor siempre te muestra el lado bobo del romance, lo inmaduro, lo infantil. Es una viva demostración de que, el que quiere volar primero, cae más fuerte. Es de los primeros golpes que la vida te da, uno de los más dolorosos, por que no es algo que se asimila a cuando eres pequeño y podías contar con tus padres o hermanos para limpiar las migajas: eso fue algo que hiciste tú solo, sin ayuda de nadie. Es el primer gran dolor que se te acarrea solo a ti, y a nadie más; que solo tu y ella sienten a carne viva. 
Eso era Alice para mi: mi primer amor. El primer amor más puro, más bello, más romántico. Si tenía que elegir, elegiría mil veces a Alice para enseñarme lo que era la magia de mi primer beso, la magia de mi primer amorío, aquel por el que haces locura tras locura y por el que serías capaz de cualquier estupidez. Sin embargo, solo sería eso: el primero. Y sin lugar a duda, Ely sería mil y dos veces, mi segundo amor: aquel amor maduro que se basa ya de pláticas profundas, de besos largos y de grandes sentimientos. Aquel que realmente es capaz de cumplir un <<para siempre>>. 
— ¿Esto que quiere decir?
— Siempre te voy a querer, Alice. Siempre serás mi primer amor. Pero solo eso. Tu eres un pasado muy bueno al que siempre mantendré en mi vida, pero tengo que seguir. Y mi futuro es sin ti. 
— ¿Esto es un adiós?
— Así parece. 
— Vaya... —musitó, entre lágrimas—. ¿Ni siquiera valgo el viaje a Paris para decirlo?
— Lo siento, pero tengo que hacer otro vuelo. Que la vida te sea buena Alice; te quiero.
No esperé a que dijese nada más, y colgué. 
No podía ir a Paris a despedirme...quería ver a <<Mi Italia>>.





Una escritora sin amor.Where stories live. Discover now